50 millones de hispanos ¿Pá qué?
El haber aumentado 15 millones, entre 2000 y 2010,
ha generado que se toquen las trompetas de júbilo y no dudo que se haya
descorchado más de una botella de champaña para celebrar que la comunidad de
los colores del pavorreal, con su sello variopinto, hayan obrado un hito en los
cambios poblacionales de la nación más poderosa del planeta.
No obstante, yo me pregunto si realmente hay algo
que celebrar, cuando a 11 millones de indocumentados, incluidos en los 50
millones, se les tiene en el borde del abismo de la deportación y a casi 5
millones de hijos de ellos se les quiere abrogar el derecho a la ciudadanía,
pese a haber nacido en el territorio de esta nación.
Yo me pregunto si se puede festejar, este "logro",
cuando cada semana que pasa las legislaturas estatales se burlan de los números
y proponen más medidas contra los individuos que les han ayudado a aumentar su
presencia en el Capitolio, como es el caso de Carolina del Sur, donde de seis
representantes a la Cámara se pasará a siete.
El blogero del sitio de internet del Washington
Post, Chris Cillizza, señaló, después de la difusión de las cifras,
que en siete estados donde el aspirante John McCain ganó las elecciones en su
derrota de 2008, los hispanos crecieron más del cien por ciento durante la última
década.
En Alabama, Arkansas, Carolina
del Sur, Dakota del Sur, Kentucky, Missisipi y Tennesse, lugares en los que el fallido candidato republicano y su
compañera de fórmula Sarah Palin vencieron, los proyectos antiinmigrantes han
estado a la orden del día.
A la comunidad hispana no se le tiene el más mínimo
respeto: funciona para que a sus integrantes se le den palmaditas en la espalda
o sean objeto de promesas que no se cumplen.
Se les toma del pelo con la legalización de los
estudiantes indocumentados, con arreglar la situación de los trabajadores del
campo y obviamente con la manida reforma migratoria integral.
Un amigo dijo hace más de dos décadas que nuestro
problema como hispanos o latinos era que: "no nos comportábamos como una
comunidad, sino como una manada".
Cada cabra tira para su propio monte. Se carece de
cohesión para adelantar una agenda común que permita que los políticos no nos
desprecien. Y los latinos en conjunto ofrecemos un panorama espeluznante.
Basta indagar las cifras de pobreza de los hispanos,
de acuerdo con los estándares nacionales, para encontrar que estamos mal. La
pobreza castiga a 25.3 por ciento de la población latina.
Ni hablar de la deserción escolar, porque es harina
de su propio costal. En enero de 2007 publiqué una columna denominada "La
obsesión de la A+", en la que comparaba el éxito de los estudiantes asiáticos
con el fracaso de los alumnos hispanos. La realidad es que 41 por ciento de los
latinos mayores de 20 años no se graduaron de la secundaria.
En materia de salud, 30.7 por ciento de la
población hispana carece de seguro médico.
Un mismo cantar es la participación electoral, en la
que la indiferencia de los que tienen el privilegio de la ciudadanía es fatal,
especialmente en elecciones locales clave, en las que los hispanos podrían
marcar una diferencia abismal.
Un ejemplo, de donde yo resido, fue la votación
latina en el Condado de Mecklenburg, de Carolina del Norte, en las elecciones
de noviembre pasado. De los 12,312 hispanos que aparecían registrados para
votar, solo 2,440 fueron a las urnas.
Si no se aprovechan los resultados del Censo para
que la comunidad hispana cambie la actitud de modorra, que la mantiene en
la mediocridad, por una proactiva que difume las falencias, lo de los 50
millones será solo un número.
[DESTACADO]
Si no se aprovechan los resultados del Censo para
que la comunidad hispana cambie la actitud de modorra, que la mantiene en
la mediocridad, por una proactiva que difume las falencias, lo de los 50
millones será solo un número.
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