Abstinencia sexual de adolescentes
Así que era frecuente encontrar
a los chicos en las canchas de baloncesto tratando de anotar puntos antes y después
de clases y, en ocasiones, inclusive durante el horario escolar. Cada canasta significaba un embarazo
que se había logrado prevenir.
En aquellos tiempos no existía
la píldora, ni los múltiples métodos anticonceptivos de la modernidad. Los deportes eran considerados el mejor
método de control natal: la trayectoria del balón a la canasta sublimaba la
urgencia hormonal del espermatozoide al óvulo y hacía las veces de
anticonceptivo. El deporte
convertía la 'efervescencia pagana' en una actividad conducente a la castidad
(léase castidad: virtud opuesta al desenfreno sexual). El método de control natal era bastante
primitivo pero 100% efectivo. Cero
embarazos no deseados. Los
maestros le llamaban "abstinencia".
Los chicos de hoy preguntan: ¿Y eso con qué se come?
La juventud desciende por el
espiral de los instintos básicos desenfrenados que promueve nuestra cultura
ultramoderna. La educación sexual
se inicia en párvulos y continúa a través de la educación primaria, media y
superior. Toneladas de anticonceptivos
son distribuidos a los jóvenes para promover el 'sexo responsable'. ¿Qué sucede cuando fallan los
anticonceptivos a pesar de su ponderada eficacia y sofisticación? Ni aún la famosa píldora es 100%
segura. Los hijos engendrados en
la promiscuidad y el desenfreno, no por amor sino por 'accidente', van a parar
al bote de la basura.
Nadie imaginó que la Revolución
Sexual iniciada hace más de medio siglo cambiaría radicalmente no sólo los
conceptos sobre la vida y el amor humano, sino también el sentido común. El mensaje que reciben niños y
adolescentes es que tienen libertad para experimentar y practicar la actividad
sexual con quien quiera y como quiera, si aprenden a 'protegerse'
adecuadamente. Se les adiestra en
el uso del condón desde la más tierna infancia. Plátanos del supermercado sirven de material didáctico para
que ensayen a colocar profilácticos y las ilustraciones no dejan nada a la
imaginación: señalan con lujo de detalle las diferentes posiciones para
copular.
¿Quién se ha beneficiado con la
Revolución Sexual? Ciertamente no
la juventud. Los matrimonios
basados en la 'compatibilidad sexual' parecen durar poco. La sexualidad humana
se ha convertido en un producto altamente rentable para un mercado sumamente
erotizado. Proliferan centros médicos para el control de la reproductividad,
aparatos y medicamentos, terminación de embarazos no deseados, atención
psiquiátrica a víctimas de esterilidad ocasionada por anticonceptivos, así como control de la obesidad por
trastornos hormonales.
Nadie menciona el daño
psicológico de la promiscuidad sexual, la sensación de culpa o el vacío
existencial que provoca. Comentaba
un grupo de adolescentes: "Hacer el amor hoy es como comerte un taco o una
hamburguesa. Es más emocionante la
droga o una carrera de motos". Se
le roba a la sexualidad humana todo su encanto, su misterio. Los jóvenes preguntan: ¿Qué se siente
estar enamorado?
El nulo respeto a la vida humana
es la consecuencia de la decadencia moral que promueven los nuevos estilos de
vida. ¿Conviene rescatar la palabreja 'abstinencia' y ponerla otra vez de
moda? La sola palabra no
bastaría. Tendría que apoyarse en
toda una cultura orientada a rescatar la dignidad de la persona; a crear un
misticismo en torno al amor humano, que no fuera simple genitalidad, sino
afectividad, emotividad y psique.
Mientras eso sucede, no es mala
idea dejar nuestras poltronas y lanzarnos a crear espacios para entrenar a
niños y a adolescentes en los deportes.
Nuestros abuelos tenían razón: "Cada balón en la canasta significa
evitar un embarazo no deseado".
Tal vez si los jóvenes dejan de considerar el sexo como deporte, logren
descubrir el verdadero amor de la pareja humana.
[DESTACADO]
El mensaje que
reciben niños y adolescentes es que tienen libertad para experimentar y
practicar la actividad sexual con quien quiera y como quiera, si aprenden a
'protegerse' adecuadamente.
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