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Dia Internacional de la Mujer

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El mensaje hace hincapié en la realidad y en los problemas
de las mujeres en su conjunto, y reconoce los enormes condicionamientos que en
todos los tiempos de la historia y en cada lugar han hecho difícil el camino de
la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada
frecuentemente, e incluso reducida a esclavitud. La fuerza de las
sedimentaciones culturales a lo largo de los siglos ha plasmado mentalidades e
instituciones que repercuten en la desvalorización de la mujer como persona.

Recorriendo la vía dolorosa hacia el Gólgota, Jesús de
Nazaret dice a las mujeres: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí." Este modo
de hablar sobre las mujeres (llamándolas Hijas de Jerusalén) implica personas,
ciudadanas, en una época en que la mujer no era reconocida como tal. La forma
de hablarles a las mujeres y el modo de tratarlas constituye una clara novedad
respecto a las costumbres dominantes de entonces: los israelitas no hablaban a
las mujeres en público.

El abierto reconocimiento de la dignidad personal de la
mujer constituye el primer paso 
para promover su plena participación tanto en la vida social como en la
vida pública y profesional. Si es éste un deber de todos en la Iglesia y en la
sociedad, lo es de modo particular de las mujeres mismas, las cuales deben
sentirse comprometidas como protagonistas en primera línea. Todavía queda mucho
en el mundo por hacer para destruir aquella injusta y demoledora mentalidad que
aún considera al ser humano como una cosa, como un objeto de compraventa, como
un instrumento de placer; tanto más cuanto la mujer misma es precisamente la
primera víctima de tal mentalidad. 

La pregunta tan aguda acerca del espacio que la mujer
puede y debe ocupar en la sociedad es cada día más insistente. Los recursos
personales de la femineidad no son ciertamente menores que los recursos de la
masculinidad; son sólo diferentes. En la última época —frente a las más
variadas formas de discriminación y de marginación a las que está sometida la
mujer por el simple hecho de ser mujer— los Papas católicos han afirmado
repetidamente y con fuerza, "la urgencia de defender y promover la dignidad
personal de la mujer y, por tanto, su igualdad con el varón". (Juan Pablo II, Familiaris
consortio, 24)

Las Iglesias, todas, deben oponerse firmemente con
acciones específicas, enérgicas e incisivas a las diversas formas de
discriminación y de abuso de la mujer. Su dignidad, gravemente vulnerada en la
opinión pública por la desmedida importancia que los medios de comunicación dan
a la exposición de su aspecto físico en prensa, televisión y cine,
particularmente a su cuerpo desnudo, contribuye a promover un modelo de mujer
sensual sin cerebro, en detrimento de la promoción de otras cualidades y
talentos que serían de enorme beneficio a la sociedad.

El mundo clama por una "humanización" de las relaciones
humanas.  La condición para
asegurar la justa presencia de la mujer en la sociedad es la de promover la
conciencia de que la mujer, con sus dones y cualidades propias, tiene la
específica y urgente tarea de aportar la visión femenina a los diferentes
campos del saber, la cual exige una mayor participación suya: nutrir con
valores humanos a la sociedad que en estos momentos de la historia tiene hambre
de compasión, responsabilidad y ternura.

En el rostro de la mujer es posible reflejar la belleza
que es espejo de los más elevados sentimientos de que es capaz el corazón
humano: la ofrenda total del amor, la fuerza que sabe resistir a los más grandes
dolores, la fidelidad ilimitada, la laboriosidad infatigable, la capacidad de
conjugar la intuición penetrante con la palabra de apoyo y de estímulo.

En la celebración del Día Internacional de la Mujer se
hace un reconocimiento a aquellas mujeres que se han separado de la cultura de
la época para incursionar en tareas conectadas al servicio de la familia, a la
ciencia, a las diferentes profesiones; y a todas aquellas mujeres que en
silencio nutren sus comunidades con su talento y entusiasmo para ampliar la
conciencia universal del valor humano.

El desenterrar los valores esenciales y las cualidades
eternas, el compartir con los demás creatividad, intuición e inteligencia,
puede  influir poderosamente en que
surja un mundo nuevo a partir de una semilla nueva. Un mundo inédito, pacífico
y armonioso.

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