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¿Ciudadanos todos, ó no en absoluto?

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Estas
preguntas fundamentales son el fondo del debate respecto al derecho a la ciudadanía
por nacimiento, pero también tienen implicaciones básicas en el apoyo popular a
los impuestos, la reforma de salud, financiamiento de escuelas, servicio
militar, o simplemente un discurso civilizado, algo particularmente valorado
esta semana.

La
mayoría en Europa, Australia, Canadá y otros países con ideales universalistas
de tolerancia se baten con estas mismas preguntas.  Pero en tanto los que abogan en contra lanzan acusaciones de
racismo, islamofobia, abuso de la beneficencia, ó criminalidad inmigrante con
algún elemento de verdad, en realidad crean más confusión.

Los
decibeles del público ahogan una discusión más crucial que se está dando entre
expertos en derecho y cientistas sociales.  Estos plantean preguntas sobre si ciudadanía es ó debe
basarse en sangre ó territorio, ser consensual o adscrita, inclusiva ó exclusiva.  Cada opción trae consigo su propio
debate sobre políticas y costos.

Si
existe alguna conclusión es que el Presidente Obama y los líderes del Congreso
deben avanzar con humildad en replantear la ciudadanía ante las inexorables
corrientes históricas y las consecuencias no anticipadas.

Uno de
los estudios más provocativos y discutidos es fatalista. El profesor de Temple
Peter J. Spiro en su reciente libro "Más allá de la ciudadanía: Identidad
Americana luego de la globalización" mantiene que el declive de la ciudadanía
como un concepto "real" ó "significativo" es irreversible.  Se ha convertido en una idea meramente
legalista basada en derechos, no en deberes, y las naciones compiten por los
inmigrantes.

El
valor de la ciudadanía americana se ha diluido a punta de excesiva inclusión,
escribe el autor.  La inclusión
puede ser necesaria, pero él sostiene: "Una vez que todos son americanos,
ninguno es americano".  Él no
ofrece ninguna solución.

Jeff
Redding de la universidad Saint Louis, escribiendo para el número reciente de
la Revista Legal de Minnesota es más optimista.  Dice que Spiro está errado al emplear a la religión y
algunas otras instituciones como prueba de que la exclusión es necesaria para
construir una identidad y cohesión interna.

El
derecho a la ciudadanía por nacimiento es tan solo un factor en el sombrío
análisis de Spiro.  Garret Epps de
la universidad de Baltimore aborda frontalmente las raíces históricas de esta
práctica en la Revista Legal de la American University.  Experto en la 14ta Enmienda, Epps cita
extensamente las transcripciones del debate legislativo, a teóricos políticos del
siglo XIX y otra evidencia para demostrar concluyentemente que los proponentes
de la enmienda, formulada después de la Guerra Civil, a propósito quisieron
incluir a inmigrantes y no solamente a esclavos libres como algunos sostienen.

Específicamente
apunta a "Ciudadanía sin consentimiento" un libro publicado en 1985 por Peter
Schuck de Yale University y Roger M. Smith de la University of Pennsylvania que
sirve de biblia para los opositores al derecho a la ciudadanía por
nacimiento.  Schuck y Smith llaman
al derecho por nacimiento "algo como un concepto bastardo en la ideología
estadounidense.  Pese a toda su
llamativa simplicidad, permanece siendo una idea confusa."

Ellos
argumentan en cambio a favor de la ciudadanía consensual: Uno debe pedirla y el
país debe acceder a dársela.  Los
hijos de inmigrantes no autorizados están mancillados de principio por el
estatus de sus padres y deberían ser excluidos.

Epps
admite que la ciudadanía consensual pueda ser valiosa, pero esa no es una
postura 'originalista' como mucho opositores a la ciudadanía por nacimiento
aseveran.

Los
hijos de inmigrantes chinos y gitanos figuraron prominentemente en aquellos
debates del Senado en el siglo XIX. 
Los chinos eran inelegibles para la naturalización, mientras que la
mayoría de los gitanos no tenían documento alguno.  "Sin lugar a dudas" contestó el Senador Lyman Trumbull, uno
de los autores de la 14ta Enmienda, respecto a si el lenguaje de la enmienda
aplicaba a los hijos de ambos (chinos y gitanos).

La
proporción de los nacidos en el exterior en el país era semejante a la de
ahora, anota Epps, al igual que las preocupaciones sobre la asimilación y la
unidad nacional.

Schuck
vuelve al debate en el reciente número del Hoover Institute's Policy Review,
con un ensayo sobre "terroristas ciudadanos".  Él se sorprende que ni siquiera con el 9/11 y la amenaza de  que ciudadanos naturalizados se vuelvan
terroristas no fueran suficiente para que la nación cambie sus leyes de
ciudadanía.  Anota que uno de los
problemas del concepto de ciudadanía por nacimiento es que, a diferencia de la
naturalización, es casi imposible quitársela a alguien.

Por más
de un siglo, sin embargo, esa ha sido la "American way".

© 2011,
The Washington Post Writers Group – Traducción AL DIA NEWS

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