WikiLeaks: Cables y no bombas sobre América Latina
Entre los documentos emitidos hasta ahora – la
supuesta fracción más noticiosa de más de 250.000 cables del Departamento de
Estado, obtenidos ilegalmente por WikiLeaks – nada ha surgido que justifique las
graves advertencias de algunos líderes latinoamericanos acerca de las
maquinaciones de Washington, al sur de la frontera estadounidense.
En general, los documentos filtrados sirven para
confirmar de manera oficial asuntos ya conocidos, como la preocupación
internacional acerca de la estabilidad en Argentina bajo el liderazgo de los
Kirchner, o la falta de apoyo internacional a un tercer mandato del entonces
presidente colombiano, Álvaro Uribe.
Claro que ha habido algunas revelaciones incómodas y
extrañas. El profundo interés de la secretaria de Estado, Hillary Clinton,
sobre el estado mental de la mandataria argentina, Cristina Fernández de
Kirchner, o la solicitud a diplomáticos estadounidenses de recoger todo tipo de
información sobre los candidatos presidenciales en Paraguay – incluido su ADN
_, probablemente reforzarán la opinión de algunos en la región acerca de la
intromisión de Washington en asuntos internos de Latinoamérica.
Algunos cables también revelan los intentos de
diplomáticos estadounidenses de persuadir a Gobiernos de la región para que
presionen al presidente venezolano, Hugo Chávez, con el fin de que coopere en
la lucha contra la insurgencia en Colombia. Otros muestran la obsesión perenne
de Washington con Cuba, como consta en una comunicación emitida en Caracas a
comienzos de este año, que describe a las agencias de inteligencia venezolanas
como entidades "controladas" por el régimen castrista.
El resto no es muy interesante y, por lo mismo,
conforta.
Hace apenas un año líderes regionales manifestaron
públicamente un alto desagrado ante los planes de las fuerzas militares
estadounidenses de aumentar su presencia en Colombia, para apoyar su lucha
continua contra el narcotráfico y el crimen organizado. Incluso, el presidente
brasileño, Luiz Inacio Lula da Silva, se mostró indignado por este hecho.
Pero, cuando el Gobierno de Brasil tuvo la
oportunidad de expresar privadamente sus quejas a un diplomático estadounidense
a finales del año pasado, el ministro de Defensa, Nelson Jobim, objetó ligeramente
el acuerdo de seguridad entre Colombia y Estados Unidos. En cambio, se mostró
muy ansioso de discutir otros convenios, tales como un monitoreo en la frontera
entre Colombia y Brasil para combatir el flujo de drogas.
Chávez, como era de esperarse, también se unió a las
críticas contra el acuerdo de seguridad entre Estados Unidos y Colombia, al que
utilizó como nuevo argumento para alertar sobre la inminente invasión estadounidense a Venezuela. Nada en los
documentos revelados sugiere que Estados Unidos estaba preparándose para
invadir país alguno. Sin embargo, un cable de marzo de 2008, emitido por la
embajada estadounidense en Caracas, sí solicita el apoyo del Departamento de
Defensa para financiar clínicas de béisbol y conciertos de rock en ese país.
El expulsado presidente hondureño, Manuel Zelaya,
todavía en exilio en República Dominicana, afirmó que un cable filtrado
demostraba la "complicidad" estadounidense en el golpe. Todo lo contrario: el
despacho confidencial ofrece un detallado análisis legal y constitucional de
los eventos y concluye que la expulsión de Zelaya fue ilegal y que "la toma del
poder por parte de Roberto Micheletti fue ilegítima".
Tales maniobras estadounidenses contrastan
fuertemente con las intervenciones en décadas pasadas, cuando nada detenía a
Washington si le disgustaba un líder de la región. Uno de los cables de la
embajada estadounidense en Panamá, fechado el 13 de diciembre de 1989, apenas
una semana antes de la invasión estadounidense para sacar al dictador Manuel
Noriega, no menciona el operativo militar, pero parece justificarlo. "Es
incierto cuándo suceda otro intento de remover a Noriega, pero eso sigue siendo
la mejor esperanza para Panamá en 1990", reza el escrito.
Hasta ahora, pocos líderes latinoamericanos han tenido
una razón mayor para estar molestos por revelaciones vergonzosas que los de
Argentina. Un cable afirma que dos ex jefes de gabinete de la mandataria
argentina, Cristina Fernández de Kirchner, no veían posibilidad de reelección
para ella o su esposo ahora fallecido, Néstor Kirchner, a quien uno de ellos
describió como "monstruo", "sicópata" y el verdadero poder detrás del trono.
Otro despacho parafrasea a la entonces presidenta chilena, Michelle Bachelet,
describiendo a Fernández como inestable.
En una entrevista sobre el alcance de la filtración
masiva de información confidencial, Bill Keller, editor ejecutivo de The New
York Times, una de las cinco publicaciones en el mundo con acceso a los
documentos, minimizó sus efectos a largo plazo, argumentando que "el negocio de
la diplomacia se trata de manejar intereses creados y no de evitar vergüenzas".
De los cables obtenidos por WikiLeaks, solo un
porcentaje menor (inferior a 10 por ciento) concierne a Latinoamérica. El país
que genera más cables en la región es Colombia y su contenido es, en su
mayoría, desconocido. El resto proviene de países que, actualmente, son mucho
más importantes para la política exterior estadounidense, como Irak, Turquía,
Irán, Israel y China.
El que sean pocos los
despachos enviados por diplomáticos estadounidenses en América Latina revela
que la región ya no es una preocupación tan urgente para Washington, como lo
era en el pasado. Ese hecho también es tranquilizador.
[DESTACADO]
"el negocio de la
diplomacia se trata de manejar intereses creados y no de evitar vergüenzas" - Bill
Keller, editor ejecutivo de The New York Times
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