Irlanda y los vecinos abusivos
Los
competidores europeos de Irlanda siempre han detestado las condiciones
tributarias comparativamente atractivas que en los últimos quince años atrajeron
hacia la isla inversiones por miles de millones de dólares. La avalancha de
inversiones productivas a largo plazo posibilitada por las numerosas reformas,
incluida la de los impuestos, permitió a Irlanda superar la renta per cápita de
Gran Bretaña y Alemania a fines de la década de 1990. Y en el último lustro,
las empresas estadounidenses han invertido más dinero en Irlanda que en China,
India, Brasil y Rusia juntos. Todo esto dejó mal parados a otros gobiernos de
la Unión Europea, lo que llevó a diversos líderes y burócratas a hablar de
competencia fiscal desleal y de la necesidad de "armonizar" los regímenes
tributarios diferenciados (lo que se pretende, claro, es que los regímenes de
bajos impuestos se equiparen con los de alta tributación, no al revés.)
Los
problemas de deuda soberana de Irlanda están siendo atribuidos en parte a la
baja tributación. Pamplinas: Irlanda no padecía una crisis de deuda soberana
antes del estallido de la burbuja. Su alto nivel de endeudamiento y su déficit
fiscal son muy recientes. Tienen que ver con los rescates y nacionalizaciones
de instituciones financieras irlandesas tras la crisis mundial. El problema de
deuda soberana en aquel país fue causado por la respuesta a la hecatombe
financiera, no por los bajos ingresos fiscales. De hecho, los ingresos fiscales
del Estado irlandés generados por el impuesto de sociedades representan 3 por
ciento del PIB y en Alemania apenas algo más de 1 por ciento.
Si
la abultada deuda soberana irlandesa se debiese al bajo impuesto de sociedades,
¿cómo explicar que los mercados de bonos hayan castigado a Grecia, Portugal y
España, donde el impuesto es entre dos y tres veces mayor? Irlanda cometió
muchas equivocaciones en los años previos al estallido de la burbuja, pero
ofrecer a los inversores impuestos relativamente bajos y altos niveles de seguridad
no fue una de ellas. El no permitir la quiebra de ningún banco insolvente
después de la explosión de la burbuja, y por lo tanto el haber socializado las
pérdidas causadas por los préstamos imprudentes, es la razón por la cual los
irlandeses viven hoy agobiados por tanta deuda fiscal.
Irlanda
se ha convertido sin proponérselo en un laboratorio de la batalla de ideas que
tendrá lugar a raíz de las colosales sumas de gasto público que los "estímulos"
y "rescates" han exigido de los contribuyentes en todo el mundo. Las pasiones
ya se han desatado en Estados Unidos por la inminente expiración de las
reducciones de impuestos promulgadas por George W. Bush.
En
un mundo donde los impuestos inevitablemente aumentarán por la obsesiva
expansión monetaria y fiscal con que se pretende evitar una depresión, aquellos
países que logren mantener la cabeza fría y preservar regímenes fiscales
atractivos se beneficiarán. En semejante contexto, el capital internacional
buscará costas atractivas con más ahínco que nunca. Irlanda cosechará los
frutos si logra resistir la presión para elevar su impuesto de sociedades.
Un
estudio del académico de Oxford Rohac Dalibor, publicado en Italia el por
Instituto Bruno Leoni bajo el título "Tax Competition: A Curse or a Blessing?",
demuestra que con la creciente movilidad del capital y el trabajo los regímenes
fiscales diferenciados traen ventajas a los países. Algunas naciones de Europa
Central que adoptaron impuestos de tasa única relativamente bajos a pesar de
una fuerte resistencia nacional e internacional están entre aquellas que se han
recuperado de la crisis financiera con relativa rapidez. "En el mundo real",
concluye Rohac, "la competencia fiscal se vuelve un medio para someter a los
gobiernos a mayor disciplina y permite a los individuos escapar del agobio de
los impuestos prohibitivamente altos".
Los
irlandeses han padecido muchas humillaciones en los últimos tiempos. Se
merecían algunas de ellas, por prestar dinero y endeudarse como locos. Pero no
merecen la humillación de ser forzados a adoptar el régimen fiscal equivocado
sólo porque el actual pone en evidencia al resto de Europa.
(c) 2010,
The Washington Post Writers Group
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