Producto Interno Bruto: Ventaja ó Ilusión
En nuestro mundo globalizado, algunos países registran un incremento en
el valor monetario de todas las transacciones comerciales de bienes y servicios
que indican progreso, pero aunque
el total dice cuánto se ha gastado, no dice en qué.
En San Francisco, California, nació un organismo no gubernamental llamado 'Redefiniendo el Progreso' cuyo
objetivo es hacer una evaluación más exacta del verdadero progreso. Propone una
nueva medida para determinar el bienestar real de la población: el Índice de
Progreso Verdadero (IPV), para cuantificar no sólo el total de lo que se gasta,
sino especificar en qué y cómo se gasta.
El IPV toma en cuenta el costo social en las transacciones de bienes y
servicios: contaminación ambiental de la producción, desintegración familiar,
accidentes de trabajo, reducción de tiempo libre, costo de desempleo,
agotamiento de recursos naturales, agotamiento del ozono, del aire, agua,
contaminación del ruido, pérdida de tierras de labrantío, pérdida de manglares,
etc. También considera el valor del trabajo doméstico no remunerado, y
servicios sociales gratuitos a la comunidad, que han sido ignorados por el
Producto Interno Bruto (PIB), la medida económica tradicional,
El nuevo indicador confirma lo que los economistas han estado
argumentando por años: el PIB no es sólo inadecuado, sino engañoso. Mientras
que las cifras del PIB en algunos países aumentan cada año, el bienestar real de
sus habitantes ha declinado desde 1970, y su caída se ha acelerado bruscamente
en los últimos años.
Los economistas están de acuerdo en que es demasiado obvia esa
contradicción: mientras que el producto interno bruto sube, el índice de progreso
verdadero baja. Sin embargo, las estadísticas siguen manejando la medida
tradicional del PIB, a pesar de que ésta no toma en cuenta la calidad de vida de
las personas ni los daños ecológicos y sociales del llamado 'progreso'. La
conclusión de los profesionales de la economía: "Es verdaderamente preocupante
la problemática social no sólo de los países desarrollados sino el hecho de que
a nivel mundial existe una franca contradicción en el manejo de las cifras: el
aumento del PIB se ha vuelto antieconómico –más costoso que benéfico. El seguir
escalando el PIB causará más daño porque es una señal que apunta hacia un
objetivo económico y político equivocado".
Los conceptos que manejan los miembros de Redefiniendo el Progreso han
encontrado fuerte oposición por parte de los grandes consorcios
transnacionales. El cambiar la medida y, por consiguiente, el rumbo del
progreso, no será fácil. Sin embargo, el espíritu consumista que se ha
expandido de país a país, amenaza con ocasionar una verdadera conflagración mundial
en los estilos de vida de los habitantes del globo. Cada vez son más los
millones de personas que son afectadas por las guerras económicas: producir más
y mejor a cualquier costo. El beneficio es para unos cuantos en la cumbre; el
detrimento en calidad de vida es para muchos en la base.
Reconsiderar el rumbo que llevamos no es fácil, pero sí de sentido
común. Es urgente crear políticas agrarias capaces de incrementar tanto la
productividad como el bienestar rural. Salir del atraso en un país no es ni de
derecha ni de izquierda; independientemente de la orientación ideológica del
gobierno, la clave sigue siendo la misma: una preocupación por el bien común y
una eficiente administración pública. El IPV será cero si los costos
financieros del crimen y de contaminación igualan los aumentos financieros en
la producción de mercancías y servicios. Cuando los sistemas macroeconómicos se
amplían más allá de cierto tamaño, las ventajas del crecimiento son excedidas
por la pérdida de bienestar.
Los indicadores del verdadero progreso deben informar sobre el valor de
los beneficios del voluntariado. Del trabajo que se realiza en silencio dentro
del hogar. La salud, la cultura y el bienestar de la gente. Los servicios en el
campo de ayuda humanitaria y ecológica en los que no se efectúa ninguna
transacción monetaria.
El progreso implica un crecimiento en la calidad de vida, en el
servicio a la comunidad y el cuidado a los recursos naturales que son sagrados.
La vida humana no fue creada para medirse en términos de consumo, sino en
términos de bien estar y de bien vivir.
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