Pérdidas y ganancias latinas
Una de las primeras victorias republicanas del martes 2 de noviembre llegó por cortesía del candidato al Senado por la Florida, Marco Rubio. El cubanoamericano de 39 años es un favorito del Tea Party y una estrella naciente del Partido Republicano, organización que desesperadamente necesita atraer votantes hispanos.
Rubio contó con el respaldo de 62 por ciento de los latinos de la Florida, según una encuesta en víspera de la elección de la firma independiente Latino Decisions, y fácilmente derrotó a Kendrick Meek, su rival demócrata.
Este triunfo no significa que los republicanos están recuperando el voto hispano, que en 2008 prefirió al presidente Obama por un margen mayor de dos a uno. El electorado hispano en la Florida es único, compuesto en gran parte de cubanoamericanos y puertorriqueños. Estos dos grupos son los menos interesados en el tema migratorio y, por tanto, menos preocupados por el respaldo de Rubio a la polémica ley anti inmigrante de Arizona, SB 1070.
La victoria de Rubio es, en cambio, una muestra concreta del desplazamiento republicano hacia la derecha en materia de inmigración, así como un indicio de lo difícil que será abordar el tema en la próxima sesión del Congreso.
Hace apenas unos años, entre el 2005 y 2007, otro senador republicano de la Florida, el cubanoamericano Mel Martínez, surgió como defensor de los inmigrantes. Martínez luchó duro para que el Senado aprobara una reforma migratoria integral. Antes de renunciar a su escaño el año pasado, advirtió a su partido con frecuencia que sus posiciones anti inmigrantes, crecientes y extremas, serían un haraquiri político.
También en esa época, John McCain, el senador y luego candidato republicano a la Presidencia, fue coautor de una reforma migratoria integral y luchó junto con Martínez para que un proyecto de ese tipo se aprobara. Desde entonces, McCain ha dado un giro total. Ahora apoya la ley SB 1070 y culpa a los inmigrantes ilegales de todo tipo de crímenes, mientras clama para que se termine de construir la "valla maldita" en la frontera con México.
Tanto republicanos como demócratas coinciden en que el mensaje que dieron los votantes en esta elección es que están decepcionados de Washington. Los estadounidenses, dicen, quieren que ambos partidos encuentren terreno común para responder al desempleo persistente, a la caída de los precios de las viviendas y a la percepción de que el país se está quedando atrás. En ese ambiente, probablemente los políticos se abstendrán de tratar temas que despierten aún más frustración y divisiones como el de la inmigración, un asunto en el que casi no queda terreno común.
Claro está que los latinos no se van a callar y que el inoperante sistema migratorio tampoco se va a arreglar solo.
De hecho, las recientes elecciones también demostraron el poder del voto hispano en reñidas contiendas entre demócratas pro inmigrantes y republicanos anti inmigrantes.
En Nevada, donde el líder de la mayoría del Senado, Harry Reid, enfrentó la batalla política de su vida contra la candidata del Tea Party, Sharron Angle, nueve de cada diez latinos apoyaron a Reid. Antes de que pudiera dar las gracias a sus seguidores cuando celebraban el triunfo esa noche, se escuchaban claramente de fondo los cantos en español de "Sí se puede".
En Colorado, el demócrata Michael Bennet mantuvo su curul en el Senado, tras derrotar por margen estrecho al republicano Ken Buck. Según Latino Decisions, 81 por ciento de los latinos en ese estado apoyaba a Bennet. En California, los demócratas Barbara Boxer y Jerry Brown tenían el apoyo de 86 por ciento de hispanos y lograron ganar campañas difíciles por el Senado y la Gobernación respectivamente.
Los latinos son el grupo minoritario de crecimiento más rápido en el país, pero siguen siendo una minoría y por lo tanto su influencia es menor en campañas menos reñidas.
En Arizona, de hecho, McCain mantuvo fácilmente su escaño en el Congreso, a pesar de que solo dos de cada diez hispanos lo apoyaban. En 2004, cuando él respaldaba la reforma migratoria, 70 por ciento de los latinos votaron por su reelección en el Senado.
Tal vez aún más doloroso para las fuerzas pro inmigrantes fue la reelección, también en Arizona, de la gobernadora Jan Brewer, quien sancionó la ley SB 1070. Brewer ganó a pesar de contar con sólo 14 por ciento del apoyo latino.
Para algunos, la esperanza ahora es que Obama hará más de lo que ha hecho para cumplir su promesa de que la reforma migratoria sería una prioridad. Frank Sharry, director ejecutivo del grupo pro inmigrante America's Voice, predijo que "la reelección (de Obama) está en peligro si no lo hace".
Sin embargo, la elección reciente también mostró que, aún sin avances en inmigración, los latinos votan con fervor por candidatos demócratas que se enfrentan a rivales que vilipendian a los inmigrantes en los medios de comunicación o al furor de debates políticos.
Para obtener ese tipo de respaldo fuera de la Florida, los republicanos necesitarán moderar su posición frente a la inmigración y regresar a un discurso más civilizado. De llegar a hacerlo, los latinos podrían afirmar que en las elecciones del 2 de noviembre ganaron mucho más de lo previsto.
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