Ross Perot no es la venganza de Moctezuma
El mayor problema con las propuestas de reforma migratoria es la manera en que no llegan a tratar a México como separado y distinto al buscar soluciones de cianotipo.
Los pragmáticos casi nunca consideran la geografía de América del Norte. México, el único país latinoamericano de América del Norte, es el país del que proviene el mayor número de inmigrantes estadounidenses. Casi todas las personas que emigran de México tienen como destino Estados Unidos. Aproximadamente una de cada diez personas nacidas en México vive actualmente en los Estados Unidos, según el Centro Hispano Pew.
Por estas razones, es necesario considerar a México de manera distinta.
No obstante, lo que básicamente considera la lógica de sumas nulas de los intelectuales públicos es que lo que pierde un país lo gana el otro. Darrell M. West, de la Brookings Institution elaboró esta consideración en su reciente libro, titulado, Brain Gain: Rethinking U.S. Immigration Policy (Adquisición de cerebros: Volviendo a pensar la política migratoria estadounidense). Razona que por el bien de los intereses de desarrollo económico estadounidenses, nuestra política tendría que hacer una selección certera de los mejores extranjeros y otorgarles ciudadanía. Es como llevarte todas las bolitas si puedes, pero en realidad lo que resulta es el sub-desarrollo estadounidense.
Por ejemplo, los migrantes mexicanos tienen mucha más preparación académica que el mexicano promedio que opta por quedarse en casa. El informe del 2008, "Mexico-U.S. Migration Management" (El manejo de la migración de México a los EE.UU.) por Agustín Escobar Latapi y Susan Martin, ofrece algunas advertencias. Los autores demuestran que la pérdida que sufre México de cara a los Estados Unidos sale cada vez más de las filas de los más educados, como aquéllos que tienen títulos de posgrado.
Una tabla mostraría una tendencia con forma de U, en la que los de menor y mayor logro educativo son los candidatos con mayor probabilidad de emigrar o de nunca regresar a su país una vez que hayan estudiado aquí. Tan pronto como el 2002, ya se sabía que el 30 por ciento de los mexicanos con el título de doctorado vive en los EE.UU. y que el 79 por ciento de los estudiantes de ciencias con becas gubernamentales nunca volvió a su país.
El punto del enfoque de reforma migratoria para Darrell West no es que el interés propio de desarrollo económico de nuestro país no se considere, sino que sí se ha considerado.
Además, ésta es una de esas veces en que los nativistas y los gritones de una sola frase deben darse por vencidos porque lo ganado y lo perdido no tiene que ver con la retórica, sino que lo que pende es si somos una nación que resuelve problemas o que desvía temas de envergadura.
Durante los debates de 1992 previos al Tratado de Libre Comercio Norteamericano, no se tocaron los temas de mano de obra ni de migración, hecho realizado como una concesión a los sindicatos y al asalto político contra el TLC de parte de H. Ross Perot durante la elección presidencial de aquel año. No se dio ningún enfoque para armonizar las economías norteamericanas. Perot alegó que los empleos estadounidenses huirían a México. En su lugar, también terminaron yéndose para la China y otros países de salarios reducidos. Nuestro fracaso nacional fue, finalmente, ponernos duros y formar la población largamente prometida de personas altamente educadas y competitivas mediante el sistema de escuelas públicas que compitieran por los mejores puestos, no los de medio término, de la economía mundial.
Mientras tanto, en los 15 años desde que se aprobara el TLC, el comercio con México ha aumentado en un 400 por ciento. El enorme sonido de chupe del que hablaba Perot no provenía del norte al sur sino al revés, con la llegada de muchas personas a participar de la economía estadounidense que pagaba seis veces la propia.
Los subsidios de la agricultura estadounidense han contribuido al fracaso de granjas mexicanas, con lo cual se impulsa más al norte la mano de obra agrícola. El transporte por camiones entre países sigue sin operar en una práctica poco amigable del libre comercio.
Los atentados del 11 de septiembre, 2001, alteraron fundamentalmente las actitudes estadounidenses a favor de una mentalidad de seguridad, resultando en congelar durante una década cualquier posibilidad de realizar una reforma migratoria a corto plazo.
La falta de progreso hacia mejores niveles de vida, después de verse tanta promesa, fue uno de aquellos factores decisivos que – a parte de la corrupción y la falta de reforma jurídica en México, las armas de los sindicatos de pandillas de los EE.UU. y la demanda del consumidor por los narcóticos – probablemente ha contribuido de manera importante a la juerga del terrorismo de crimen organizado que ha cundido el pánico en partes de nuestro país vecino.
No es poca cosa para el futuro de América del Norte. Pero el poner en orden nuestra casa implica empezar con la reforma migratoria, complementado con pagar la promesa del TLC. Estos dos aspectos van de la mano.
La opinión pública se ha visto desviada con lemas al estilo de Perot, lo cual, si te pones a pensar, tendría que causarte pavor.
[José de la Isla redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service y es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Su último libro, auspiciado por la Fundación Ford, se encuentra en versión digital gratuita en www.DayNightLifeDeathHope.com. Comuníquese con él a: joseisla3@yahoo.com].
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