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Más de 15 meses han pasado desde que el presidente Obama levantó la prohibición a compañías de telecomunicaciones de Estados Unidos de operar en Cuba, tras 50 años de embargo a dicha actividad empresarial. La instrucción presidencial fue presentada como parte de una nueva dirección que Obama pretendía alcanzar en las relaciones entre la isla caribeña y Estados Unidos; lo que permitía, entre otras cosas, la firma de convenios para servicios de rastreo (roaming) con proveedores locales de telefonía celular.

Además de crear oportunidades de negocio para compañías estadounidenses, Obama quería desarrollar "mecanismos para promover cambios positivos en Cuba". La medida pretendía expandir las comunicaciones entre ambos países y facilitar el libre flujo de información hacia el pueblo cubano.

A comienzos de este mes, la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba anunció que el país de 11,2 millones de habitantes tiene más de un millón de usuarios de teléfonos celulares, una cantidad que supera el número de consumidores con líneas telefónicas tradicionales. Si bien la isla todavía permanece al final de la lista de países con mayor alcance de telefonía celular en las Américas, la cifra representa un crecimiento tremendo. Hasta hace apenas tres años había sólo unos pocos miles de teléfonos móviles en Cuba, la mayoría en manos de extranjeros y funcionarios gubernamentales.

¿Una razón para premiar a la administración Obama? No exactamente. El uso de telefonía celular ya estaba en vertiginoso aumento cuando Obama llegó a la presidencia. Más allá de que algunos representantes de la industria hayan sido autorizados a viajar a Cuba para discutir oportunidades de negocios con funcionarios cubanos, hasta ahora ni una sola actividad comercial puede atribuírsele a la iniciativa en telecomunicaciones del mandatario estadounidense.

Resulta en cambio que el verdadero promotor ha sido el presidente cubano Raúl Castro. Pocas semanas después de tomar oficialmente las riendas de manos de su hermano Fidel en febrero de 2008, Raúl empezó a eliminar lo que veía como un "exceso de prohibiciones y medidas legales" permitiendo, entre otras cosas, la venta de celulares y computadores.

El gobierno cubano ha bajado paulatinamente el costo al consumidor del servicio celular para atraer más usuarios. Hoy en día, funcionarios locales aseguran que han firmado "cientos" de convenios de rastreo con proveedores de otros países; pero no de Estados Unidos.

Hasta ahora las compañías estadounidenses siguen de espectadoras mientras otras empresas aumentan su presencia en la isla. Claro está que Castro puede ser una razón clave para que esto sea así, pero hasta ahora representantes de la industria estadounidense aseguran que su principal obstáculo ha sido Washington y no La Habana.

Según el nuevo informe "Apoyo al pueblo cubano a través de la tecnología: Recomendaciones para lideres del sector público y privado", publicado conjuntamente por el Cuba Study Group, Council of the Americas and Brookings Institution, la orden ejecutiva de Obama no fue suficiente para despejar años de regulaciones y otros impedimentos en las agencias gubernamentales estadounidenses encargadas de hacer cumplir la ley.

Reguladores permitieron, por ejemplo, la exportación de dispositivos de comunicación como celulares, tarjetas SIM y computadores portátiles, pero únicamente si éstos son donados. Según acota el informe, existen más restricciones en materia de telecomunicaciones para exportar a Cuba que, incluso, a Birmania, Irán o Siria.

Robert Muse, un abogado de Washington experto en temas de comerciales con Cuba, aseguró que los reguladores tenían espacio para ser más atrevidos en su interpretación de la flexibilidad de los estatutos existentes y permitir una mayor participación estadounidense en el mercado cubano. No obstante, no le sorprende que Washington arrastre los pies. "La intensidad del embargo estadounidense a Cuba ha sido siempre único", afirmó en una entrevista.

Ello se debe, por supuesto, a consideraciones internas más que externas. La falta de ímpetu en Washington busca apaciguar al electorado, particularmente del sur de la Florida. Esos defensores a ultranza del embargo se rehúsan a apoyar cualquier acercamiento que pueda beneficiar al régimen de Castro.

Los autores del informe, incluido Christopher Sabatini del Council of the Americas, reconocen que la inversión estadounidense en telecomunicaciones probablemente le producirá divisas al régimen. Pero Sabatini, quien no está a favor de levantar el embargo en su totalidad, aseguró en una entrevista que el "análisis costo beneficio" demuestra que levantar ciertas restricciones beneficiará más a los cubanos que al régimen.

"El totalitarismo se beneficia con el aislamiento", asegura el informe. "Una vez que la tecnología se ha extendido, ésta tiende a favorecer al pueblo".

Aunque Cuba está apenas en los albores de un boom tecnológico, ya hay ejemplos distintivos de su impacto. A comienzos de este año, fotos de cuerpos demacrados y aparentemente golpeados empezaron a circular en redes sociales en Internet, lo que reveló las pobres condiciones en que al menos 26 pacientes en un hospital psiquiátrico murieron durante una ola de frío que afectó a la isla. Las autoridades habían prometido una investigación. Esperaban que todo terminara allí, pero las imágenes circularon por el mundo y expusieron las deficiencias del sistema de salud que es orgullo cubano.

Por inercia burocrática o falta de voluntad política, lo cierto es que Estados Unidos permanece al margen de la revolución cubana en telecomunicaciones. Y aquellos ilusionados por las promesas de una nueva dirección en las relaciones cubano-estadounidenses siguen esperando.

(Marcela Sánchez ha sido periodista en Washington desde comienzos de los noventa y ha escrito una columna semanal hace siete años.)

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