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Partidarios franceses celebran en el Arco del Triunfo después de que Francia ganara la Copa Mundial 2018 durante el partido final de la FIFA 2018 entre Francia y Croacia. EFE/EPA/IAN LANGSDON
Partidarios franceses celebran en el Arco del Triunfo después de que Francia ganara la Copa Mundial 2018 durante el partido final de la FIFA 2018 entre Francia y Croacia. EFE/EPA/IAN LANGSDON

Campeón del Mundo: política e inmigración minan la victoria de Francia en el Mundial

Francia es el campeón por segunda vez en la Copa Mundial de Fútbol, pero la heterogeneidad de su equipo ha puesto sobre el tapete el agudo debate migratorio…

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LYON.- El pueblo francés tuvo un intenso fin de semana de celebraciones. Desde tempranas horas del día viernes las calles se pintaban de azul, blanco y rojo, y los fuegos de artificio se empezaban a escuchar en las esquinas. La ansiedad por el partido final de la Copa del Mundo del día domingo no disminuyó la intensidad de la tradición revolucionaria del 14 de julio, cuando todos los franceses recuerdan la Toma de la Bastilla y el fin del Antiguo Régimen, pero, indudablemente, el protagonismo se lo llevaba la final contra Croacia del domingo a las 17:00.

A pesar de la fuerte lluvia en algunas ciudades, todos vestían los colores nacionales, banderas y gorros con el gallo tradicional francés, y se escuchaban en todas las esquinas “¡Vamos les bleus!”, “Allez!”

Cada uno de los goles era celebrado con cada fibra del cuerpo por blancos, latinos, árabes… cientos de personas que llegaron al país huyendo del estancamiento de las antiguas colonias, de la violencia y de la ausencia de oportunidades.

Cuando los jóvenes pintados enteros de azul, blanco y rojo gritaban “¡Quien no salte no es francés!”, un círculo multicultural se abrazaba de hombros y brincaba con una alegría que no distingue fronteras.

Y no es para menos, considerando que el equipo de fútbol francés, les bleus, son el ejemplo perfecto de lo que significa ser ciudadano de este país.

Mucho se debatió después de la victoria de 1998 sobre el fuerte componente migratorio de la selección de fútbol francesa, en especial por la división de opiniones en cuanto a la capacidad del país de recibir una insaciable cantidad de refugiados.

“El equipo de Francia es un símbolo que toca muchas capas de la sociedad. Un tema que es tan importante para tanta gente, que la política no puede dejar pasar inadvertido”, explicó el sociólogo Albrecht Sonntag, profesor de la Escuela Superior de Ciencias Comerciales de Angers, al diario Le Monde. “La sobreinversión simbólica, esta carga de representación de la nación por un equipo de fútbol, es consustancial con el fútbol. En el caso de les bleus, fue especialmente la victoria en la Copa Mundial de 1998 lo que provocó una explosión de interpretaciones e interpretaciones excesivas de lo que (ellos) representan. (Desde Raymond Kopa a Zinédine Zidane), este equipo se ha convertido en una ilustración, accesible al mundo, de lo que significa ser francés”.

Desde mediados de los años 90, el debate sobre el “francés original” y el francés venido de colonias transformó el lenguaje y la apreciación de la inmigración en el país, dividida entre quienes entendían el “azul, blanco y rojo” como un símbolo que no pertenecía a todos, y creando el “negro, blanco y mantequilla” para designar a los franceses hijos de inmigrantes que “no son tan franceses”.

Este divisionismo interno se ha agudizado con los años, en especial tras la crisis en Siria, los atentados terroristas y la impugnación de la derecha más extrema que aboga por el cierre de las fronteras, como pudo verse en el discurso presidencial de candidatos como Marine Le Pen en las elecciones presidenciales.

Pero, ¿quién habría ganado la Copa Mundial si se hubieran cerrado las fronteras?

En un país donde la población nacida en el extranjero representa el 11,6% de la población (7.6 de los 65.8 millones de habitantes), su victorioso equipo de fútbol cuenta con 14 jugadores de origen africano (Guinea, Mali, Senegal, Angola, Argelia y Marruecos) y dos son nacidos en el extranjero, a pesar de que un 61% de los ciudadanos franceses creen que “la política migratoria del país es muy laxa”, según los sondeos del mes de junio recuperados por France 24.

Asimismo, muchos de estos jugadores son musulmanes.

Para el especialista de inmigración, Pascal Blanchard, la heterogeneidad de la población francesa es precisamente su mayor fortaleza: “Estamos en una tercera o cuarta generación (de inmigración) que reivindica explícitamente sus particularidades culturales o religiosas, como su franqueza. Es esta generación la que va por la calle y te dice: ‘Mira, sí funciona: podemos ser negros, musulmanes y franceses, y hacer que Francia gane’”.

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