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El ex alcalde de San Antonio, Castro, dijo que el 12 de enero de 2019 se postularía para presidente en las elecciones presidenciales de 2020. (Elecciones, Estados Unidos) EFE/EPA/MICHAEL REYNOLDS
El ex alcalde de San Antonio, Castro, dijo que el 12 de enero de 2019 se postularía para presidente en las elecciones presidenciales de 2020. (Elecciones, Estados Unidos) EFE/EPA/MICHAEL REYNOLDS

Crónica de una campaña anunciada: Julián Castro quiere ser presidente

El ex alcalde de San Antonio y ex Secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano ha dejado muy claro que quiere ser presidente. ¿Cuál es su estrategia?

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Si un candidato Latino y demócrata le parece muy descabellado piense en esto: las elecciones de mitad de período dieron un giro radical gracias al aumento de la participación hispana en la votación, ¿por qué no tener un candidato con el que esta demografía se identifique?

Aunque la pregunta parece demasiado sencilla, sus connotaciones no lo son.

Desde hace un año que se rumorea una posible candidatura de Julián Castro para las presidenciales del 2020, elucubraciones alimentadas por declaraciones del joven político y por la desesperación del país porque este término presidencial se acabe.

Sin embargo, jugar la carta de la raza en un escenario político como el de Estados Unidos no viene sin consecuencias, especialmente cuando el contrincante número uno es Donald Trump.

Después de haber conformado su Comité de Acción Política “Oportunidad Primero”, Castro comenzó a esbozar públicamente sus perspectivas políticas cuando dijo a la Rolling Stone que “el país va en la dirección contraria y necesita un nuevo liderazgo”, insinuando que él sería el candidato ideal.

“La historia de muchas comunidades vulnerables a lo largo de los años ha sido que cada vez hay más oportunidades de avanzar”, decía. “No queremos retroceder, y eso es lo que parece que estamos haciendo ahora”.

Como quien suelta la verdad a cuentagotas, Castro dijo que “quizás sí” en un vídeo de campaña tácita durante el pasado mes de diciembre donde aseguró que “exploraba” una candidatura para presidente de los Estados Unidos en 2020.

Dicha exploración no duró más que un mes, y el ex alcalde anunció esta semana que “estoy postulándome a la presidencia porque es momento para un nuevo liderazgo, porque es tiempo para una nueva energía, y es momento de un nuevo compromiso para asegurar que las oportunidades que yo tuve estén al alcance de todos los estadounidenses”.

En un mitin político organizado en San Antonio (Texas), y pronunciado tanto en español como en inglés, Castro aseguró que su campaña contaría con varias prioridades de su partido, como un programa pre-kindergarten, la expansión del acceso a la atención médica, la lucha contra el cambio climático y, como es de esperarse, la oposición al presidente Donald Trump.

Julián Castro es conocido a nivel nacional por ser un joven “con alguna experiencia ejecutiva” dentro de los peldaños de popularidad del Partido Demócrata.

Después de su gestión como Secretario de Vivienda y Desarrollo dentro del gobierno de Barack Obama, el joven político fue considerado para incorporarse a la fórmula de campaña de Hillary Clinton en el 2016, lo que le catapultó definitivamente a las primeras planas.

Castro y su hermano gemelo, quien lidera actualmente el Caucus Hispano en el Congreso, han enmarcado su carrera política en la historia de su familia: inmigrantes mexicanos y activistas políticos en el corazón de Texas.

Su experiencia como alcalde de San Antonio le otorga ventaja con respecto a otros posibles contrincantes – Elizabeth Warren y Kamala Harris, por ejemplo – y fue precisamente su distancia con la “política de identidad” lo que permitió su lento pero asegurado ascenso, según explica Vox.

Pero no todo es color de rosa, mucho menos en política.

Castro deberá enfrentar lo que se prevé como las primarias demócratas más concurridas en muchos años y en un país profundamente dividido en múltiples bandos pues, quien crea que Estados Unidos es azul o rojo no ha estado prestando mucha atención.

El joven político deberá enfrentar la embestida de una maquinaria política sumamente agresiva, como lo es la de Donald Trump, y asimismo deberá ganarse el apoyo de quienes no se identifican en bandos de colores sino en grupos con necesidades.