Un peruano infiltrado en el conflicto Cataluña-España
El escritor peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura, se ha posicionado en contra del movimiento independentista catalán.
El escritor peruano Mario Vargas Llosa llegó a Barcelona por primera vez en 1958, con 29 años. El autor, que entonces era apenas conocido, llegó desde Lima en barco, con intención de tomar al día siguiente un tren a Madrid, donde continuaría sus estudios en la universidad Complutense. Pero el día que pasó en Barcelona se le quedó grabado para siempre. En sus memorias, Vargas Llosa recuerda que se pasó el día entero paseando emocionado por sus calles, con el libro Homenaje a Cataluña de George Orwell en la mano, que había leído en alta mar. Fue tal el impacto que le causó ese primer encuentro con Barcelona, que años más tarde decidió volver y quedarse un tiempo en una ciudad que, según él, era “bella y culta y la más divertida del mundo”.
De eso ha ocurrido ya mucho tiempo y ahora parece que a Vargas Llosa, afincado en Madrid y emparejado con la estrella de las revistas del corazón y exmujer de Julio Iglesias, Isabel Preysler, no le gusta la deriva nacionalista que ha tomado en los últimos años su querida Barcelona.
A través de sus artículos en El País y sus comparecencias públicas en manifestaciones y protestas en pro de la unidad de España, Vargas Llosa se ha convertido en uno de los principales críticos del movimiento separatista catalán, que tuvo su punto álgido en la celebración del polémico referéndum de independencia el pasado 1 de octubre.
Y para asegurarse de que su rechazo al nacionalismo catalán – fenómeno que, según el autor, es responsable de que Barcelona haya perdido la esencia progresista y rompedora que tuvo en la década de los 60 y 70, cuando él vivió allí - tiene algún tipo de impacto en la sociedad, Vargas Llosa ha decidido respaldar a un partido político que defiende la unidad de Catalunya dentro de España: Ciutadans (Ciudadanos).
“Ciutadans es la negación del nacionalismo; este partido, una de las mejores expresiones de la democracia en el siglo XXI, porque el nacionalismo es reaccionario y contrario a los valores europeos”, dijo Vargas Llosa en un acto para respaldar a Inés Arrimadas, candidata de Ciutadans a las elecciones catalanas el próximo 21 de diciembre.
“El día que Arrimadas sea presidenta de la Generalitat (el gobierno catalán), “habremos derrotado el nacionalismo y habremos mostrado la verdadera tradición democrática, progresista de Catalunya”, añadió Vargas Llosa en el acto de campaña de Ciutadans.
Las elecciones anticipadas del próximo 21-D se celebran en un clima enrarecido, incluyendo candidatos encarcelados, y de gran crispación entre Barcelona y Madrid.
Para entender el contexto en que se celebran las votaciones de este jueves hay que remontarse al polémico plebiscito separatista del 1 de octubre, convocado por el Parlamento catalán, que entonces estaba dominado por una mayoría de fuerzas independentistas.
La convocatoria del referéndum, así como la aprobacion de una ley que daba vía libre a una declaración unilateral de independencia, fueron consideradas ilegales en todo momento por el gobierno español del primer ministro Mariano Rajoy. Un gobierno que en los últimos cinco años no ha querido sentarse a dialogar con los nacionalistas catalanes, ni ceder a ninguna de sus peticiones de mayor soberanía fiscal y política, a pesar de las multitudinarias manifestaciones separatistas que tenían lugar cada año en Barcelona.
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Lo que ocurrió el día 1 de octubre fue inaudito. El gobierno central trató de impedir el referéndum mediante la represión policial. Las imágenes de la policía española aporreando a los votantes en los colegios electorales de Catalunya dieron la vuelta al mundo gracias a la cobertura de la prensa internacional, mientras que la televisión pública española (TV1) decidió no emitir lo que estaba ocurriendo.
Los meses siguientes al polémico referéndum han marcado un punto de inflexión en las relaciones Catalunya-España. El gobierno de Mariano Rajoy siguió sin ceder un milímetro a las peticiones de diálogo de los nacionalistas catalanes. Al contrario: siguió aferrado a la idea de que la convocatoria de un referéndum separatista y la posterior declaración de independencia llevada a cabo por el parlamento catalán fueron un claro atentado contra la Constitución española. De esta manera, en Madrid se acordó aplicar el artículo 155 de la Constitución, que permite suspender las instituciones de poder en Catalunya y destituir al gobierno regional entero, y convocar elecciones anticipadas en Catalunya el 21 de diciembre.
Para añadir más leña al fuego, los miembros del gobierno catalán en pleno fueron acusados de rebelión, sedición y malversación de caudales públicos, delitos que podrían acarrearles hasta 30 años de cárcel. El presidente catalán depuesto, Carles Puigdemont, y otros siete consejeros de la Generalitat, huyeron a Bruselas para llamar la atención de la Unión Europa y todavía no han comparecido ante el juez.
Para el resto de miembros del gobierno cesado que sí que se presentaron a la primera vista del juicio en Madrid, las cosas fueron peores: los siete consejeros vieron cómo la juez de la Audiencia Nacional ordenaba contra ellos cárcel preventiva, despertando indignación entre buena parte de la sociedad catalana, que los considera presos políticos. Dos semanas después, todos han sido puestos en libertad bajo fianza excepto el vicepresidente cesado, Oriol Junqueras, número dos de uno de los partidos nacionalistas que se presentan a las elecciones del 21D. También están en prisión preventiva los presidentes de dos organizaciones civiles catalanas que premueven el separtismo (Assamblea Nacional y Omnium Cultural). Jordi Sanchez y Jordi Cuixart están acusados de delitos de sedición por haber convocado una manifestación pacífica frente a un edificio del gobierno catalán, bloqueando la salida de unos agentes de las fuezas del orden españolas que llevaban a cabo un registro policial en busca de pruebas sobre la organización del referendum.
A pesar de su "exilio" en Bruselas, el presidente cesado Puidgemont ha decidido presentarse como candidato número en la lista de su partido. Si gana y es investido presidente, tendrá que volver a pisar territorio español, y es probable que termine en la cárcel. En varias entrevistas, Puigdemont ha llamado estas elecciones "un pebliscito al artículo 155".
Máxima incertidumbre, pues, sobre las consecuencias de estas elecciones. ¿Qué ocurrirá en Catalunya si vuelven a vencer por mayoría las fuerzas separatistas? ¿Aceptará el gobierno central el resultado que dicten las urnas o volverá a apretar el botón del 155? Lo que está claro es que las pasiones van a llenar las urnas. Se espera una participación récord, superior al 81%.
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