Rescata la tradición del tallado de aves de Puerto Rico

La artesana Graciela Collazo González ha rescatado la tradición con unas obras con las que, al mismo tiempo, perpetua el legado de su padre.           

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La artesana Graciela Collazo González ha rescatado la tradición del tallado en madera de aves en peligro de extinción en Puerto Rico con unas obras con las que, al mismo tiempo, perpetua el legado de su padre.

Esta tradición la heredó de su padre Elpidio Collazo González, quien fue el principal exponente de esta práctica artesanal en la isla.

"Cuando lo veía tallar me explicaba el proceso hasta que se adentraba en el mundo de esa pequeña ave. Así que esa ave tenía en cierta medida una historia que contar", recordó la artesana.

"Decía mi padre que cada vez que sacaba un ave de un pedazo de madera se trataba de un alma que liberaba", añadió.

Conocido con el nombre indígena Maboití, Elpidio fue embajador de la cultura puertorriqueña por lo que recibió un sinnúmero de reconocimientos por sus más de 300 obras.

Prominentes figuras como el entonces presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, y el escritor argentino Jorge Luis Borges, entre otros, poseyeron piezas del artesano.

Elpidio falleció hace tres años, a la edad de 70, y su legado ha quedado ahora en manos de su hija, quien asegura que al convertirse en adulta entendió el verdadero significado del tallado en madera de las aves.

"Al adentrarme en este proceso, pude descubrir muchísimas cosas. Pude descubrir lo difícil que es, y también la apertura que uno encuentra al estar en comunicación con la naturaleza, con el arte mismo y con la belleza de las aves", señaló.

Collazo quiere crear conciencia en el público y dar a conocer a las aves endémicas de Puerto Rico como el guaraguao, la cotorra, el falcón, el pájaro bobo, el pitirre, el ruiseñor, el zumbador y la reinita, entre otras.

De su padre, la joven artesana aprendió todas las técnicas que utiliza en su taller, ubicado en la ciudad de Jayuya, al centro de Puerto Rico.

En el lugar, reposan decenas de artesanías que parecen cobrar vida por la similitud casi exacta que tienen con las aves.

Dotada de gran paciencia y cuidado, Collazo esculpe cada detalle, línea y pluma del ave.

"Si un ave es pequeña puede tomar hasta un mes y medio en terminarla. Si es un ave intermedia, dos meses. Y si estamos hablando de trabajos grandes, como por ejemplo la talla de un guaraguao que es una de nuestras aves más grandes, puedes tardar entre siete meses a un año. Depende del tiempo que se le dedique", explicó.

Esto se debe a que el proceso para tallar un ave es complejo.

Según Collazo, primero se selecciona la madera. Luego, se recrea un boceto del ave para traspasarlo al pedazo de madera. Se corta y se esculpe.

Una vez terminado este proceso, se utilizan lijas y pinturas para su terminación. Como último paso, se escoge la base o raíz donde descansará el ave.

Collazo comenzó a trabajar con su padre a los 15 años. Sin embargo, aseguró que en aquel momento, no estaba entre sus planes continuar los pasos de su papá.

Fue en el año 2003 cuando talló un pequeño San Pedro, que decidió entrar de lleno al mundo del tallado. Desde entonces, dedica su tiempo a capturar en madera la imagen de las aves, cuyo valor asciende a más de 1,500 dólares por pieza.

En todo este proceso, Collazo descubrió a su verdadero padre, quien asegura se convirtió en maestro y amigo.

"Él era más que un personaje. Empecé a ver un hombre, un artista y una persona más relacionada con Dios, un ser espiritual en este proceso", explicó.

Collazo reconoce que extraña a su padre, quien le mostró el camino para descubrir su pasión.

"Porque en cada ave que se despierta a través de ese pedazo de madera, sé que él está. Así que su legado continúa al abrir yo ese pedazo de madera y darle forma y vuelo", aseguró la artesana.

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