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El presidente Donald Trump gesticula después de llegar a la Base de la Guardia Nacional Aérea Luis Muñez en San Juan, Puerto Rico, el martes 3 de octubre de 2017 después del huracán María. (Foto AP/Evan Vucci)
El presidente Donald Trump gesticula después de llegar a la Base de la Guardia Nacional Aérea Luis Muñez en San Juan, Puerto Rico, el martes 3 de octubre de 2017 después del huracán María. (Foto AP/Evan Vucci)

Trump y Puerto Rico: ¿racismo endógeno?

El intento de la Administración por negar fondos a la recuperación de la Isla pareciera evidenciar la abismal distancia entre este gobierno y lo que tenga que…

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El racismo tiene un papel importante en la trayectoria de esta Administración.

No sólo porque el actual presidente haya decidido inaugurar su campaña con nefastas declaraciones contra los inmigrantes mexicanos, sino por el coqueteo perenne con el nacionalismo blanco y la guerra contra la corrección política.

Tan sólo hace algunos días, el representante de Iowa, Steve King, decía sin miramientos que “no había nada ofensivo en el nacionalismo blanco”, y pretendía invertir el discurso del racismo en un país donde la segregación sigue siendo latente.

En el mismo suelo de la Cámara de Representantes esta semana se escuchó un “devuélvete a Puerto Rico” por parte del representante Republicano Jason T. Smith contra el demócrata Tony Cárdenas que esperaba su turno para hablar, haciendo eco del efecto que ha tenido el fenómeno Donald Trump en el país.

Pareciera que cualquier cosa distinta al hombre blanco heterosexual ha perdido su derecho y lugar ante los ojos del republicanismo acérrimo.

Y si aún quedaban dudas, la renuncia de Pam Patenaude, subsecretaria del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD), de la agencia esta semana fue la prueba definitiva del desconocimiento que hace el gobierno de las personas de color en el país.

Según reportó el Washington Post, Patenaude tomó la decisión de abandonar el puesto después de “desacuerdos con otros miembros de la administración Trump sobre la política de vivienda y el intento de la Casa Blanca de bloquear el dinero de recuperación de desastres para Puerto Rico”.

Aunque Patenaude argumentó “razones personales”, fuentes dentro de la agencia aseguraron que el peso de las decisiones había podido más que su voluntad para servir en el Departamento.

Desde el otoño pasado, la secretaria manifestó su preocupación por las decisiones de la Administración en cuanto a Puerto Rico después de que el presidente se indignara “erróneamente” al malentender que la isla estuviera “usando dinero de emergencia para pagar su deuda”.

Según agrega el Post, Trump dijo a John Kelly y a Mick Mulvaney en ese momento que “no quería que un solo dólar fuera a Puerto Rico”, sino que prefería “más dinero para Texas y Florida”.

La postura del presidente es indicativa de varias cosas al mismo tiempo: no sólo se deja llevar por suposiciones erróneas sin revisar dos veces los hechos, sino que es un mandatario que toma decisiones basándose en prejuicios arcaicos.

Para nadie es secreto su antipatía por la comunidad hispana, pero el desconocimiento de los puertorriqueños como americanos es mucho más agravante.

El paso del Huracán María por la Isla demostró el fallo administrativo cuando de enfrentar emergencias se trata, evidenciado por la falta de recursos, la ineptitud administrativa y la omisión de cifras reales que demostraban la gravedad del asunto.

La partida de Patenaude – considerada por muchos como uno de los últimos eslabones de competencia en la administración y, según Vanity Fair “una de las pocas personas a quienes realmente le importaba el hecho de que Puerto Rico fuera territorio estadounidense” – es la última prueba de que servir al país y a Donald Trump al mismo tiempo es virtualmente imposible.