Alexandria Ocasio-Cortez: Millennial, latina y… ¿socialista?
“Nadie en Estados Unidos debería ser demasiado pobre para vivir.”
Si no sabe quién es Alexandria Ocasio-Cortez, ha llegado el momento de conocerla y acostumbrarse a su nombre, pues esta joven candidata demócrata de 28 años vino para quedarse.
En los tiempos que corren, donde la corrección política parece estar desapareciendo de la escena política nacional y los partidos tradicionales se disputan las sobras de cada desastre presidencial, una voz distinta no sólo sorprende sino que es alegremente recibida.
Esto fue lo que sucedió durante las elecciones primarias demócratas en Nueva York el pasado mes de junio, cuando las portadas de los medios se llenaron con la imagen de una joven candidata latina sorprendida por su repentino triunfo contra un representante demócrata que había ocupado el puesto desde hace 10 períodos.
Su nombre es Alexandria Ocasio-Cortez, y se ha transformado en el referente de quienes quieren un país distinto, y en la “amenaza” más importante para el establishment conservador estadounidense.
El país está acostumbrado a que existan distancias kilométricas entre lo que los ciudadanos necesitan y los oídos de quienes les representan en el gobierno.
Pero, ¿qué sucede cuando una ciudadana que comprende “de verdad” sus necesidades se transforma en candidata?
Esta es la historia de Alexandria Ocasio-Cortez, nacida en el Bronx, en la ciudad de Nueva York, el 13 de octubre de 1989.
Hija de una puertorriqueña del Bronx, Alexandria creció en el barrio de Parkchester hasta la edad de 5 años, cuando su familia se mudó a un suburbio más próspero del Condado de Westchester para que su hija pudiera acceder a una mejor educación, pero sin perder nunca las raíces con su primer hogar. Su padre era un arquitecto nacido en una familia humilde del South Bronx.
Desde la Yorktown High School hasta las Sesiones Legislativas Juveniles del National Hispanic Institute, Ocasio-Cortez se formó como cualquier otra niña latina en Estados Unidos, testigo de las diferencias y las paradojas que implica crecer en un país fuertemente dividido.
Su vocación fue aclarándose al ingresar a la Universidad de Boston y trabajar como pasante en la oficina de inmigración del Senador Ted Kennedy, para finalmente egresar con un título en Economía y Relaciones Internacionales.
Pero cada día, cada trayecto de vuelta al barrio, cada esquina, le hacían reconocer el valor y la complejidad de la “clase trabajadora” estadounidense, un trasfondo del que se enorgullece y que ha sido el epicentro de su campaña política.
“Desde joven Alexandria entendía la desigualdad económica,” reza el texto de su campaña. La joven reconoció en sus tantos trayectos entre su escuela en Yorktown y el Bronx cómo “el código postal de un estudiante determina su futuro”.
La propia Cortez ha reconocido en su campaña que su mudanza del Bronx a un barrio próspero como Yorktown Hights, en Westchester County, donde pudo atender una escuela de secundaria de mejor nivel, es un ejemplo de “cómo el código postal de un estudiante determina su futuro”.
“El trayecto que separa el Bronx de Yorktown representa las diferencias de calidad de vida entre diferentes regiones de Nueva York y las diferencias en calidad de educación, oportunidades económicas y recursos médicos”.
Puede que la victoria presidencial de Donald Trump haya convencido a todos aquellos ciudadanos de este país que sostienen que el dinero todo lo puede. Pero para quienes cada centavo cuenta, transformar la dirección y la faceta de su comunidad supone un esfuerzo humano.
A tan sólo dos años de graduarse − en ese momento clave en el que los jóvenes comienzan a perfilarse como profesionales −, Ocasio-Cortez tuvo que enfrentarse a la muerte de su padre, víctima de un cáncer de pulmón, y juntar fuerzas junto a su familia para sobrevivir.
Luego de graduarse, Ocasio-Cortez decidió arremangarse la camisa y poner manos a la obra, ayudando a su madre – quien trabajaba limpiando casas y conduciendo autobuses – y volviendo al Bronx para trabajar como barista y mesonera.
“Simplemente, no podíamos mantener nuestra vivienda y teníamos banqueros yendo a la acera de enfrente y tomándole fotos a nuestra casa”, recordó la candidata en un acto de campaña reciente.
Después de vender la casa a precio de crisis, su madre y su abuela debieron mudarse a Florida, y Alexandria se quedó en Nueva York para unirse al movimiento político de Bernie Sanders.
Cuando se conocen las necesidades de los ciudadanos “de a pie” por haberlas vivido en carne propia, las opciones son dos: dejarse llevar por el sistema o combatirlo.
Ocasio-Cortez decidió optar por lo segundo.
Gracias al financiamiento del Sunshine Bronx Business Incubator, la joven logró crear una editorial de literatura infantil inspirada en la realidad de su barrio, a la que llamó Brook Avenue Press.
Asimismo, incursionó en el terreno de la Educación a través del National Hispanic Institute, lo que le permitió ponerse en contacto directo con su comunidad, ya no como ciudadana común, sino como alguien con vocación para el cambio.
Fue después de sufrir un obstáculo en su proceso de votación para las primarias del 2016, que Ocasio-Cortez decidió sumarse a la campaña presidencial de Bernie Sanders y abrazar el sistema de política de base: yendo de puerta en puerta para convencer a los votantes con sus dos únicas armas: sus ideas y el contacto humano.
La victoria de Donald Trump no le desanimó y decidió viajar por el país visitando lugares clave como la reserva indígena de Standing Rock, donde su vida daría un giro importante al entender la realidad de la lucha social contra el oleoducto de Dakota:
“Una activista que conoció en Standing Rock (…) le dijo que el campamento necesitaba más mujeres. Así que la joven, de entonces 27 años, junto a dos amigos, crearon una página en GoFundMe, llenaron un auto con suministros y se dirigieron a Dakota del Sur”, reportó recientemente Mother Jones.
Ocasio-Cortez convivió “durante semanas” con los activistas de conservación del agua de Standing Rock, con la firme convicción de “tener una idea en primera persona de lo que pasaba en el país”.
Lo que descubrió allí fue, una vez más, que el poder económico organizado seguía aprovechándose de los ciudadanos.
Fue entonces cuando el director ejecutivo de Brand New Congress la contactó y compartió con ella su misión de “entrenar a una lista de candidatos a las primarias” desde la bancada progresista del partido Demócrata, inspirados en las ideas del senador Sanders.
¿La estrategia? Trabajar desde la base hacia arriba, dando voz a los que han sido silenciados por demasiado tiempo.
“No se supone que las mujeres como yo se lancen a la política”, dice Ocasio-Cortez en su vídeo de campaña después de anunciarse su candidatura, en mayo del 2017. La joven hablaba por primera vez a un público más amplio sobre su proyecto político para el distrito 14 de Nueva York (que incluye partes de Queens y el Bronx).
Su reto era ganar al presidente del Caucus Demócrata, Joe Crowley, en las elecciones primarias. Cowley era retado por primera vez en años.
Se trataba de una batalla de David contra Goliat, pero la joven no dudó un segundo de su estrategia.
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“La verdad es que no puedes derrotar al dinero con más dinero”, dijo durante su campaña. “Tienes que ganarle con un juego totalmente distinto”.
Su plan estuvo enfocado al estudio y diseño de políticas de base “que pongan a las personas por encima del partido”, dirigiendo el foco del dinero que alimenta la campaña hacia las necesidades de quienes votarán por ella.
La joven latina se describe a sí misma como “demócrata socialista”, respaldando medidas como una cobertura médica para todos, educación universitaria sin matrícula y poner fin a la privatización de las prisiones.
Asimismo, ha reforzado sus posturas medioambientales, apoyando radicalmente la energía 100% renovable, y ha sido una de las voces que ha clamado por la abolición de la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE), a la que ha calificado como “una agencia de orden público que va adoptando un tono paramilitar más fuerte cada día”.
Se le ha visto en las manifestaciones contra los centros de detención para niños inmigrantes separados de sus padres y ha apoyado el juicio político contra el presidente Trump.
Durante su campaña, Ocasio-Cortez se negó a recibir dinero de Comités de Acción Política. De los $200,000 en donaciones que obtuvo, 75% eran “contribuciones individuales”.
A medida que la campaña avanzaba, la diferencia entre ambos candidatos demostraba la fuerza de la propuesta de la joven latina.
Mientras Alexandria caminaba por las calles de su barrio, hablaba con las personas y difundía su mensaje a través de las redes sociales, Crowley (quien no vive en el distrito) evitaba el debate público con la candidata; enviando incluso, en una ocasión, a una concejal latina en su lugar.
El uso a fondo de las redes sociales, su identificación como “una de nosotros” y su distanciamiento del “elitismo” político que representa Crowley, así como el trabajo de un equipo de campaña consolidado en la idea del contacto humano, fueron las claves de su éxito inesperado.
Mientras su contrincante recibía el apoyo de senadores, alcaldes, funcionarios locales y gran parte de las organizaciones pro-demócratas, Ocasio-Cortez despertó el apoyo de grupos fuertemente progresistas y organizaciones de derechos civiles (MoveOn, Justice Democrats, Brand New Congress, Black Lives Matter, etc.), y finalmente, el 26 de junio, los resultados de las elecciones primarias demócratas para el distrito 14 de Nueva York dieron a Ocasio-Cortez la victoria, con un impactante 57.13% de los votos, versus un 42.5% que apoyaba al candidato de siempre.
Tras su éxito, el nombre de Alexandria Ocasio-Cortez se diseminó rápidamente por todas las redes, titulares e incluso shows nocturnos.
Su mensaje seguía siendo claro: “Esto no es el final, esto es el principio. Esto es el principio porque el mensaje que mandamos al mundo [con la victoria] es que no está bien poner a contribuyentes [de tu campaña] por encima de tu comunidad”, dijo la candidata a sus seguidores después de la victoria.
“Ustedes le han dado esperanza a este país, le han demostrado a este país que cuando tocamos la puerta del vecino, cuando llegamos a su casa con amor, cuando le hacemos saber que, sin importar su postura, tú estás allí para ellos, entonces podemos lograr un cambio”.
Pero la población estadounidense sigue intrigada ante la figura natural y humana de una joven que sabe usar las palabras y los canales para hacerlas llegar lejos, y entre admiradores y críticos, su nombre está en todas partes.
Desde su victoria, ha sido foco de críticas por describirse a sí misma como “socialista”, una etiqueta que pone los pelos de punta a medio país. Al ser interpelada, Ocasio-Cortez respondió naturalmente: “[El socialismo] es la participación democrática en nuestra dignidad económica, social y racial”, dijo a Vogue.
Su incorporación a las filas de los Socialistas Democráticos de América le ha garantizado el ataque perpetuo de representantes y políticos republicanos, pero sus argumentos siguen inamovibles: “Para mí el socialismo democrático es un principio en el que, en una sociedad moderna, moral y adinerada, ninguna persona en Estados Unidos debería ser demasiado pobre para vivir”, le dijo al presentador de The Late Show, Stephen Colbert.
Alexandria Ocasio-Cortez representa a una comunidad, una generación y un estrato social de este país que se cansó de pedir y recibir migajas de los partidos establecidos; ella ha despertado la esperanza de quienes saben que Estados Unidos es una nación creada por inmigrantes, impulsada por su heterogeneidad y con principios profundos de justicia social.
La dimensión de su efecto se verá en las elecciones del mes de noviembre contra el republicano Anthony Pappas, en un distrito donde existen seis demócratas registrados por cada republicano.
Así pues, es muy probable que Alexandria Ocasio-Cortéz se convierta en la mujer más joven elegida en la Cámara de Representantes de la historia del país, y en el primer eslabón del cambio radical que necesita la política estadounidense.
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