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Jueces de minorías hacen olas en el Supremo

La designación de afroamericanos, mujeres, y ahora una hispana en la Corte Suprema ha planteado interrogantes sobre la dinámica interna a la hora de tomar…

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WASHINGTON -El Juez Thurgood Marshall, primer negro miembro de la Suprema Corte, concluyó sus 24 años de servicio amargado y frustrado. Declaró que no había podido convencer a sus colegas en muchos casos que implicaban igualdad racial, causa a la que dedicó toda su vida.

“¿Qué saben ellos de los negros?”, preguntó Marshall a un entrevistador. “No me puede nombrar a un solo miembro de esta corte que supiera algo sobre los negros antes de llegar aquí.”

Pero los demás jueces sí llegaron a conocer a Marshall e incluso los más conservadores reconocieron que su mera presencia ejercía una fuerza gravitatoria más fuerte que su simple voto.

“Marshall constituía una fuerza persuasiva sólo por estar presente”, declaró el juez Antonin Scalia a Juan Williams, en una entrevista para una biografía de Marshall, refiriéndose a las conferencias privadas de los jueces acerca de los casos. “El no tenía que abrir la boca para afectar la naturaleza de la conferencia y la seriedad con que se tomaran los asuntos de raza.”

El presidente Barack Obama designó a la juez Sonia Sotomayor para la Suprema Corte, donde ella será la primera hispana y la tercera mujer. Esto ha suscitado interrogantes sobre la influencia que tendrán sus antecedentes en su toma de decisiones. Pero también hay otra pregunta: ¿Cómo alterará ella la dinámica que existe entre los jueces?

La primera mujer en la corte, la jueza Sandra Day O’Connor suele decir que los hombres sabios y las mujeres sabias llegan a las mismas conclusiones. Pero la investigación empírica sobre las apelaciones judiciales federales apuntan en otra dirección.

En casos de discriminación sexual y de acoso sexual, de acuerdo con un estudio realizado por Jennifer L. Paresie en The Yale Law Journal, en 2005, “las juezas tenían significativamente más posibilidades que los jueces de fallar en favor de quienes se quejaban”.

El hallazgo quizá más sorprendente de este estudio es que “la presencia de una jueza aumenta significativamente la probabilidad de que, en un panel de tres jueces, un hombre apoye a quien presenta la queja en esos casos”. En efecto, “los paneles en los que había una mujer decidieron los casos en favor de quien se quejaba  más de dos veces más que los paneles de puros hombres”.

Un estudio de la Columbia Law Review del año pasado encontró un efecto similar en los casos sobre derechos civiles. “Cuando un juez blanco sesiona en un panel con al menos un juez afroamericano, tiene más o menos 20% más posibilidades de fallar” una violación a los derechos, concluye el estudio, dirigido por Adam B. Cox y Thomas J. Miles.

En una entrevista, Paresie, abogada de Washington, previno sobre las extrapolaciones hacia la Suprema Corte de los estudios de los tribunales de apelación. “Quizá un panel de nueve es diferente de uno de tres”, explicó Paresie.

La jueza Ruth Bader Ginsburg, la segunda mujer que sesiona en la Suprema Corte y actualmente la única, dijo que ella y O’Connor, que la precedió, aportaban un punto de vista diferente en la corte.

“Por mucho que disintiéramos la jueza O’Connor y yo, pues ella es una auténtica republicana de Arizona, estábamos juntas en todos los casos por discriminación sexual”, declaró recientemente Ginsburg a Joan Biskupic de USA Today.

Pero Ginsburg aclaró que no era segura su influencia durante las conferencias de los jueces en cualquier tipo de caso. “Yo digo algo -- y no creo ser una oradora enredada -- y no es sino hasta que alguien más dice lo mismo, cuando todos se enfocan en ese argumento”, afirmó.

Mark Tushnet, profesor de derecho en Harvard y autoridad en la Suprema Corte, aseguró que la llegada de O’Connor a la corte “sí afectó la forma en que responden otros jueces”.

“Son personas de edad”, agregó Tushnet. “No se las han visto con mujeres desde un punto de vista profesional en general.” Igualmente, indicó, “muy pocos de los jueces actuales han interactuado como iguales con profesionales hispanos.” En cierto sentido, todos los jueces llevan sus experiencias al estrado, por supuesto, y los jueces Marshall, O’Connor y Ginsburg parecían dedicarle atención especial a los casos que implicaban los grupos a los que pertenecen.

II parte

En 1992, O'Connor escribió en unas memorias que Marshall "continuamente estaba presionándonos y estimulándonos para responder no sólo a la fuerza de persuasión de los argumentos legales sino también al poder de la verdad moral". Recordó las conmovedoras historias que contaba Marshall para apoyar su opinión de que el racismo desempeñaba un papel pernicioso en la administración de la pena capital.

No está claro, empero, que alguna de esas anécdotas hiciera que O'Connor cambiara de opinión. "La jueza O'Connor no tenía tanta empatía por los casos de derechos civiles raciales como la tenía por los de sexo", aseguró Lawrence Baum, profesor de ciencias políticas de la Universidad Estatal de Ohio.

El juez Clarence Thomas, el segundo afroamericano en la corte, es el juez más conservador desde 1937, en ciertos sentidos, mientras que Marshall fue el más liberal. "Thomas es la prueba viviente y un recordatorio cotidiano de que no todos los que tienen un mismo antecedente tienen el mismo punto de vista", explica David J. Garrow, historiador de la Universidad de Cambridge, Inglaterra.

Sotomayor atrajo la atención por un discurso en 2001 acerca del efecto que sus antecedentes tendrían en su toma de decisiones. Un vocero de la Casa Blanca aseguró el viernes pasado que esas observaciones fueron una mala elección de palabras.

"Yo esperaría que una mujer latina inteligente, con la riqueza de su experiencia, alcanzara una mejor conclusión que un hombre blanco que no hubiera tenido esa vida", dijo Sotomayor.

Y en un pasaje menos destacado agregó que incluso los grandes de la corte, como el juez Benjamin Cardozo, el segundo juez judío, habían tropezado en ocasiones. "No olvidemos que hombres sabios como Oliver Wendell Holmes y el juez Cardozo votaron en casos que apoyaron la discriminación sexual y racial en nuestra sociedad", señaló Sotomayor.

Empero, muchos jueces dicen que la ley es una serie de principios neutros que pueden aplicarse mecánicamente y que no deben de variar según el juez que los esté aplicando.

El juez Felix Frankfurter, al disentir en una decisión que echó abajo una ley que requería a los estudiantes saludar a la bandera, en 1943, les recordó a sus colegas que él, como judío, era miembro de "la minoría más vilipendiada y perseguida en la historia" y, por ende, proclive a simpatizar con una interpretación amplia de las libertades garantizadas por la constitución. "Pero como jueces, no somos ni judíos ni gentiles, ni católicos ni agnósticos", advirtió.

Los casos que tengan especial resonancia entre los hispanos quizá no tengan tanto relieve como los que se refieren a la religión, a la raza y al sexo, pero, no obstante, la Suprema Corte habrá de enfrentarse a varios de ellos en los años por venir, particularmente en las áreas de inmigración, ley electoral y educación de idiomas en las escuelas públicas.

La presencia de una juez hispana, señaló Tushnet, tendrá el efecto acostumbrado. "Cada vez que hay un juez nuevo, los demás tienen que preguntarse cómo reaccionará el recién llegado si dicen esto o lo otro", precisó. Esta no es sólo la opinión de alguien externo. David H. Souter, el juez a quien Sotomayor espera reemplazar, afirmó que la llegada de una nueva perspectiva judicial necesariamente perturba las perspectivas existentes en un tribunal.

"Cualquiera que se haya sentado al estrado con otros jueces sabe que se supone que éstos se influyen mutuamente, y así es", indicó Souter en su desacuerdo en un caso que implicaba la pena de muerte, en 1998. "Uno puede ver algo que los demás no ven y entonces todos echan un nuevo vistazo."