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Hazleton, espejo de una nación
El Censo 2010 arrojó cifras contundentes sobre el crecimiento de los latinos y evidencian, en algunas áreas, la inutilidad de políticas anti–inmigrantes. El…
Hazleton, la pequeña ciudad del norte de Pensilvania que en el 2006 entró en los libros de historia de Estados Unidos por aprobar la primera ordenanza anti–inmigrante del país, desatando una oleada de políticas similares en más de cien ciudades, también es un reflejo de la inutilidad de estas políticas para detener la inmigración de los hispanos, pues su población latina, como en el resto de la nación, se incrementó de manera vertiginosa en los últimos diez años.
Según las cifras del Censo 2010, 45 millones de hispanos residen en Estados Unidos, lo que representa un aumento del 28 por ciento con respecto al 2000. De mantenerse esta tendencia, para mediados del siglo XXI la población de origen latinoamericano se triplicaría, llegando a 130 millones, lo que equivaldría a un tercio de la población total del país.
El mismo fenómeno, en una escala reducida, se ha producido en Hazleton, lo cual tiene un simbolismo especial por tratarse del que fuera epicentro de las políticas anti-inmigrantes en el país. El incremento de hispanos allí resuena como un grito de resistencia por toda la nación: " ¡No nos van a correr, no nos van a intimidar!".
Según una encuesta que la Oficina del Censo de los Estados Unidos hace cada cinco años, la población hispana de Hazleton se incrementó más de cuatro veces desde el 2005, pasando de 1.132 a 5.207, lo que representa el 23.8 por ciento del total de la población.
Hazleton es una pequeña ciudad en el condado de Luzerne, situada en la intersección de dos avenidas interestatales, la 80 y la 81, en una posición equidistante de Nueva York, Nueva Jersey, Filadelfia y Washington D.C., lo que la convierte en un punto estratégico para el comercio. Hasta la década de los sesenta gozaba de una economía boyante gracias a sus minas de carbón y a su industria textil, pero luego de que la electricidad reemplazara al carbón, y la industria textil se mudara al exterior en busca de una mano de obra más barata, se hundió en la pobreza.
Para revertir esta situación, un grupo de líderes hizo una colecta y fundó la organización CAN DO (Se Puede), con el objetivo de impulsar el desarrollo económico de la región. Actualmente CAN DO cuenta con cuatro parques industriales ubicados en los suburbios de la ciudad que generan más de 25 mil empleos en compañías como Amazon.com, The Hershey o Graham Packaging. Para muchos, este es el origen de la incesante migración hispana a la ciudad.
"Hazleton ofrece una gran disponibilidad para personas que estén dispuestas a desempeñarse en trabajos mecánicos", explica Amilcar Arroyo, editor del periódico hispano El Mensajero y miembro de la junta directiva de la Cámara de Comercio y de CAN DO. "Son trabajos para los que no se necesita preparación sino disposición. Trabajos en condiciones muy difíciles que los nativos no quieren desempeñar, ya sea en una cosecha de sol a sol con una paga muy baja o en una industria de carne en temperaturas bajo cero, de pie todo el turno, con altos riesgos de cortarse. CAN DO puso unos anuncios en la prensa de Nueva York a finales de la década de los ochenta ofreciendo empleo y llegaron los latinos. Gracias a ellos esas empresas siguen en movimiento, ellos las retienen de que se vayan al exterior a buscar mano de obra más barata. Las cifras lo demuestran: 3.000 de los 10.000 empleados que hay en Humboldt (el parque industrial más grande) son hispanos".
A esta oferta de empleo, cada vez más escasa en las grandes urbes como Nueva York o Nueva Jersey, se suman los bajos precios de las viviendas. La combinación de estos dos factores es la que, en definitiva, moviliza grandes masas de inmigrantes de ciudades grandes a pequeños pueblos como Hazleton, así lo explica Agapito López, activista defensor de la población hispana y vicepresidente de la Asociación Latina del Área de Hazleton (HALA).
"Esta explosión migratoria empezó en el año 2000. En ese tiempo una casa de tres pisos podía encontrarse por 350 dólares y a la venta por 35 mil. La vida en las ciudades se comenzó a poner muy difícil. La renta en Nueva York y Filadelfia subió muchísimo, y también creció el crimen y la sobrepoblación. Así que muchos hispanos quieren migrar hacía acá para criar a sus hijos en un ambiente más saludable, además de todos los que vienen atraídos por los trabajos en los parques industriales".
Como consecuencia de este movimiento migratorio, el alcalde de Hazleton en el 2006, Lou Barletta (a partir de esta semana representante a la Cámara de EE.UU. por el Distrito 11 de Pensilvania, que incluye Hazleton, Scranton y Wilkes-Barre), instauró una ordenanza anti–inmigrante inspirada en una iniciativa similar que había fracasado en San Bernardino, California, y que, basada en una definición muy vaga de lo que era un inmigrante "ilegal", pretendía castigar a los caseros, empleadores y demás personas que tuvieran tratos comerciales con los inmigrantes indocumentados.
Sin embargo, apenas unos meses después de haber sido aprobada, un juez federal la declaró inconstitucional, lo que no impidió que cerca de 100 localidades en todo el país (entre ellas Cherokee County, Georgia; Escondido, California; Valley Park, Missouri; Riverside, Nueva Jersey, y Farmer's Branch, Texas) intentaran copiarla y más de 50 lograran aprobarla.
No obstante, esta epidemia anti–inmigrante no ahuyentó a los migrantes hispanos. Si bien es cierto que un número reducido de indocumentados mexicanos dejó Hazleton tras la ordenanza, fueron muchos más los que llegaron, la mayoría provenientes de la República Dominicana.
Hoy, según las cifras de la encuesta del Censo, de los 5.207 latinos que hay en Hazleton, se estima que 4.000 son dominicanos, la mayoría de una región llamada San José de Ocoa. Este fenómeno –pequeñas comunidades que migran en bloque desde sus pueblos en Centroamérica hacia Estados Unidos, como es el caso de los mexicanos de San Mateo Ozolco en Filadelfia– también es un reflejo de lo que pasa en la escala nacional.
La presencia de los dominicanos en Hazleton es particularmente evidente en la calle Wyoming, un corredor perpendicular a la calle principal en donde se pueden encontrar misceláneas, bodegas, restaurantes, panaderías, oficinas de envíos, joyerías, almacén de muebles, sastrerías y peluquerías administradas por dominicanos.
"La mayoría de los dominicanos que hay en Hazleton tienen todos sus papeles en orden, por eso no les asusta la ley anti–inmigrante", dice Víctor Pérez, presidente de la Casa Dominicana de Hazleton. "Al principio empezaron a venir principalmente desde Nueva York o Nueva Jersey atraídos por las posibilidades de progresar, las condiciones óptimas de vivienda, salud y empleo. Y ahora ya muchos llegan directamente de la República Dominicana sin nunca antes haber visitado Estados Unidos. Quizá tenga algo que ver que Ocoa se parece un poco a Hazleton, es un pueblo aislado en las montañas de República Dominicana y es frío".
Para nadie es un secreto en Hazleton que la llegada de esta nueva fuerza de trabajo reactivó la economía de la ciudad y atrajo inversionistas. Una prueba contundente es que WalMart abrió por primera vez una tienda y lo mismo hizo Lowe's. Sin embargo, tampoco es un secreto que trajo consigo el recrudecimiento de las tensiones entre estadounidenses y latinos, y el choque de las dos culturas.
"Cuando yo llegué aquí en 1989 éramos solo 100 hispanos y nos reuníamos en la parroquia de San Gabriel", recuerda Arroyo. "En ese tiempo, si un hispano llegaba a una cuadra los estadounidenses que habían vivido ahí por años se iban, y si pasábamos caminando por la calle nos miraban escondidos detrás de la cortina. Nos tenían miedo. Porque esta ciudad es de ancianos que se conocían todos con todos y que llevaban una vida muy tranquila y organizada. Y cuando llegamos los latinos ya en grandes cantidades no asimilamos ese estilo de vida sino que trajimos el nuestro. Somos ruidosos, ponemos la música duro. Es cierto que nos ha faltado adaptación, pero en ocho años es muy difícil pedirle a la gente que se adapte. Eso va a pasar con la segunda generación de hispanos, los hijos de los primeros inmigrantes, los bilingües, los profesionales, los que van a crecer en la cultura estadounidense".
Diosmedis Moronta, una dominicana de 19 años que vive en Hazleton desde los 11 años parece respaldar con su experiencia de vida la hipótesis de Arroyo. "Mi papá tenía un hermano acá y después de la caída de las torres las cosas se pusieron muy difíciles en Nueva York. Mi papá decidió venirse porque la vivienda es más barata y hay más oportunidades de trabajo. Yo sí sé que que hay mucha gente por ahí que siente una tensión racial –dice–, pero yo nunca la he sentido, ya me siento parte del lugar".
Los once años de Barletta
En el 2006, el alcalde de Hazleton, Lou Barletta, promovió una iniciativa que castigaría a negocios que emplearan a indocumentados o a quienes los hospedaran o les rentaran propiedades. La iniciativa fue aprobada y se convirtió en la primera ley de su tipo y ejemplo para otras ciudades. Sin embargo, la ley nunca entró en vigor ya que fue considerada inconstitucional en corte federal. Luego, el alcalde apeló la decisión.
Barletta, quien acaba de posesionarse como representante a la Cámara de EE.UU. por el Distrito 11 de Pensilvania, que incluye Hazleton, Scranton y Wilkes-Barre , promovió la medida luego de que en el 2006 dos indocumentados fueron acusados de asesinato. Su argumento era que los indocumentados recrudecieron el problema de drogas y crimen en la ciudad, pero récords policiacos muestran que de los 428 crímenes serios que ocurrieron en Hazleton entre el 2000 y el 2006 solo cuatro fueron atribuidos a indocumentados.
Después de once como alcalde de Hazleton, Barletta nombró como parte de su equipo de trabajo en la Cámara de Representantes a un hispano, llamado Ángel Jirau, para asesorarlo en cuestiones de diversidad cultural.
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