[OP-ED]: El grosero racismo de Donald Trump
“No, definitivamente él no es racista”, declaró a la televisión británica hace dos días la primera mujer del esposo de Melania. Respondía a una pregunta…
¡Casi podía escucharse un suspiro de alivio alrededor del mundo! Ella debe saber ¿no? Después de todo Ivana es la progenitora de Ivanka, Donald Jr. y Eric, esos tres destacados pilares de la sociedad. Es reconfortante saber que, según la antigua Sra. de Trump, el padre de sus hijos llamó a todo un continente y a dos naciones americanas –cuyas poblaciones son mayormente de color—“países de mierda” no porque sea un racista despreciable sino porque “algunas veces dice tonterías”. Y, claro, un presidente tonto es preferible a uno racista y lleno de odio.
Pero no todo el mundo está de acuerdo con la evaluación de Ivana. Por ejemplo, Richard Spencer, un supremacista blanco que fuera uno de los organizadores del mitin “Unite the Right” en Charlottesville, Va., el año pasado. “Obviamente esto sí es racial”, le dijo a The New York Times desmintiendo a conservadores que intentaron presentar unos “hechos alternativos” para hacer creer que la motivación de las groseras palabras de Trump no fue su bien conocido racismo.
Pero Spencer no fue el único neonazi en celebrar emocionado las ignorantes palabras de Trump. “Esto es alentador y refrescante, ya que indica que Trump está más o menos en la misma página que nosotros con respecto a raza e inmigración”, señaló con un placer cercano al orgasmo el Daily Stormer, la publicación en línea más grande de los neonazis.
Sí, Ivana, tu antiguo esposo es un tonto y, todavía peor, está “en la misma página” que los neonazis, lo cual lo define como un racista detestable. No en balde se ha rodeado de trogloditas y dinosaurios como el fiscal general Jeff Sessions, el escritor de discursos Stephen Miller, el jefe del gabinete John Kelly y muchos otros por el estilo.
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Trump, quien durante su campaña les aseguró a los haitianos en Miami que quería ser “su campeón más grande”, no sabe nada –y lo más seguro es que tampoco le interese—sobre Haití, su historia o su gente. Ahora, al año de su desastrosa presidencia, el anciano presidente, entonando una melodía diferente, decide que Haití es un “país de mierda” y cancela el TPS que ha permitido que 60.000 haitianos vivan y trabajen legalmente en EE.UU. desde que en 2010 un terremoto matara a 300.000 personas y dejara el país en ruinas.
“Somos un país que Estados Unidos ha invadido en repetidas ocasiones, evitando que pudiéramos gobernarnos nosotros mismos. Si somos un país pobre, entonces nuestra pobreza se debe en parte al saqueo y al pillaje”, escribió la novelista haitiano-americana Edwidge Danticat en el periódico Miami Herald. Capturando el espíritu del pueblo haitiano, Danticat escribió también: “Sr. presidente, son tantos los que han tratado antes de eliminarnos. Ocho años atrás, la Tierra misma trató de eliminar a Haití. Pero el coraje y la resistencia obstinada de los haitianos permanece”…
El Salvador’s Worst Shitholes Are ‘Made in America’ es un sentido artículo escrito por Roberto Alvarenga Lovato, en el cual el escritor afirma que la verdadera mierda en El Salvador son las fosas comunes.
“Muchas de los miles de fosas que mis fuentes han identificado fueron cavadas por fuerzas de seguridad entrenadas y financiadas por EE.UU. en los 80. La mayor parte de las demás fueron cavadas más recientemente por pandillas basadas en Los Ángeles y deportadas continuamente a El Salvador por las autoridades norteamericanas de inmigración a partir de los 90”.
Más que su consabida falta de la decencia más elemental, las groseras palabras de Trump prueban -–por si alguien aún tenía dudas— que es un racista que está “en la misma página” que los neonazis y los supremacistas blancos. Y que todos –insisto, todos– los seres humanos decentes tenemos que denunciarlas y oponernos a ellas.
Porque como dijera Martin Luther King Jr., “nuestras vidas comienzan a terminarse el día que guardemos silencio sobre las cosas importantes”.
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