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El presidente estadounidense, Donald J. Trump, ofrece declaraciones a la prensa antes de subir al helicóptero presidencial en el jardín de la Casa Blanca en Washington D.C (Estados Unidos) el 8 de junio del 2018, con destino a la cumbre del G7 que se celebra estos días en Canadá. EFE/ Shawn Thew
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“Proteccionismo”, “aislacionismo” y “nacionalismo”, son algunas de las palabras utilizadas para describir las posturas de la Administración Trump cuando de relaciones exteriores se trata. Pero, una vez más, la erosión de sus relaciones con otros mandatarios pareciera estar minada por su debilitado ego.

El pasado miércoles salió a la luz la noticia de que el presidente Trump volvió a caer en errores históricos durante una llamada telefónica con el primer ministro canadiense Justin Trudeau, a quien intentó recordar eventos agudos entre ambas naciones en la guerra de 1812, culpando a Canadá de “supuestamente quemar la Casa Blanca en 1814” – un poco de Wikipedia no le ha hecho daño nunca a nadie -, confundiendo acciones inglesas con responsabilidades de la actual nación norteamericana.

En vísperas de la reunión anual del llamado Grupo de los Siete que se llevará a cabo este fin de semana en Quebec, la tensión entre los países vecinos, así como el rechazo internacional ante las medidas económicas estadounidenses, están a la orden del día.

Asimismo, la antipatía presidencial por NAFTA, su retiro del acuerdo nuclear con Irán y su reciente desencuentro con Canadá, prevén una reunión bastante tensa que será “una de las demostraciones más tangibles hasta el momento de la agenda ‘America First’ de Donald Trump”, explicó el Washington Post.

Pero si quedaban dudas de las verdaderas alianzas del presidente estadounidense, sus declaraciones momentos antes de embarcarse hacia Quebec las despejaron por completo.

“Ahora bien, yo amo a nuestro país. Yo he sido la peor pesadilla de Rusia, pero habiendo dicho eso, Rusia debería estar en esta reunión”, dijo a los reporteros. “Quizás no sea políticamente correcto, pero tenemos un mundo que dirigir. Deberían invitar a Rusia de nuevo”.

Otro desconocimiento histórico por parte de Trump.

Desde 1973 - cuando el secretario del tesoro estadounidense George Shultz invocó la reunión de los ministros de finanzas de Estados Unidos, Japón, Alemania Occidental, Francia y el Reino Unido – el respeto y la diplomacia internacional han sido los principios fundamentales del llamado “Grupo de los 7”.

A partir de 1998, y después de la incorporación de Italia, Rusia se integró al evento como muestra de su voluntad a colaborar con acuerdos que pudieran beneficiar al mundo entero.

Pero el 24 de marzo del 2014, Rusia fue excluida del grupo tras haberse anexado por la fuerza la península de Crimea después del fracaso de negociaciones de Ucrania con la Unión Europea, ganándose así varias sanciones económicas y su regreso al aislamiento de la economía internacional.

No es de extrañar que el presidente gire sus maniobras políticas nuevamente hacia Moscú, en especial después de saberse que su ex director de campaña, Paul Manafort, fue pieza fundamental en operaciones mediáticas para la recuperación del control en Ucrania por parte del Kremlin.

Según explicó The Guardian durante el mes de abril, la estrategia de Manafort en Ucrania “anticipó los esfuerzos posteriores del Kremlin y su fábrica de trolls para usar Twitter y Facebook para desacreditar a Clinton y ayudar a Trump a ganar las elecciones de 2016 en Estados Unidos”.

Y es que entre el cielo y Facebook, nada está oculto.