Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia deja de ser reconocido como Sitio de Consciencia
El Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia pierde el reconocimiento de la Coalición Internacional de Sitios de Consciencia ante las posturas de…
En Cien años de soledad, cuando José Arcadio Buendía se da cuenta de que la consecuencia de la peste del insomnio es el olvido, empieza a marcar con papeles los nombres de cada cosa y luego también para qué sirven: “Esta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche”.
Gabriel García Márquez, en la misma novela, narra otro evento: la masacre de las bananeras. En su libro se ven los vagones enteros de trenes en una sucesión casi infinita, cargados de cuerpos de trabajadores masacrados por la empresa estadounidense United Fruit Company. Evento que durante mucho tiempo el Estado colombiano intentó olvidar y no pudo, entre otras razones, porque ante la amenaza del olvido García Márquez lo marcó en su novela: “Esto es una masacre y es un peligro olvidarla”.
Hoy, si García Márquez siguiera vivo, vería con honda preocupación la sombra del olvido cerniéndose sobre Colombia de nuevo, esta vez frente a la existencia de un elemento de nuestra historia que nos marcará por las décadas venideras, como lo ha hecho ya durante más de medio siglo: el conflicto armado colombiano.
El 20 de diciembre de 2011 el Ministerio de Justicia y Derecho firmó el decreto 4803 que determina la creación del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), que tiene como “objeto la recepción, recuperación, conservación, compilación y análisis de todo el material documental, testimonios orales y por cualquier otro medio, relativo a las violaciones ocurridas con ocasión del conflicto armado interno colombiano, a través de la realización de las investigaciones, actividades museísticas, pedagógicas y otras relacionadas que contribuyan a establecer y esclarecer las causas de tales fenómenos, conocer la verdad y contribuir a evitar en el futuro la repetición de los hechos”.
El centro de esta institución debían ser las víctimas del conflicto armado y así fue desde su aparición hasta febrero de 2019, momento en que salió su primer director, Gonzalo Sánchez, y llegó Rubén Darío Acevedo.
Durante sus primeros ocho años de existencia, el Centro de Memoria produjo decenas de informes en los que evaluó la incidencia de todos los actores en el conflicto armado, hizo parte de actos de restauración simbólica y diseñó un ambicioso proyecto museográfico en el que exponía los impactos del conflicto en el agua, el cuerpo y la tierra, e incluía narrativas múltiples: la infancia, el perdón, procesos comunitarios para sanar, el Estado como responsable en el asesinato de decenas de miembros del partido político Unión Patriótica, los grupos paramilitares, las guerrillas: el país entero.
Rubén Darío Acevedo, por contraste, llegó al Centro Nacional de Memoria Histórica desconociendo la existencia del conflicto armado, como se evidenció en una entrevista al medio El Colombiano. A la negación de este hecho central en nuestra historia y condiciones actuales de vida, se siguieron múltiples cuestionamientos más y graves denuncias de su gestión como director del centro.
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Las acusaciones hechas a Acevedo incluyen cosas tan graves como su negación del conflicto armado, el desconocimiento de los casi 8 millones de desplazados internos (Colombia es el país con mayor número de desplazados internos en todo el planeta), censurar a su equipo, estigmatizar la protesta social, ser displicente con las víctimas del conflicto armado, invisibilizar el trabajo hecho por el Centro en años anteriores y parcializar las investigaciones en curso hacia versiones más convenientes para las Fuerzas Armadas y políticos de derecha.
Las consecuencias de todo lo anterior son muy graves: la más evidente es la pérdida de la memoria histórica que está en proceso de construcción en el país, pero también se sigue la creciente desconfianza de las víctimas hacia el Centro Nacional de Memoria Histórica y la deslegitimación de la institución.
En atención a todos los cuestionamientos y la preocupación de civiles, víctimas y otras instituciones de memoria tanto a nivel nacional como regional, la Coalición Internacional de Sitios de Consciencia, única organización de su tipo, mandó al CNMH una carta el 24 de septiembre de 2019 en la que solicitaban información y pedían que el centro reafirmara su adhesión a los principios que rigen la Coalición; en particular los siguientes:
- Que reconociera el conflicto armado en Colombia, tal como lo establece la Ley de Víctimas de Colombia.
- Que buscara garantizar el derecho a la verdad de todas las víctimas, sus familias y organizaciones.
- Que reconociera la centralidad de las víctimas de todos los actores armados y asegure su plena participación en los procesos de consulta, toma de decisiones e implementación de medidas de reparación simbólica.
- Que apoyara los ejercicios de memoria que está desarrollando la sociedad civil y reconociera que los lugares de memoria, los archivos y los museos generados por las comunidades son esenciales para la educación de las jóvenes generaciones en los principios democráticos.
- Que buscara construir una cultura de convivencia para la no repetición del pasado reciente de violencia política en Colombia.
Ante la falta de una respuesta, el 30 de enero de 2020, la Coalición informó al Centro que su membresía sería suspendida a partir del 1 de febrero de 2020.
Rubén Darío Acevedo ha salido en su defensa diciendo que se trataba de una confusión. Según él, sí dieron respuesta a la carta, mas solamente a la sección regional de la Coalición, no la internacional (que fue la que escribió el 24 de septiembre).
Por otra parte, varios congresistas reaccionaron pidiendo su renuncia inmediata, al considerar inadmisible que el CNMH fuera suspendido bajo su administración dada la importancia de la institución para el futuro de la memoria histórica del país.
Hoy parece que los colombianos estamos ante la necesidad de regresar a García Márquez y, novela en mano, empezar a escribir notas por todas partes: “esto es un Centro de Memoria, sirve para recordar”.
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