Latinos en Estados Unidos: entre la asimilación y la apropiación
Los comentarios del conocido periodista Tom Brokaw sobre la necesidad de una “mayor asimilación” por parte de la comunidad hispana en Estados Unidos han…
La última paradoja del siglo XXI es la persistencia de corrientes políticas e ideologías que insistan en “nacionalismos” o “purismos”, movimientos sociales que presionan la distinción entre “ellos” y “nosotros”.
Más aún, en la sociedad estadounidense, esta contradicción debería estar desechada, y el ciudadano común debería entenderla como lo que es: un mito.
Pero en la Era Trump, la multiplicidad de realidades que coalicionan en los medios y en las redes sociales ha permitido que la leyenda del “americano puro” vuelva a popularizarse desde los estratos más profundos del centro y el sur del país, ascendiendo peligrosamente a los escalafones pseudointelectuales.
Es por ello que los comentarios del periodista Tom Brokaw dejaron hasta a los más cínicos con la boca abierta. “Los hispanos deberían trabajar más duro en la asimilación”, dijo el periodista en el programa dominical Meet the Press. “Esa es una de las cosas que he estado diciendo durante mucho tiempo. No solo deben estar codificados en sus comunidades, sino asegurarse de que todos sus hijos estén aprendiendo a hablar inglés y que se sientan cómodos en las comunidades, y eso va a extenderse a ambos lados, francamente”.
Evitando caer en el mismo ciclo de protagonismo e individuación de las posturas –que ha sido la tendencia nacional desde noviembre del 2016– hará falta ver más allá del origen personal de los comentarios de Brokaw, para entenderlo como el síntoma de un problema mucho más profundo.
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La asimilación cultural, entendida como el proceso de absorción de individuos de diferentes herencias étnicas por parte de una “cultura dominante” dentro de una sociedad, no resulta del todo aplicable al caso de Estados Unidos. La pregunta se hace sola: ¿Cuál sería la cultura dominante? ¿Cómo la podemos identificar en la calle?
El territorio conocido hoy en día como Estados Unidos es el producto de un choque cultural y lingüístico que se vio amalgamado por la preponderancia del sistema económico, y que pasó por alto estructuras coloniales religiosas, militares o académicas. Es decir: Estados Unidos era un lugar donde, sin importar el origen o el credo, se podía prosperar y conseguir la promesa del Sueño Americano. Sobre este tapiz intercultural, trazar una línea directa con el “estadounidense original” es una empresa cada vez más pueril.
Irlandeses, italianos, ingleses, franceses, alemanes, mexicanos, africanos, caribeños… todos colisionaron de una u otra manera en un territorio accidental y fundaron las bases de una cultura que dista mucho de ser hegemónica. Sin embargo, y hoy más que nunca, hay quienes insisten en hacer la distinción entre quiénes van primero y quienes deben “asimilarse” mejor.
Las posturas de Brokaw son compartidas por un número importante de personas, y muchos de ellos han visto la demagogia presidencial como un permiso tácito para dejar de sentir vergüenza por creer que, de hecho, existe un individuo más americano que el otro.
Es ese individuo el que cree que la Salsa nació en Cuba, y no en Nueva York; que poner un filete al estilo Hamburgo entre dos panes hace un plato nacional, y que comerse un taco es Americano, siempre y cuando se haga hablando inglés.
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