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Photo: Max Marin/AL DIA News

Alquilando al borde del 'gentrification'

Desde familias indocumentadas de bajos ingresos hasta agentes inmobiliarios de corazón blando, los efectos secundarios del ‘gentrification’ son una dura…

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De media, Brenda Hernandez se ha mudado cada tres años en Filadelfia. En algunos lugares se quedó más que en otros, pero la decisión de desarraigarse y volverse a establecer nunca fue precisamente una elección.

La vivienda de al lado de su primera casa en Filadelfia, situada en la 21st Street y Federal Street, y la familia de Hernandez se vio obligada a mudarse. En el siguiente lugar, del otro lado de Broad Street, un arrendador deshonesto embaucó a la familia Hernandez con reparaciones por daños ocasionados por el agua y sistemas de calefacción descompuestos, hasta que finalmente la familia dijo no más. Y, más recientemente, en el 2012, la familia empacó sus propiedades de nuevo cuando su arrendador en la 3rd Street y Washington Avenue  aumentó de $500 al mes su renta.

Después de eso, se trasladaron fuera de la ciudad, a Lansdowne, donde los alquileres eran más asequibles y podían permanecer cerca de sus familiares.

“No quiero decir que esto sea culpa de la elitización, pero es cierto”, dijo Hernandez.

Casi todo vecindario al este de Broad Street y al sur de Snyder Avenue ha sido “elitizado” en cierta medida, según un informe realizado por Governing Magazine.

Y mientras que el informe esboza la forma más amplia de elitización —vecindarios con ingresos más altos, mejor educación y propiedades más costosas— esos cambios coinciden a groso modo con la vida de Hernandez en Filadelfia. Para ella, el desplazamiento es una realidad experimentada de primera mano.

Sin embargo, es difícil medir un proceso social tan controversial y complejo como el de la elitización. El término ‘gentifrication’ —que deriva de la “burguesía”, aquellos de situación territorial y social elite— ha sido utilizado para describir una gran variedad de maneras en las que las personas con dinero ingresan en los vecindarios más pobres de la clase trabajadora, cambiando su tejido económico y demográfico. Alrededor del 29 por ciento de las áreas censadas como de bajos ingresos en Filadelfia la experimentaron entre el 2000 y el 2013
La situación es bastante familiar. Entre el 2010 y el 2012, la población afroamericana en las áreas de elitización del sur y el oeste de Filadelfia se redujo un 29 por ciento, y un 22 por ciento en el norte de Filadelfia, según un informe encargado por la Philadelphia Coalition for Affordable Communities (Coalición de Filadelfia a favor de las comunidades asequibles). No hubo información disponible sobre las poblaciones latinas y asiáticas.

El debate sobre la elitización en Filadelfia es sumamente polémico y no existen soluciones fáciles. Sí, los inquilinos son los más vulnerables, mientras que los propietarios tienen una oportunidad para integrarse en las áreas recién adineradas. Pero hasta en ese escenario existen excepciones como la de Hernandez.

Ella tenía 8 años cuando su familia se mudó a Filadelfia desde la ciudad de México. A día de hoy, Hernandez, de 23 años, es indocumentada, al igual que una gran parte de su familia que, medio bromeando, calcula estar conformada por “150 mexicanos” en el sur de Filadelfia. Sin embargo, comprar una propiedad es algo que aún está fuera de su alcance. Aún al tener varios trabajos, obtener un préstamo hipotecario no es una opción para los indocumentados.

Y los alquileres en el sur de Filadelfia —especialmente al oeste de Broad Street— siguen siendo insostenibles para los mexicanos de clase trabajadora.

Juntos, la organización de defensa de los inmigrantes en el sur de Filadelfia, trasladó sus oficinas a 6th Street y Tasker Street para estar más cerca de la comunidad. En una entrevista reciente con AL DÍA la directora de Juntos, Erika Almirón, dijo que muchas familias han emigrado al sur, pasado Snyder Avenue, para encontrar alquileres asequibles o se han trasladado al oeste al otro lado de Broad Street.

Hernandez, como tantos otros, ha vivido al filo de la elitización durante los últimos 15 años. Ella dice que se encoleriza cada vez que lee un artículo que intenta refutar los efectos negativos de la elitización.

Hace poco se trasladó de vuelta al sur de Filadelfia, a un apartamento pequeño de dos dormitorios que comparte con su novio. Solo es cuestión de tiempo que llegue el momento en que no pueda pagarlo, dice ella. A fin de cuentas, ella sabe que hasta los arrendadores con buenas intenciones no pueden detener el mercado cambiante.

 

Que Kensington siga siendo asequible

Todo queda a poca distancia a pie desde Pizza Brain.

Por lo menos eso es lo que los anuncios de bienes raíces quisieran que uno creyera. Ya sea en El Barrio o en Point Breeze, los arrendadores siempre están vendiendo propiedades en base a su excelente ubicación, aun cuando es un tanto exagerado. ¡Cerca del transporte público! ¡A pocos minutos de los restaurantes de Old City y Northern Liberties! ¡A pocas paradas de Center City! Y para los posibles compradores y arrendatarios en cualquier parte al norte de Girard Avenue y al este del campus central de Temple University, que no les sorprenda enterarse que Pizza Brain se encuentra en su patio trasero.

En algún momento en el transcurso de los últimos tres años, este “restaurante BYOB poco convencional, conocido por sus pizzas” situado en Frankford Avenue se convirtió en un punto de referencia de la elitización en Kensington —aunque el negocio popular está ubicado sobre la cúspide norte de Fishtown. No entremos en detalles respecto a los límites. Citando un guía del vecindario del año 1975, Kensington es un “estado mental”. 

Fishtown se ha convertido en el lugar más competitivo en la ciudad para quienes quieren comprar casa, según el sitio web de bienes inmuebles denominado Redfin, con un precio de venta promedio de $245.000 —alrededor de $30.000 más que el promedio en toda la ciudad—. Los precios de arrendamiento para sitios con un dormitorio son equivalentes a los de Center City. Pero East Kensington y Olde Kensington han estado poniéndose a la par a velocidad alarmante.

Maria D. Mendez, una agente de bienes raíces y propietaria, ha estado trabajando en su ciudad natal de North Philly desde finales de la década de los 90. ¿Casas pareadas por $500.000 que se venden en Trenton Avenue a la sombra de las viejas fábricas? Esto es algo que Mendez nunca pensó que vería en el transcurso de su vida.

Ella compró su edificio de oficinas en la esquina de Frankford Avenue y Cumberland Street hace 10 años. Pagó $150.000 por el espacio comercial en el primer piso y cuatro apartamentos en la planta superior. La gente pensaba que estaba loca. Ahora, calcula que está valorado en $600.000.

Aunque ha sido beneficioso para los inversionistas, Mendez dice que no ha sido fácil mantener la renta asequible para sus arrendatarios.

Los impuestos se dispararon a $1.400 al año en una vivienda de 600 pies cuadrados de la que ella es propietaria, dice Mendez, solo por las nuevas construcciones en el área. Si a eso se le agrega una cuota de $300 por recoger la basura para los edificios de varias unidades y la implementación de aumentos al impuesto sobre la propiedad inmueble AVI (Iniciativa del Valor Real) es difícil de mantener. 

Ella solía arreglárselas al cobrar un precio justo de $800 al mes por la propiedad. Pero si la hipoteca sobre la propiedad es de $600 al mes, los nuevos impuestos, cuotas y el seguro necesario apenas cubren los gastos de arriendo. “Tendré que aumentar el alquiler nuevamente”, dice Mendez.

“Será un área exclusiva”, continuó. “Solo cierto tipo de gente podrá vivir (allí), y es realmente desafortunado. A la gente la están sacando”.

Mendez trata con todo tipo de arrendatarios, desde profesionales jóvenes de clase media-alta hasta familias de ingresos bajos en apuros. Actualmente arrienda un apartamento tipo estudio en Frankford Avenue y Tioga Street por $535 al mes —baratísimo para una sola persona—. Pero los inquilinos son una familia con un hijo pequeño y es lo único que pueden pagar. Pasan apuros para pagar la renta. Es algo que Mendez ve cada vez más.

“La gente eventualmente se trasladará fuera de la ciudad en busca de lo que pueda pagar en vecindarios decentes”, dice ella.

En cuanto a las tendencias de bienes inmuebles en el área, Olde Kensington está cada vez más de moda. Mendez pronostica que 19122 (el código postal más pobre de la ciudad) tendrá más demanda conforme los mercados atractivos de la Universidad de Temple y Kensington se vayan uniendo. Mendez ha estado exhortando a las personas de bajos ingresos que buscaban adquirir una casa por primera vez a comprar en el noreste. Aún hay oportunidades en la parte noroeste de Kensington —el área que algunos han apodado “North of Lehigh”— donde la nueva construcción apenas está comenzando.

Para la primavera de 2017, el hace mucho tiempo abandonado edificio de Orinoka Mills, justo al norte del caballete de Lehigh Avenue será convertido en 51 unidades de alquiler para ingresos mixtos. El primer piso contará con 1.000 pies cuadrados de espacio comercial, entre ellos una cafetería y espacio de oficina para la NKCDC (Corporación para el desarrollo comunitario de New Kensington).

 

La huida a Fairhill y más allá

El vecindario de Fairhill —que de forma un tanto contenciosa se conoce como las Badlands (tierras yermas)— está lejos de ver las primeras señales de la elitización. Sin embargo, como vecino de Kensington, los líderes comunitarios dicen que sienten el cambio de la marea.
Fairhill se ha convertido en una zona de captación para los vecindarios que se elitizan justo al sur, según dice María Gonzalez de HACE.

Su encuesta comunitaria más reciente reveló que los arrendatarios aumentaron un 13 por ciento (861 nuevos arrendatarios) en los últimos cinco años. Tal y como aparece, Fairhill cuenta con un 57 por ciento de arrendatarios comparado con el 43 por ciento de propietarios de casa.
¿De dónde vienen? “De North Liberties hasta Kensington, están emigrando al norte”, dijo Gonzalez, aunque HACE no contaba con los datos para verificar el porcentaje exacto.

Por supuesto, el aumento de arrendatarios en los vecindarios que se encuentran al filo de la elitización en Fairhill podrían derivarse de varios factores.

El sentido común siempre ha sido que los propietarios de casa son mejores para una comunidad. Son menos transitorios, y tienen tanto una inversión física como económica en el bienestar de sus vecindarios. Y aunque los nuevos estudios sugieren que los inquilinos de Filadelfia están tan comprometidos cívicamente como los propietarios de casas, Gonzalez afirma que existe una leve diferencia.

“Es bueno y malo”, dice ella. “En HACE construimos muchas viviendas de arriendo asequible para las personas de la tercera edad y las familias, pero contar con demasiados arrendatarios no es conveniente, porque uno quiere que haya más personas interesadas en el vecindario”.

Así que HACE se encuentra ocupado educando a su comunidad sobre la necesidad de comprar casas. HACE ofrece consultoría sobre la vivienda y servicios de reparación de crédito para aquellos a quienes les preocupa no poder optar a préstamos. Porque mientras la familia de Hernandez alquila en parte debido a su situación de inmigración, muchas familias en los vecindarios de más bajos ingresos de Filadelfia como Fairhill tienen dificultades en cuanto a ser aptos para préstamos hipotecarios por un conjunto totalmente diferente de razones.

Como tantos inmigrantes indocumentados de Latinoamérica, Hernandez y su familia se trasladaron “al Norte” tanto para sobrevivir como para buscar una nueva oportunidad. Si las personas que se salen de los vecindarios en proceso de elitización en Filadelfia buscan nuevas oportunidades o sencillamente la supervivencia económica es algo que aún quizá sea demasiado temprano para saber.