En Taller se pasa la antorcha
For 22 years, Carmen Febo San Miguel led Philly’s largest Latino arts and culture org to new heights.
La Dra. Carmen Febo San Miguel no recuerda el año preciso, pero estima que fue en 1975 o 76 cuando se cruzó Taller Puertorriqueño en su camino.
Fue en un concierto de una organización de puertorriqueños en una iglesia del Norte de Filadelfia, donde se presentaba Antonio Cabán Vale — uno de los muchos héroes musicales de la isla.
San Miguel había escuchado acerca del concierto de un compañero de clase, que a su vez lo escuchó de uno de sus pacientes.
En ese momento, San Miguel era una joven doctora que aprendía los secretos de la medicina familiar en el Hahnemann University Hospital, y posteriormente, en una clínica vinculada al hospital en la calle Spring Garden. En ese entonces, el vecindario era el centro de la comunidad puertorriqueña de Filadelfia, y los pacientes de San Miguel eran en gran parte miembros de ella.
Ese contacto le ayudó a la doctora en formación a adaptarse mejor a una ciudad que, pese a su nombre, no aceptaba fácilmente a los foráneos.
“No diría que era hostil, pero se notaba en seguida un tipo de racismo bastante aparente, desde el primer momento”, dijo San Miguel sobre Filadelfia, “y era algo impactante”.
Fue resultado de enfrentar tal hostilidad que muchas comunidades de color de la ciudad empezaran a crear organizaciones y plantar su bandera para exigir respeto en el paisaje urbano. Muy semejante a los que hicieron Young Lords en Nueva York City y Chicago, Taller Puertorriqueño siguieron su ejemplo en Filadelfia junto a organizaciones como Congreso de Latinos Unidos (Congreso), Asociación de Puertorriqueños en Marcha (APM), Concilio, entre otros.
“Si no creamos nuestras propias instituciones, no podremos ser capaces de ayudar y conectar a nuestra comunidad de diferentes maneras” dijo San Miguel al referirse al movimiento.
Para Taller, esa conexión se dio con el arte y la cultura, luego de extenderse una invitación a ‘El Topo’ para presentarse aquella noche a mediados de los 70 en el Norte de Fili.
Para San Miguel fue una experiencia mágica.
“Los ritmos, el sonido, la música… Me sentí atraída de inmediato por el concepto de celebrar nuestra cultura y nuestra unidad en ese espacio”, expresó.
Todo la transportó a los largos paseos en auto de su juventud yendo a visitar a sus parientes en Ciales, Puerto Rico. San Miguel y sus cuatro hermanos se apilaban dentro del auto con su madre y padre para el recorrido de 4 horas. La actividad que iba primero en la lista de cosas para matar el tiempo era cantar, y su padre, el patrocinador principal.
“Todos compartíamos esas canciones”, dijo San Miguel. “Muchas de esas canciones, esas viejas canciones que hoy conozco, vienen de haberlas aprendido en esas vivencias”.
Además, su madre era profesora de literatura, lo que aportó más de la tradición puertorriqueña a la joven Carmen.
“La cultura siempre ha sido una parte muy cercana a mí”, dijo.
Toda su historia personal, sumada a la comida y los bailes de ese primer concierto en el Taller, le hicieron sentir a San Miguel la urgencia de hacer parte de aquella organización en crecimiento.
La firme creencia en el enriquecimiento de la juventud ha sido el corazón de su existencia de más de 40 años. Cuando San Miguel se unió en los primeros años, esto se hacía enseñando la historia de los taínos de Puerto Rico, y formando a los jóvenes como artistas gráficos talentosos a través de ese lente único. En la tienda adjunta de Taller se vendían luego los artículos hechos en sus clases de arte gráfico.
“Es una conexión entre el arte, el autofortalecimiento y la identidad cultural”, afirmó San Miguel.
Algunas cosas que financiaron Taller en los primero cinco años eran una combinación de grandes donantes progresistas, la ciudad de Filadelfia, membrecías, y por supuesto, entradas a eventos y lo que se vendía en esos eventos.
“Todos hablábamos de vender bacalaítos y alcapurrias en diferentes eventos”, dijo San Miguel de los primero años.
Sus primeras contribuciones en tiempo y dinero a la organización, así como su posición de doctora reconocida en la comunidad, hizo que San Miguel ascendiera pronto en Taller. Se le hizo miembro de la junta directiva en 1978.
Dos años después, en 1980, regresó a Puerto Rico por cuatro años para continuar sus pasiones médicas antes de regresar a Filadelfia y Taller en 1984.
Regresó a una organización convulsionada y con escasez financiera; y no iba a ser la primera vez, en el tiempo que estuvo allí, que tal situación golpeara a la organización.
Ella les da el crédito a sus diferentes fuentes de ingresos mencionados antes y a un gasto calculado del porqué la organización ha podido sobrevivir por tanto tiempo y tantos declives económicos.
Hacia los 14 años del tiempo que San Miguel llevaba en el Taller, la organización afrontaba otro descenso que caracterizó el final de los 90 y el comienzo de la década del 2000. Solo que esta vez, la organización estaba a la búsqueda de un nuevo director ejecutivo después de la partida de Johnny Irizarry.
Debido a la precaria situación, Taller no le podía pagar a un nuevo director ejecutivo lo suficiente como para motivar a alguien a que tomara el cargo. En lugar de eso, San Miguel, en ese entonces un miembro de la junta directiva de largo tiempo y presidente de la junta, tomó el puesto por medio tiempo y complementó sus ingresos con su salario como médico.
“Me presenté como directora de medio tiempo pensando que podía hacerlo dos o tres años, luego las cosas iban a mejorar, y ahí iba a acabar todo”, le dijo a AL DÍA. “Bueno, de eso hace ya 22 años”.
En ese momento, San Miguel inició y completó un proceso de 12 años que cambió la suerte de la organización permanentemente.
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Dos años después de haber tomado el cargo de directora ejecutiva, ella y otros líderes de Taller reconocieron la necesidad de tener un espacio mucho más grande para la organización. En ese momento, operaba desde dos edificios en el Norte de Filadelfia, lo que además de imponer el reto logístico de organizar el trabajo en dos espacios, hacía que las ofertas de la organización se quedaran cortas con respecto a las expectativas de los líderes.
Por ejemplo, la galería de arte estaba ubicada en un segundo piso muy estrecho en uno de los edificios, y dejaba mucho que desear al hacer exhibiciones.
Después de algunas deliberaciones, el plan era construir un edificio de aproximadamente 32.000 pies cuadrados a un costo de $10 millones.
Fue en ese momento que San Miguel pudo valerse de sus más de 20 años en la organización para obtener el apoyo del estado y la ciudad. Reconoció el mérito del alcalde John Street, la concejal María Quiñones-Sánchez, y el representante del estado Ángel Cruz que abogaron ante el gobierno y obtuvieron una subvención inicial flexible de $1.5 millones.
Al final, el edificio mide 24,000 pies cuadrados por el que se pagó un precio de $11.5 millones. Con el nuevo espacio, que abrió al público en 2016, San Miguel dice que la organización ha disfrutado de relativa estabilidad financiera desde su construcción.
Incluso durante la pandemia del COVID-19, la ciudad lo utilizó para que 22 niños asistieran al colegio virtual bajo supervisión.
“También nos ha permitido sobrevivir la pandemia”, dijo San Miguel.
La finalización del edificio trajo consigo conversaciones para decidir quién reemplazaría a la líder de Taller de tantos años.
“Parte de la dificultad es pensar en la longevidad, y en saber y entender que esta transición se va a dar”, dijo San Miguel. “Se puede planear o pasará sin importar qué”.
Sin embargo, cuándo suceda, no quiere dejar un hueco irreparable.
Después de cuatro años de prepararse para evitar esa realidad, se nombró como sucesora a Nasheli Juliana Ortiz González.
San Miguel la llamó la “directora ejecutiva ideal”, para liderar la organización hacia niveles más altos, pero dijo que aún había cosas que necesitaba aprender de ella.
“Por un tiempo, hasta que Nasheli sienta que sabe todo lo que debe saber — hay muchos detalles que están en este cerebro y que necesitan transferirse a uno nuevo”, dijo San Miguel.
Ese proceso está en camino, ya que Ortiz González asumió su cargo el 27 de diciembre de 2021.
Gracias a su recientemente encontrado tiempo libre, San Miguel espera poder viajar y pasar más tiempo con su familia en Puerto Rico.
Pero más que su tan necesitado retorno a casa, llenan su lista de espera países como Marruecos, Escandinavia, Brasil y Argentina.
No descartó sin embargo un regreso a Taller en calidad de consultora de ser posible.
“Ya veremos”, fue lo único que reveló.“Taller está atado a mí porque yo estoy atada a Taller”, y lo que deja en Filadelfia perdurará más allá que todos nosotros.
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