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Jimmy Durán. Samantha Laub / AL DÍA News
Jimmy Durán. Samantha Laub / AL DÍA News

Jimmy Durán: Una vida enfrentándose a lo desconocido

A lo largo de toda su carrera, Jimmy Durán ha aprovechado todas las oportunidades que se le presentaron. Ahoro quiere ayudar a los emprendedores latinos a…

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Cuando Jimmy Durán se sienta con un bodeguero para darle consejo, ve a su padre. 

Ve a los latinos: personas que en su país de origen fueron abogados, médicos o desarrolladores de software, y que ahora trabajan como asistentes de limpieza, lavaplatos o temporeros, obligados a dejar a un lado sus cualificaciones, despojados de su orgullo, pidiendo ayuda. 

Algunas veces, dice, es fácil olvidarse de cuán difícil es para los inmigrantes cumplir con todos los procesos de ser un extranjero en los Estados Unidos, como completar todo el papeleo administrativo en un sistema, el americano, nuevo para ellos. Otras veces tiene ganas de decirle a todos aquellos empresarios hispanos que vea que no están gestionando sus negocios “según las reglas” lo que están haciendo mal.  

Sin embargo, “uno no le dice a su padre lo que está haciendo mal”, dijo Durán, quién no ha tenido más remedio que aprender a ser diplomático. 

Persona consolidada, cercana y de confianza, Durán proyecta positivismo y posibilidad. Sus clientes le permiten entrar en su espacio. Porque así es como el director de programas de la Cámara de Comercio Hispana de la región de Filadelfia (GPHCC, por sus siglas en inglés), aborda sus relaciones con los propietarios de negocios latinos e impulsa su ambición: proporcionándoles el terreno y los nutrientes que necesitan para hacer crecer su negocio, sin juzgarles. 

“El desconocimiento, no saber determinadas cosas, no tiene nada que ver con su personalidad, con quienes son”, comentó. 

En su día a día, Durán se reúne con emprendedores hispanos y les ofrece sus consejos, consciente del potencial −a menudo ignorado− que tienen los más de 18,000 empresarios latinos que hay en Filadelfia, y las consecuencias de ignorar a los hispanos, la fuente de contribución económica con mayor crecimiento de la ciudad, y del país entero.

Nacido para ser un activo bicultural 

De identidad dominicana-estadounidense, Durán se crió en el barrio más hispano de Williambsburg, en el sur de Brookyn, NY, también conocido como “Los Sures” debido a que la mayoría de sus residentes son de origen dominicano y puertorriqueño. Alrededor de la mitad de todos los dominicanos de Estados Unidos viven en Nueva York, y Durán creció marcado por una cultura y una comunidad principalmente hispanoparlante. 

El padre de Durán tenía una tienda de comestibles y sus padres entre ellos hablaban solo en español. De niño, en la edad de ir a la escuela primaria, tenía problemas para entrar en el “mundo no-dominicano”, pues no comprendía, o no valoraba, su experiencia bicultural, que veía más como un fastidio.

No obstante, la lengua inglesa y la cultura americana pronto empezaron a moldear los conocimientos y puntos de pista, y Durán se fue transformando en un recurso bilingüe para sus padres, amigos y vecinos: se convirtió en el punto de conexión entre los mundos dominicano y no-dominicano. Le gustara o no, el joven Durán creció traduciendo documentos y ayudando a los miembros de su comunidad a navegar entre la estructura y los aspectos culturales de la vida americana.

“Más adelante, me di cuenta de que es maravilloso ser bilingüe, bicultural y tener esa experiencia tan diversa”, dijo Durán. “Al minuto que aprendes inglés, te conviertes en una herramienta magnífica”. 

Hoy, desde su posición en la GPHCC, Durán vuelve a ejercer el rol que tenía en su comunidad dominicana de Brooklyn. Organiza talleres de formación, eventos de networking y encuentros uno-a-uno con esperanzados emprendedores latinos del área de Filadelfia para ayudarles en el proceso de expansión de sus negocios. Durán es el vínculo entre los inmigrantes hispanos y las complejidades de ser propietario y gestionar un negocio, construyendo las bases para que el legado de los latinos a la economía de la ciudad sea más estable y próspero.  

Arraigado y desarraigado

Aunque Durán nació en Brooklyn, sus tres hermanas mayores crecieron y fueron a la escuela en la República Dominicana. Cuando cumplió ocho años, Durán fue enviado de vuelta a su país para reunirse con el resto de su familia, y forzado a adaptarse a la cultura dominicana de la noche a la mañana. Allí, con su pobre dominio del español y de las artes de bailar, siempre era el “gringo”.

“Nunca fui ese tipo de persona que sigue un camino concreto”, dijo Durán, explicando cómo el hecho de migrar a Dominicana le provocó un sentimiento de inestabilidad y agitación. “Fue mi primer shock, pensar “un momento, nada es permanente””. 

Como muchos dominicanos que abandonaron la isla de La Hispaniola en los años 60, la familia de Durán se marchó de la isla para escapar de la brutal represión del dictador Rafael Trujillo. El dictador había puesto en prisión al hermano de su abuelo, un agente de la policía rural, por haber ayudado a un individuo perseguido por el régimen a escapar de ser asesinado. Por el simple hecho de estar emparentado con un disidente, la vida del abuelo de Durán y de sus hijos corría peligro si se quedaban en la isla. Además, querían mejorar su situación económica. Sin embargo, cuando la situación política del país mejoró, y sus vidas ya no corrían peligro, la familia decidió regresar. “Nada es permanente”. 

En la República Dominicana, Durán desarrolló una gran admiración por sus cinco hermanas, mujeres de carácter fuerte, disciplinadas, que bailaban bachata, salsa y merengue dominicano, el baile nacional. Según Durán, era duras con él, pero le inculcaron el sentido del respeto por sus padres y por las mujeres en posiciones de liderazgo. En la vida profesional, Durán y sus hermanas compiten por “la atención de su papá”, bromeó. Él fue siempre quien tenía el título académico más alto de la familia −su Executive MBA de la Fox School of Business, en Temple University− hasta que su hermana recibió su Doctorado y le destronó.

De vuelta en Brooklyn, Durán completó un B.A en Derecho en el John Jay College of Criminal Justice, en la City University de Nueva York (CUNY), y después reenfocó sus intereses hacia las ciencias políticas y las relaciones internacionales, obteniendo una Maestría en Brooklyn College, CUNY.  Así descubrió qué impacto pueden tener las políticas públicas en las comunidades y obtuvo su primera experiencia en el servicio público, trabajando como becario para el ex senador de Nueva York Seymour P. Lachman. 

Aunque en este punto de su vida Durán ya había detectado su interés en servir a la comunidad, decidió proseguir por un camino más incierto y poco tradicional: el de aprovechar cualquier oportunidad que surgiese para hacer cosas nuevas, y no llegó a las puertas de la GPHCC hasta una década más tarde. 

“¿No estaba usted haciendo algo diferente la semana pasada?” 

Durán lleva toda su vida enfrentándose a lo desconocido. 

Sirvió en la Reserva del Ejército estadounidense durante ocho años. Trabajó a media jornada para Fedex y enseñó a manejarse con Microsoft Office a niños de pocos recursos cuando era estudiante universitario. Fue pluriempleado, trabajando como traductor y liderando un programa de bienestar laboral en Goodwill Industries, con un contrato de la Municipalidad de Nueva York. 

Más adelante, Durán se mudó a Filadelfia para iniciarse como consultor inmobiliario. Él mismo había vivido en su propia piel cómo los precios de las viviendas en Brooklyn se habían disparado, haciéndolo imposible que él, su esposa y su primera hija pudieran continuar viviendo allí. Durante un tiempo estuvo invirtiendo en propiedades y trabajando como consultor inmobiliario para inversores que decidían marcharse de Nueva York y adquirir inmuebles más asequibles en Filadelfia.  Durán dice que a la hora de asumir proyectos espontáneos, se ha limitado a seguir su instinto. Por ejemplo, aceptó mantener su contrato con el Departamento de Justicia y el Servicio de Traductores Americanos, aunque sin saber muy bien porqué. 

“En ese momento no había mucho que pudiera googlear”, dijo Durán. “Uno no googlea: “cómo cumplir con un contrato gubernamental que acaba de caer en mis manos, sin tener dinero””. Decidió quedarse, y durante los tres años y medio siguientes que duró el contrato, logró un rating de aprobación del 99.5 por ciento. 

Durán quiso entonces empezar su propio negocio. Su padre le recordó que su familia llevaba metida en la industria del café dominicano durante varias generaciones, un detalle del que “había perdido la pista”, explicó Durán. Contactó con los contactos empresariales de su padre y de sus tíos y lanzó Verde Imports LLC, una empresa de exportación y venta de café latinoamericano. 

Verde Imports distribuía café dominicano en cafeterías locales, y Durán tenía previsto expandir el negocio, aumentando el número de proveedores y clientes. Se convirtió en el distribuidor exclusivo de café para Jimmie’s Bakery and Cafe, en Mt. Airy, y al final, él y el propietario de la cafetería, Jimmie Reed, abrieron juntos un nuevo local en Germantown. Durán, de nuevo, supo aprovechar la oportunidad para hacer algo que no había hecho nunca.

El café funcionó durante cuatro meses, de marzo a agosto de 2014, pero ambos decidieron cerrar y dar por terminada su relación profesional porque tenían diferentes expectativas sobre el funcionamiento y el futuro del negocio. 

Poco después, Durán fue abordado por la entonces directora de programas de la GPHCC, Yocasta Lora, quien le propuso unirse a la cámara como consultor. Con el tiempo, acabó sustituyéndola y empezó a asesorar a empresarios latinos sobre lo que él mismo conoce mejor: lo desconocido. 

Los costes de ignorar a la comunidad latina

Durán se pregunta a veces si habría una cámara de comercio defendiendo los propietarios de negocios latinos en Brooklyn cuando su padre luchaba por levantar su propia tienda de comestibles y un restaurante. 

Está convencido que las posibilidades que que un negocio montado por un inmigrante tenga éxito son al menos tres veces superiores con la ayuda de organizaciones como GPHCC, y la existencia de personas interesadas en invertir en la comunidad latina. Pero, por encima de todo esto, Durán cree que la oportunidad de beneficiarse es mutua: tanto para las entidades estadounidenses que decidan prestar atención a la creciente población hispana, como para los latinos mismos que quieran construir activos financieros a largo plazo. Ignorar esta oportunidad sería una pérdida desafortunada. 

“El coste de ignorar a una comunidad puede ser: un negocio cerrado, una familia rota, un hogar perdido, la educación de un niño”, dijo Durán. Para que una comunidad prospere hay que proveerla con los recursos y la asistencia necesaria para que crezca de forma autosuficiente.

“El valor de contribuir, de ayudar al dueño de negocio a crear un negocio sostenible y escalable, puede ser: cumplir con los pagos de la hipoteca, un hogar estable, la armonía familiar, la supervivencia de un matrimonio, que un niño crezca en un entorno que promueve la estabilidad”, añadió Durán. “Es así como llega el aprendizaje, el avance, la educación. Así llega la comunidad”.