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Saul Leiter nos da trece lecciones de vida en el documental 'In No Great Hurry'. Imagen: Thomas Leach.
Saul Leiter nos da trece lecciones de vida en el documental 'In No Great Hurry'. Imagen: Thomas Leach.

Uno de los mejores fotógrafos de la historia te cuenta por qué ser famoso en Instagram es una bobada

El fotógrafo Saul Leiter se esforzó por evitar la fama, pero acabó siendo el maestro del color. Y nos enseña a vivir para conseguir “seguidores”.

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Hace un tiempo vi un gran documental realizado por Thomas Leach sobre la vida y particular forma de entender el mundo de Saul Leiter y recogí un pequeño decálogo en un diario español. Ahora más que nunca, me viene a la cabeza esa gran verdad filosófica que escuché decir al fotógrafo:

"Hay una tremenda ventaja en no ser importante", dijo.

Y también:

“La gente se preocupa demasiado por cosas que no tienen importancia”. Cierto, ¿no?

Vivimos tiempos duros, tiempos "darwinistas" donde el pequeño se come al grande y se escenifica la vida más que vivirla, que diría la escritora Ariana Harwicz. Como antídoto al narcisismo y el vasallaje, vale la pena volver a la sencillez esencial de la mano de uno de los mejores fotógrafos de la historia. ¿Me acompañan?

Saul Leiter, el fotógrafo tranquilo, no puede dejar de moverse. Hay al menos 60 años de trabajo apilado en su piso del Greenwich Village de Nueva York: negativos de fotografías, cajas y más cajas de instantáneas que un día pensó que organizaría, pero se quedó sin tiempo. 

“No veo ninguna razón para tener prisas”,

le dice a Thomas Leach, el director de ‘In No Great Hurry’ (2013), el documental que se estrenó poco antes de su muerte.

Leiter era incapaz de deshacerse de nada, excepto de la fama, que estuvo esquivando más de sesenta años.

“¿Logro? ¿Qué logro? Yo solo hago fotos a las ventanas de la gente”, rechista uno de los más grandes fotógrafos de Nueva York. Un artista que prefirió tomar pasear con su cámara y tomar café a dedicar un segundo a hacerse un nombre.

“Yo aspiraba a no ser importante”, señala.

Pero eso sí que no lo consiguió. Saul Leiter fue el pionero de la fotografía en color en un  momento en que la moda era hacer fotografía en blanco y negro. 

Qué hacer para no ser importante

(o al menos no preocuparse demasiado por ello)

Estos son los tres consejos de un maestro del despiste para no vivir amargados por la notoriedad en redes y aun así disfrutar de tu vida y tu trabajo:

Deja que la vida te sorprenda

Saul Leiter creció en una familia de judíos ultraortodoxos de Pittsburg. Su padre era un conocido y exigente rabino que quería que Saul siguiese sus pasos. Pero él se hartó de la religión y se marchó a Nueva York para convertirse en pintor.

Un día visitó una exposición de Cartier-Bresson con su amigo y fotógrafo Eugene Smith y cambió el rumbo de su carrera. 

'Footprints' (1950), Saul Leiter. ©Saul Leiter Foundation, Courtesy Gallery FIFTY ONE.

Abraza tu lado oscuro

Para el fotógrafo no había nada más importante en esta vida que leer, mirar cuadros y tener a su esposa Soemes Bantry a su lado, a la que a menudo retrató y fue la única persona que creyó en él cuando a nadie le interesaba lo que hacía. Eso le bastó.

Pero el hombre que mejor reflejó Nueva York no duda en abrazar su lado oscuro y hacerse preguntas acerca de su desinterés por la fama: “No es porque no quisiera que mi trabajo fuera apreciado pero por alguna razón –quizás porque mi padre no aprobaba lo que hacía- en algún lugar de mi ser existía el deseo de evitar el éxito”.

Y también:

“La vida real tiene más que ver con lo que está oculto”.

Snow (1960), Saul Leiter. ©Saul Leiter Foundation, Courtesy Gallery FIFTY ONE.

¿A qué vienen tantas prisas?

Los fotógrafos a menudo deben esperar durante horas hasta que algo notorio ocurre. El gran Henri Cartier-Bresson lo llamaba el ‘instante decisivo’,  el momento en que la imagen te encuentre a ti.

Las prisas nunca fueron buenas compañeras de Leiter, que admiraba a los maestros zen, quienes se dedicaban a contemplar su trabajo antes de acometer el siguiente. Y tan quieto se quedó que un día se encontró a Willem de Kooning, sacó su cámara para tomarle una foto, al pintor no le gustó la idea y Saul se fue sin más.

A fin de cuentas, siempre prefirió aquellas instantáneas que "cosquillean tu oreja izquierda". Un rostro velado, una figura que surge detrás de un edificio o  un paraguas roto.