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El glaciar Grey, que acaba en el lago del mismo nombre, es uno de los espectáculos naturales más impresionantes del parque Torres del Paine, en Chile, fue declarado Reserva de la Biósfera por la ONU en 1978 y visitado por millares de turistas año tras año. La masa de hielo de 244 kilómetros cuadrados ha ido retrocediendo de forma continua desde 1945 y es uno de los glaciares chilenos que más superficie ha perdido en los últimos años. EFE/JOEL ESTAY
El glaciar Grey, que acaba en el lago del mismo nombre, es uno de los espectáculos naturales más impresionantes del parque Torres del Paine, en Chile, fue declarado Reserva de la Biósfera por la ONU en 1978 y visitado por millares de turistas año tras…

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Zika. Malaria. Dengue. Gripe aviar. A todos nos gustaría pensar que las epidemias y virus contagiosos que amenazan con propagarse de punta a punta del planeta solo existen en los guiones de Hollywood. Sin embargo, los científicos alertan que el riesgo de expansión de enfermedades contagiosas está estrechamente vinculado al cambio climático, un fenómeno que continuará avanzando a no ser que la comunidad internacional tome verdadera conciencia sobre cómo detener el calentamiento global.

El auge de las temperaturas, las sequías y la consecuente reducción de reservas de agua naturales, por ejemplo, han modificado el transcurso migratorio de las aves. “Ahora encontramos muchas más aves de distintas especies concentradas en una misma reserva acuífera, y eso facilita el contagio de virus”, explicó la semana pasada el investigador Federic Bartumeus, del instituto catalán ICREA, coincidiendo con la celebración de la 23ª conferencia anual de cambio climático de la ONU en Bonn.

El equipo de Bartumeus estudia desde hace años el impacto del calentamiento global en la migración de las aves, así como en la propagación de los mosquitos, uno de los principales portadores de enfermedades. Uno de sus logros ha sido el desarrollo de una app para celular (Mosquito Alert) que permite a los ciudadanos alertar sobre la presencia de mosquitos en su zona. El objetivo de la app es detectar lo antes posible la presencia en España del mosquito tigre del género Aedes, portador de enfermedades como el zika, el dengue, la chikunguña o la fiebre amarilla.

“Ya se ha detectado su presencia en Madeira, y Madeira tiene mucha relación con Portugal, nuestro país vecino. Pero vamos a intentar todo lo posible para que no llegue”, explicó Bartumeus, haciendo una demostración de la app en su celular. De forma muy simple, el ciudadano puede informar de la hora y lugar donde vio el insecto, así como enviar una fotografía.  Desde su presentación, este verano, la app ha recogido datos de 40.000 ciudadanos, que “están ayudando a monitorizar la expansión del mosquito tigre con tanta eficiencia como los métodos de vigilancia tradicionales y por un coste casi ocho veces más bajo”, comentó.

 “La ciencia ciudadana puede revolucionar la vigilancia de las enfermedades transmitidas por mosquitos en todo el mundo”, subrayó la revista Nature, que publicó los resultados obtenidos por Mosquito Alert.

Por otro lado, la app también sirve como excusa para concienciar a la ciudadanía sobre la imperante necesidad de vigilar que no queden aguas encharcadas en sus casas después de regar, o de que llueva, para evitar los lugares de cría de mosquitos, explicó Bartumeus.

En EEUU han salido iniciativas similares a Mosquito Alert. Un equipo de Stanford University liderado por el profesor de bioingeniería Manu Prakash ha desarrollado Abuzz, una plataforma de monitoreo que permite identificar las zonas con mayor presencia de mosquitos en el mundo mediante la información que someten los ciudadanos. Una vez instalada la app en su celular, los ciudadanos pueden gravar el zumbido del mosquito y enviarlo a la plataforma.  

 

“Los mosquitos suelen abundar en las regiones más pobres del planeta, por tanto, es importante emplear con eficiencia los limitados recursos disponibles para supervisar y controlar su presencia”, constata Prakash en un artículo publicado por la revista eLife en su edición de octubre.

"Si ve un mosquito y lo aplasta, se ha ahorrado una picada por un día. Pero si ve un mosquito y lo graba y envía los datos al proyecto Abuzz, entonces posiblemente haya contribuido a los esfuerzos por reducir la carga de las enfermedades transmitidas por mosquitos durante muchas generaciones en el futuro ", añade Haripriya Mukundarajan, graduada de Stanford y colaboradora del proyecto de Prakash.

El carbón, el gran enemigo

La propagación de enfermedades contagiosas no es el único efecto del cambio climático. La contaminación provocada por las emisiones de CO2, por ejemplo, incrementan el riesgo de contraer enfermedades respiratorias y cardiovasculares.

Precisamente, reducir el consumo de combustibles fósiles como el carbón –fuerte emisor de CO2 y acelerador del calentamiento global - , fue el principal objetivo de la COP23, la conferencia de la ONU sobre cambio climático, que tuvo lugar en Bonn entre el 6 y el 17 de noviembre.

Uno de los países en el ojo de mira fue EEUU, que a principios de verano decidió retirarse del llamado Acuerdo de París, un tratado firmado en 2015 por el que la mayoría de países del mundo se comprometían a cumplir unas metas para reducir las emisiones de CO2 en los próximos años con el fin de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2ºC.

La polémica decisión de la administración Trump de retirar a EE. UU. de los acuerdos de París ha dejado a la nación totalmente aislada. Incluso Siria, que al encontrarse en plena guerra civil quedó fuera del tratado, ha mostrado su compromiso en unirse al acuerdo. Así, mientras el mundo se compromete a reducir el calentamiento global y promover las energías limpias, Trump sigue empeñado en defender los intereses de la industria del carbón.

No obstante, en EEUU existe una buena parte de la sociedad concienciada con el medio ambiente. Eso explica que al margen de la delegación oficial enviada por Washington también viajaran a Bonn dos delegaciones alternativas, deseosas de comunicar el deseo de muchos estadounidenses de luchar contra el cambio climático y permanecer en el acuerdo de París.

Una de ellas fue el grupo “We Are Still In", delegación formada por diferentes empresarios y personalidades políticas contrarias a las medidas contra el clima del presidente Trump, como el ex alcalde de Nueva York Michael Bloomberg y el gobernador de California, Jerry Brown.

En su informe "America’s Pledge (La Promesa de Estados Unidos),el grupo deja claro que su coalición de ciudades, estados y empresas representa a más de la mitad de la economía de los EE.UU.

Otro de las voces estadounidenses que se ha hecho oír estos días en Bonn ha sido la del reputado científico y climatólogo de la NASA James Hansen, famoso por haber adelantado el calentamiento global a causa del auge de las emisiones de CO2 en 1988.

En el marco del COP 23, Hansen emitió un video en el que llama a los países a presentar demandas judiciales contra las mayores compañías de petróleo, carbón, gas y cemento por los daños causados por el cambio climático. Hansen también confía en que “la postura de Trump tendrá un efecto relativo a corto plazo, pero no va a conseguir restaurar la industria del carbón”.