‘Antifas’ sobre ruedas: La rebelión de los repartidores brasileños contra la precariedad
Piden alimento y seguridad contra la COVID a un gobierno que se hace el sordo, pero el Movimiento de los Repartidores Antifascistas está decidido a hacerse oír…
El día que Paulo Lima, aka ‘Galo’, cumplía 31 años lo botaron del trabajo porque se le pinchó un neumático de la moto durante una entrega. Es decir, no lo botaron, Uber simplemente lo bloqueó de su aplicación. Nada nuevo si se tiene en cuenta que los repartidores, trabajadores realmente esenciales en esta pandemia, son tan invisibles como Santa Claus, alguien que trae tu comida pero de quien nunca te preguntas cuánto gana por sus repartos porque de lo contrario se te atragantaría el sushi.
“Cuanto menos ganas, más intentas repartir”, le dijo el indignado repartidor a Sarah Cozzolino de Rfi, y añadió que la injusticia fue tal que quiso denunciarla públicamente y creó un vídeo que no tardó en hacerse viral, y una petición que fue firmada por 365.000 personas reclamando kits de higiene contra la Covid y dietas para los trabajadores.
"Las aplicaciones empezaron a poner avisos que publicitaban que nos estaban protegiendo", recordó, "pero yo nunca recibí nada".
Así comenzaba el Movimiento de Repartidores Antifascistas, que ayer 1 de julio celebró su primera huelga general del reparto en Brasil, pese a las muchas trabas que este repartidor, convertido en el Che de una revolución sobre ruedas, tuvo que sortear.
Las aplicaciones de comida rápida para las que trabajaba lo bloquearon, muchos de sus compañeros le dieron la espalda -”Me enviaron a visitar Cuba”, dijo-, porque se sintieron humillados porque pidiera comida o apoyan a Bolsonaro, quien les prometió que les daría armas para que se protegieran de los robos de motocicletas, aseguró ‘Galo’.
"Trabajar hambriento mientras llevas comida a la espalda es una tortura", explicó el repartidor, que ha visto cómo desde el inicio de la pandemia se ha multiplicado el número de repartos mientras que sus condiciones de trabajo están lejos de ser las ideales.
El sueldo mensual de un repartidor medio por trabajar doce horas al día es de 992 reales -unos 180 dólares-, por debajo del salario mínimo brasileño, según un estudio de la asociación Aliança Bike.
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"Si la revolución industrial ha acabado con los empleos, la uberización nos está quitando nuestros derechos", dice el líder de esta rebelión del reparto. "La mayoría de las veces, hablamos con un robot. Y nos bloquean sin razón”, afirma.
Por eso, porque la economía y quienes la dirigen son todo menos justos, especialmente en Brasil, donde desde el inicio de la pandemia el presidente Bolsonaro ha manifestado importarle bastante poco la seguridad de su pueblo, el Movimiento de Repartidores Antifascistas está decidido a despertar conciencias haciendo rugir sus motores.
“¡Tenemos un fascista en el poder!”, clamaba Galo sin ningún temor. "Tengo la impresión de que cuando una persona mayor muere, este gobierno lo cuenta como una pensión menos que pagar".
Su agrupación no tiene más voluntad que defender los derechos de su gremio. Hacer, según sus palabras, “política de la calle con los puños cerrados”. Un movimiento de “emancipación de los trabajadores”.
Ayer hubo motocicletas paradas en Brasil. Hubo quien pidió su pizza y nunca la recibió, y hubo quien también fue consciente de que el acto de usar un smartphones para pedir comida a domicilio es político y tiene sus consecuencias.
Quienes se unieron a la huelga no hicieron ningún pedido durante el día de ayer. No hubo repartos, al menos por parte del Movimiento de Repartidores Antifascistas.
"La epidemia ha sensibilizado a la gente que necesitaba escucharnos y vernos", concluyó.
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