Así suena la proteína con que el COVID–19 infecta las células
Algunas cosas las entendemos mejor a través de la música. Esta es la idea que llevó a un profesor del MIT a representar a través de sonidos la proteína con que…
Piensen en una canción cualquiera. Salvo porque su elección sea muy extraña o una canción anterior al Siglo XII, lo más probable es que la música en que están pensando tenga varias clases de instrumentos musicales y distintas melodías que se relacionan entre sí: a veces responden una a la otra, a veces van juntas, otras van por lados completamente distintos. Lo más probable, también es que haya variaciones en otras características del sonido, como el volumen.
Según el profesor del MIT, Markus J. Buehler, estas mismas características de los sonidos (que nosotros percibimos como música) se pueden utilizar para entender las proteínas, las columnas de las que está hecha la vida, y aplicó su propuesta a las proteínas espiga: aquellas que recubren los coronavirus y le dan su característica forma.
Esas espinas son las que el virus utiliza para invadir nuevas células y, en consecuencia, entenderlas es fundamental para avanzar en el desarrollo de una vacuna o tratamiento.
La idea de que entender la biología del COVID–19 es indispensable para lograr desarrollar una vacuna o tratamiento es algo que ya todos damos por sentado. Pero cómo una pieza musical nos puede ayudar a avanzar en esto no es evidente.
Las proteínas están hechas de bloques de aminoácidos que se relacionan entre sí con distintas jerarquías y longitudes. Según qué tan complejas sean esas relaciones, pueden ser primarias, secundarias, terciarias o hasta cuaternarias. Dicho de este modo suena muy simple, pero lograr representar estas estructuras y analizarlas es muy complejo. De hecho, las representaciones que estamos habituados a ver parecen más sopas de noodles de colores que otra cosa.
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Las proteínas espiga están hechas para adaptarse a la célula que el virus busca invadir y cuando lo logra, la infecta y empieza a utilizar esa célula para reproducirse. Así las cosas, comprender la estructura tanto de la proteína como de la célula infectada y los anticuerpos es indispensable para encontrar cómo evitar que el virus engañe la célula y entre en ella.
Si uno intenta imaginar la tarea de buscar, en esas representaciones de noodles coloridos y enredados, cómo casan el virus y la célula huésped o el virus y el anticuerpo, está ante la más absurda y frustrante de las pesadillas.
En cambio, mientras las representaciones visuales pueden ser confusas y abrumadoras, nuestro cerebro tiene una enorme capacidad para analizar estructuras sonoras muy complejas e incluso para recordar y compararlas. Cualquier persona que haya tenido una canción atorada en la cabeza o que al oír una melodía haya recordado otra puede dar fe de esto.
Usando inteligencia artificial, el profesor Buehler asignó un sonido a cada aminoácido de la proteína espiga del COVID–19 y el resultado es una pieza musical hipnótica y relajante. Y esto, si bien nos puede sorprender en principio, no es extraño. Finalmente, es a través de una clase de familiaridad que el virus engaña a la célula, la infecta y luego usa sus estructuras para reproducirse.
“Mientras escuchas, te sorprenderá el tono agradable, incluso relajante, de la música. Pero engaña a nuestro oído de la misma manera que el virus engaña a nuestras células. Es un invasor disfrazado de visitante amistoso. A través de la música, podemos ver la espiga del SARS-CoV-2 desde un nuevo ángulo, y apreciar la urgente necesidad de aprender el lenguaje de las proteínas”, dijo el profesor en una entrevista a MIT News.
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