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Vicente Fernández cantaba con el alma, llenaba estadios y sus canciones pertenecen a sus fanáticos. Desde los años 70 fue protagonista de la música latina, con reconocimiento en todas las latitudes. Foto: Getty Images
Vicente Fernández cantaba con el alma, llenaba estadios y sus canciones pertenecen a sus fanáticos. Desde los años 70 fue protagonista de la música latina, con reconocimiento en todas las latitudes. Foto: Getty Images

Vicente Fernández, adiós al charro eterno

Esta es la vida de un hombre que convirtió su carrera en una leyenda.

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"Mientras ustedes no dejen de aplaudir, su ‘Chente’ no deja de cantar" fue su lema. Y era verdad. Famosos son sus conciertos que se extendían por horas, los palenques en los que aclaraba su voz a punta de tequila y seguía cantando sus rancheras. Él, intacto, sus espectadores eufóricos también entre el tequila y su música. 

Vicente Fernández murió el 12 de diciembre, el mismo día de la Virgen de Guadalupe, de la que, como buen mexicano, era devoto. Famosas eran las “Mañanitas” que el artista cantaba todos los 12 de diciembre en honor a la Guadalupana. “Nuestra Señora de Guadalupe se lo llevó”, dijo su hijo Gerardo Fernández conmovido hasta las lágrimas.

Sus canciones retumban en todos los rincones del continente, su voz ha acompañado a varias generaciones de latinoamericanos, porque como pocos el “Chente” no es sólo mexicano, es de todo el continente. Desde sus contemporáneos  que lo acompañaron al inicio de su carrera, hasta los más jóvenes que ya lo escucharon cuando ya era un ídolo. 

Fue el último gran charro mexicano. Su fama y su leyenda superan a la de otros ídolos de la música mexicana como José Alfredo Jiménez, Pedro Infante o Jorge Negrete. La supera porque fue el sobreviviente y heredero de esa generación, porque a pesar de los cambios se aferró  a la imagen del 'mero macho' y alrededor de ella creó su marca. 

Con su vestido de mariachi, las cejas y el bigote negros, aunque su pelo ya fuera blanco, perfectamente erguido y su voz a todo pulmón, cantaba sus canciones y llenaba estadios, vendía millones de discos e inició un clan. Produjo unos 100 álbumes, de los que se calcula vendió 75 millones de copias. Temas como ‘El Rey’, ‘Mujeres divinas’, ‘De qué manera te olvido’ y ‘Por tu maldito amor’ hacen parte de una larga lista de éxitos. 

También  alimentó  la fama de mujeriego empedernido -de la que se enorgullecía-, se codeó con poderosos y era el ídolo de narcos a los que les cantaba en conciertos privados. 

De hecho, su estilo de vida fue inspiración, por ejemplo, para los narcotraficantes colombianos de los 80. La fama y la fortuna a pesar de los orígenes humildes, la figura del charro, un tipo rudo, a caballo, con armas al cinto y mujeres parecían ser la epítome del sueño narco. Nada de esto, ni sus infidelidades, ni su machismo, propio de una época que hoy ya se ve como inaceptable, opacan la voz que acompañó fiestas, declaraciones y serenatas y que sirvió de banda sonora para tantas penas de amor.

"Mientras ustedes no dejen de aplaudir, yo no dejo de cantar, al cabo que esta es la última noche que canto”, volvió a repetir Vicente Fernández el 16 de abril de 2016, durante su concierto  de despedida en el Estadio Azteca de Ciudad de México, donde congregó a 85 mil personas que, efectivamente, no paraban de aplaudir.  

Cinco años después, “Chente” ya no canta, pero sus fanáticos le aplauden, le aplauden desde todos los rincones del planeta, le aplauden y lo lloran en Plaza Garibaldi, en el Paseo de la Fama en Hollywood, en el radio que suena en cualquier pueblo de Latinoamérica. Lo lloran y lo veneran miles de fanáticos en su hacienda los “Tres Potrillos” en Guadalajara, a pesar de la tradición de velar a los grandes ídolos mexicanos en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, pues como a  todo Rey se le cumple su voluntad de descansar y ser venerado en su propia tierra.