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No se parecían en nada a Ringo y su pandilla, a excepción de los peinados, claro está.
No se parecían en nada a Ringo y su pandilla, a excepción de los peinados, claro está.

¿Beatles o “Beetles”? La historia de un “fake” musical que puso a Argentina del revés

Cuando un producto triunfa, aparecen imitaciones. Pero ésta puso a los fans del cuarteto inglés más amarillos que el submarino.

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Alrededor de la Beatlemanía hay muchísimas leyendas, como la de que Paul McCartney murió en el apogeo del grupo brit y que quien tocaba era un doble suyo, que la canción Revolution 9 es una oda satánica, o  que ninguno de los Beatles existió en realidad y a lo largo del tiempo fueron interpretados por diversos actores que se turnaban.

Eso último le hubiera ido de maravilla a cierto empresario que en 1964, justo después de que el cuarteto apareciera en el show de Ed Sullivan desatando la histeria en Estados Unidos, tuvo una idea aparentemente inocente que acabó siendo un histórico timo musical.

Bob Yorey regentaba un club nocturno en Miami cuando la fiebre colectiva por los Beatles se desató. A su club acudía a tocar una banda de cuatro chavales que se hacían conocer como The Ardells y esa noche Yorey les dijo: “A partir de mañana cambian de nombre. Ya encargué los carteles”. También les ordenó que debían cortarse el pelo. ¿Adivinan cómo?

A partir de ese momento pasaron a llamarse los American Beetles, un sucedáneo muy digno de los Beatles que hacía covers de la banda. 

Un día llegó al club un productor de espectáculos, Rodolfo Duclós. Vio a los chicos con sus flequillos y sus pintas brits y, oliendo que podía sacar tajada del negocio, le propuso a Yorey llevárselos de gira por Latinoamérica. 

Total, pensó, ningún grupo reconocido -sobre todo en los 60’- se había molestado en tocar en el continente por los altos costos del viaje, entre otras cosas. 

Lo que el propietario del club y quizás también la banda no sabía era que Duclós no vendió la gira de los American Beetles, sino de los verdaderos Beatles, y así fraguó su engaño. A quienes dudaban de la veracidad, les decía que había sido una concesión de los chicos de Liverpool tras el éxito en los States. 

Así fue cómo la prensa argentina anunció a bombo y plantillo la visita de los Beatles al país en mayo de 1964.

Tras algunos líos y retrasos, un empresario cubano propietario de Canal 13, Goar Mestre, firma el contrato con el productor. 

Cuando los chicos de Miami, los American Beetle, llegaron al aeropuerto no podían creer lo que veían: manadas de jóvenes histéricos vitoreando su nombre, llantos, desmayos…

Duclós lió la madeja. Al escándalo inicial le siguió un litigio de varias cadenas por el derecho de que estos otros Beatles tocasen en sus programas, y aunque la prensa se hizo eco finalmente del embuste y los Beetles no se parecían en nada a John, Paul, George y Ringo, la visita se hizo tan famosamente absurda que sólo pudo demostrar una cosa…

Cuando un fenómeno es global, nadie puede escapar a la fiebre de unirse a algo mayor que ellos mismos. 

La historia completa, con sus requiebros absurdos, se cuenta en el documental El día que los Beatles vinieron a la Argentina, dirigido por Fernando Pérez.