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"... y no se lo trago la tierra" de Tomas Rivera nos presenta la vida de los campesinos de Texas durante la decada de 1950 con todos sus pesares y alegrías. La novela fue reeditada en 2017.

Lectura de verano: "... y no se lo tragó la tierra"

A pesar de haber sido escrito hace más de 40 años, este clásico de la literatura chicana sigue reflejando el deseo de superación de los inmigrantes latinos…

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La política de "tolerancia cero" con la inmigración en la frontera que promueve la Administración Trump ha sacado a relucir en los últimos meses las duras condiciones psicológicas que sufren las personas que abandonan sus países en busca de una vida mejor en los Estados Unidos.  Miedo. Discriminación. Trabajo duro. 

En este contexto, aunque ya hayan pasado más de 40 años desde su publicación, retomar la lectura de la novela "... y no se lo tragó la tierra", del autor chicano Tomás Rivera (1934-1984), tiene más sentido que nunca.

Considerada un clásico de la literatura chicana, se trata de una novela breve, donde el autor narra las experiencias de un inmigrante que llega a Texas para trabajar de jornalero en el campo y explica la vida diaria en el seno de una comunidad mexicano-americana tejana a través de la mirada de un niño

"... y no se lo tragó la tierra" fue publicada por primera vez en 1971 y expone las dificultades que afronta el inmigrante latino al llegar a los Estados Unidos en busca de una vida mejor, desde discriminación, explotación laboral y falta de acceso a educación, a los  problemas de identidad que conllevan su condición de inmigrante, como la sensación de sentirse el “otro”.

Forzados a abandonar su país en busca de empleo, los personajes que protagonizan “... y no se lo tragó la tierra” (novela convertida en película en 1995) pertenecen a una comunidad migrante de Texas, que sufre la explotación de granjeros, dueños de tiendas e incluso por de otros mexicano-americanos, llevándoles al conflicto social y a la lucha por sus derechos. 

El capítulo introductorio , «El año perdido», es un claro reflejo de la intención del autor, quien vivió su infancia como jornalero y llegó a ser un profesor de la Universidad de Texas y un ferviente promotor cultural. Se nos muestra a un muchacho forcejeando entre el sueño y la realidad, “entre el sueño y la vigilia, angustiado por saber si alguien o él mismo había pronunciado su nombre. Un problema de identidad, de reconocimiento de «el otro», como han señalado críticos de la talla de Justo L. Alarcón, especialista en literatura chicana de la universidad estatal de Arizona -hoy jubilado-  y miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE). 

“Aquel año se le perdió. A veces trataba de recordar y ya para cuando creía que se estaba aclarando todo un poco se le perdían las palabras. Casi siempre empezaba con un sueño donde despertaba de pronto y luego se daba cuenta de que realmente estaba dormido. Luego ya no supo si lo que pensaba había pasado o no.

Siempre empezaba todo cuando oía que alguien le llamaba por su nombre, pero cuando volteaba la cabeza a ver quién era el que le llamaba, daba la vuelta entera y así quedaba donde mismo. Por eso nunca podía acertar ni quién le llamaba ni por qué, y luego hasta se le olvidaba el nombre que le habían llamado. Pero sabía que él era a quien llamaban.

Una vez se detuvo antes de dar la vuelta entera y le entró miedo. Se dio cuenta de que él mismo se había llamado. Y así empezó el año perdido.”


“... y no se lo tragó la tierra” refleja el instinto de superación, pero también el miedo. “Es un libro clave para entender la vida de los campesinos de este país. El autor nos adentra en este mundo difícil pero a la vez mágico de los hombres que levantan los frutos de la tierra con sus manos”, interpretó un crítico del portal de cultura latina Hola Cultura en abril de 2017, en motivo de la reedición del libro en versión bilingüe, español e inglés. 

“Y no se lo tragó la Tierra” es un libro que nos ilustra la vida de paso, las preocupaciones de estos seres anónimos que van de campo en campo y de pueblo en pueblo haciendo vida. En este libro somos testigos de sus deseos, sus miedos y su acontecer diario que inicia muy temprano, a veces antes de que salga el sol”, añade el portal Hola Cultura.

Nacido en Texas, de padres inmigrantes mexicanos trabajadores en la recolecta de fruta, Rivera ha sido comparado con el escritor norteamericano John Steinbeck por la descripción de la odisea del migrante que llega a otro territorio, y con William Faulkner, por sus monólgos interiores. 

De joven llegó a trabajar de jornalero, pero consiguió salir de sus orígenes humildes y graduarse en la Southwest Texas State University (ahora, Texas State University), seguido de su doctorado en University of Oklahoma. De allí empezó una carrera académica, que le llevó primero a ser profesor en la Sam Houston State University y la University of Texas at El Paso. Acabó siendo rector de Universidad de California en Riverside, hasta la fecha de su muerte, en 1984.

Conocido por su fuerte actividad como promotor cultural, Rivera quiso resaltar con este libro la importancia de la comunidad y el idioma como el centro de la vida y de la sobrevivencia, más allá de la pobreza y las duras condiciones de vida. Un sentimiento que bajo la era Trump vuelve a ser más importante que nunca entre la comunidad inmigrante.