Fallece la “insólita” Amparo Dávila, madre del cuento fantástico mexicano
Las escritoras Cecilia Eudave e Iliana Vargas recuerdan a la gran dama del cuento mexicano, para quien la literatura siempre fue una forma de resistencia.
Hay autores que te arrastran al otro lado del espejo. Una puede sentir desde niña la curiosidad por saber qué hay a ese al otro lado, pero necesitas que algo o alguien te jale para empezar a ver lo extraordinario que hay en lo aparentemente ordinario, el horror que hay en la belleza y la belleza, por supuesto, que hay en el terror.
Los cuentos de la mexicana Amparo Dávila (92), fallecida la pasada semana, han sido para muchos lectores y autores del género fantástico y el terror una forma de hermanamiento con lo monstruoso que vive en nosotros.
Así la recuerdan las escritoras Cecilia Eudave e Iliana Vargas, dos grandes autoras del género que han trabajado su obra y que tuvieron la fortuna de conocer a la dama mexicana de lo insólito.
Mi relación con Amparo Dávila data desde principios de los noventa cuando descubrí su libro Tiempo destrozado. Inmediatamente fui cautivada por sus relatos insólitos, a veces fantásticos, otras tantas inusuales. Sobre ella he escrito artículos, dirigido tesis y devorado sus libros una y otra vez. La considero una de las autoras de lo fantástico más importantes del siglo XX. Sus textos son reveladores del contexto mexicano de las mujeres en la primera mitad del siglo pasado, y le da una vuelta de tuerca al especio femenino por medio de la literatura no mimética, a través de una escritura singular e inquietante. Logró crear excelentes atmósferas para que sus personajes femeninos pudieran liberar su otro yo: el monstruoso. Monstruos y seres fantásticos que producen catarsis y la toma de la conciencia del ser reprimido; Dávila consigue despertar la identidad sofocada o rechazada de las mujeres dominadas por las imposiciones sociales de la época que le tocó vivir. La suya es una literatura que incita al cambio y visibiliza a la mujer en su contexto de opresión y descalificación usando como pretexto los mundos insólitos en los que se mueven sus personajes.
"Con los años, el tiempo ya no pesa, ya no hay prisa por llegar a ninguna parte, por demostrar nada, sólo quedan los recuerdos, las historias que has dejado escritas, esas que de alguna forma se volverán, si tienen suerte, eternas…", Amparo Dávila.
En el 2011 por fin la conocí en unas jornadas literarias organizadas por El Colegio de México. Tuve la fortuna de que me la presentaran y charlar con ella, de recibir sus consejos de escritora a otra que seguía sus pasos; y sobre todo, de imantarme con esa presencia tan imaginada por muchos años. Recuerdo que me dijo, cuando le pregunté por qué tardaron tanto tiempo en volver a distribuir y publicar su obra: “Hay que resistir, Cecilia, la buena literatura, sí lo es, con los años se impone. Uno debe seguir en lo suyo, escribiendo y con su vida, son los lectores, y sólo ellos, los que al final tienen la última palabra. Con los años, el tiempo ya no pesa, ya no hay prisa por llegar a ninguna parte, por demostrar nada, sólo quedan los recuerdos, las historias que has dejado escritas, esas que de alguna forma se volverán, si tienen suerte, eternas… Imagínate, cuándo yo iba sospechar que sería traducida al árabe, sí, al árabe”. Esa noticia la acaba de recibir y la tenía muy emocionada. Luego se levantó tan afable y sonriente. Quise acompañarla pero ya estaba otra vez rodeada de mucha gente. Así, entre esa nube de voces y de cuerpos se alejó pausadamente devorada por los otros. Yo me quede ahí como viviendo el final de alguna de sus historias donde el sueño no parece tal y la realidad ya poco importa…
El primer cuento de Amparo Dávila que llegó a mis manos fue El espejo, gracias al Diplomado de Literatura Fantástica que cursé con Ana María Morales en 2001. En esa época no era fácil conseguir sus libros, así que experimenté una gran sorpresa cuando, en una librería de viejo, hallé un ejemplar numerado (0008) de la primera edición de Árboles petrificados, publicada por Joaquín Mortiz en 1977. Lo leí en un par de días, y me causó tal impacto que lo incluí en uno de los cuentos de mi primer libro (Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma, FETA, 2012), aludiendo a él y a una vela como objetos-umbrales para acceder a otra dimensión de la realidad.
Desde que leí ese libro sentí una atracción irresistible por buscar más de su narrativa, y descubrí una conexión particular con su visión de lo sobrenatural, lo ominoso y lo onírico en elementos y situaciones de la realidad cotidiana de mujeres que forman parte de distintos estratos sociales. En 2016, después de una charla que tuvo con Bernardo Esquinca y Jonathan Minila a propósito de la edición conmemorativa por los 40 años de Árboles petrificados, aproveché la oportunidad para comentarle esto, y recuerdo que me miró atentamente, esbozó una sonrisa, y me respondió: “Muchas gracias; fíjese que lo escribí hace muchos años sin pensar en todo eso, pero si lo encontró es porque está ahí”.
CONTENIDO RELACIONADO
"Espero que haya llegado en paz al Edén, acompañada de todas sus monstruosas maquinaciones".
Hace unos días comentaba en Facebook que me gusta utilizar Alta cocina en los talleres de cuento fantástico que imparto en las Escuelas Normales, pidiéndoles a los alumnos que reescriban la historia desde el punto de vista de los seres que serán cocinados, sin revelarles nunca de qué seres se trata. Algunos alumnos llegan a dilucidar a qué animalillos se refiere la historia, ya que ellos mismos suelen recolectarlos y cocinarlos, pero muchos otros no, y es increíble cómo se detona su imaginación especulando al respecto.
Como lectora y escritora de literatura fantástica y ficción especulativa es muchísimo lo que tengo que agradecerle a Amparo Dávila; su nombre aparece cada vez que alguien me pregunta cuáles son mis influencias o mis escritoras favoritas; la releo y escribo sobre ella cada que puedo, porque hasta hace algunos años su trabajo era poco difundido y estudiado en México, y, como lo dije el día que falleció, espero que haya llegado en paz al Edén, acompañada de todas sus monstruosas maquinaciones.
Poeta y cuentista zacateca y verdadera protagonista de la literatura mexicana del siglo XX, Amparo publicó su primer libro, Salmos bajo la luna (1950), a los 22 años. Le seguirán títulos como Perfiles de Soledad (1954), Muerte en el bosque (1959), Tiempo destrozado (59) -formado por cuentos tan emblemáticos como El Espejo- y El huésped y otros relatos (2018).
La soledad, la locura y el temor fueron temas recurrentes de esta escritora que manejó como nadie la literatura fantástica y surreal, y que fue reconocida con numerosos galardones como el premio Xavier Villaurrutia y la Medalla de Bellas Artes.
Recientemente, "El Huésped" apareció en la antología Insólitas (Páginas de espuma, 2019), editada por Teresa López-Pellisa y Ricard Ruíz Garzón, que también incluye “El reclamo”, de Cecilia Eudave.
DEJE UN COMENTARIO:
¡Únete a la discusión! Deja un comentario.