Buscando justicia por una hermana asesinada
En ‘El invencible verano de Liliana’, Cristina Rivera Garza denuncia la violencia de género y el feminicidio como problemas universales
El verano de 1990 iba a ser muy especial para Liliana Rivera Garza, una joven estudiante de arquitectura mexicana de 20 años. Había decidido que empezaría una vida nueva: rompería con su novio abusador, haría una maestría, después un doctorado y viajaría a Londres. Nada de eso ocurrió. Su novio decidió que ella no tendría una vida sin él y la asesinó, convirtiéndose en otro feminicidio sin resolver en México en las últimas décadas.
Veintinueve años después, Cristina Rivera Garza, su hermana escritora, abandonaba su hogar en Texas y se plantaba ante la Fiscalía General de Ciudad de México para exigir que se reabriera el caso y se hiciera justicia. No logró su objetivo, pero de su tenacidad nació 'El invencible verano de Liliana'('Liliana’s Invincible Summer'), novela que acaba de salir publicada en inglés en Estados Unidos y que es, a la vez, un homenaje a la vida que pudo tener Liliana y una denuncia a la violencia sexista y el terrorismo de pareja que afecta a todo el mundo.
“Es difícil hablar de la violencia de género y el feminicidio con el lenguaje patriarcal que la provoca y la silencia a la vez. Así que no solo es cuestión de estar personalmente listo para hacerlo, sino de tener acceso a un lenguaje común a través del cual se puedan enunciar estos crímenes desde el punto de vista de las víctimas y sus familias”, explica Rivera Garza en una entrevista con AL DÍA.
“Las movilizaciones de mujeres y los movimientos feministas han ido produciendo este lenguaje que ahora hace posible contar estas historias alternativas y tener un lugar de escucha también”, añade.
Según la autora, la violencia de género y el feminicidio, por desgracia, son universales, y no un tema exclusivo de México. En Estados Unidos tres mujeres son asesinadas al día debido a violencia de género, recuerda. “A ese aumento en el número de feminicidios, el cual fue aún más grave durante la pandemia, se le llama epidemia silenciosa. Y esto con justa razón: no se habla de ella, no tanto como se debería, en todo caso, y con frecuencia. Y esto ocurre más en Estados Unidos que en América Latina. No se tiene un lenguaje preciso para su identificación”, dice.
La autora pone como ejemplo que en Estados Unidos las historias sobre asesinatos de mujeres se las conoce como un subgénero -’dead-girl story’-, en lugar de llamarlas por su nombre: feminicidio. “Pensemos en la diferencia que esa nomenclatura conlleva, tanto a nivel cultural como en términos de políticas públicas”, advierte.
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Por otro lado, la violencia de género muchas veces se confunde con otro lenguaje muy potente: el del amor romántico y, por eso, a menudo se habla de “crimen pasional”. “Espero que la vida de Liliana pueda ayudar a otras y otros a ver con mayor claridad una amenaza que está presente ahí donde hay desigualdad”, dice.
La obligación de preguntarse
Nacida en 1964 en la región de Tamaulipas, fronteriza con Texas, la autora cree que “una frontera siempre nos conmina a hacer preguntas”. En todos lados hay diferencia, añade, “pero la existencia en sí de una frontera, especialmente una tan visible y cruel como la que divide a Estados Unidos y México, nos obliga a preguntarnos insistentemente sobre el estado de las cosas, es decir, nos invita a ser críticos como una estrategia de sobrevivencia en la vida cotidiana. Un oficial de inmigración interroga sobre cosas básicas pero cruciales: quién eres, de dónde vienes, a dónde vas, quiénes son tus amigos. Bien vistas, estas preguntas dan para convertirse en filósofos en la vida diaria”.
Rivera Garza es directora del programa de Escritura Creativa de la Universidad de Houston y lleva ya treinta años en Estados Unidos. “Estar muy cerca de ciertas tradiciones literarias de Estados Unidos me ha ayudado a cuestionar mi formación como lectora/escritora latinoamericana y viceversa: la interdisciplinariedad y el ‘cross-genre’ se me dan muy bien”, comenta.
Ferviente lectora desde pequeña, Rivera Garza quedó “seducida” por el mundo de los libros y enseguida tuvo claro que quería dedicarse a escribir, “por muy descabellado e inusual que sonase en una familia de migrantes fronterizos”.
“Quiero hacer esto, quiero trabajar de cerca con este lenguaje, quiero escribir libros que conmuevan a otros tanto como lo estoy ahora”, se dijo. No sabía entonces que estaba tomando una decisión fundamental: “Por suerte, o por desgracia, a saber, es una decisión que hay que volver a hacer siempre, todos los días. Uno siempre escribe un libro desde cero, si está escribiendo de verdad, quiero decir”.
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