¿Cuál es el estado de salud actual del cine latino hecho por mujeres? Esa no es una pregunta nada sencilla teniendo en cuenta la asimetría de importaciones y exportaciones profundamente colonial inscrita en los circuitos mundiales de cine. Son muchos los estragos de las actrices latinas por papeles dignos, así como los prejuicios a los que se enfrentan para contratar guionistas latinoamericanos, pero todavía más complicado resulta la producción y dirección de películas que, en el fondo, es el mejor modo por conocer sin intermediarios la realidad que estas artistas quieren mostrar.

Es por eso que resulta vigorizante que algunos festivales estadounidenses desplacen el foco no sólo más allá de su país sino más allá de ciertos prejuicios de la hombría. El Seattle Latino Film Festival, que se celebra anualmente, despliega esta misma semana una edición titulada “Mujeres latinas e íberas en el cine” con más de veinte cintas hechas o producidas por mujeres. Son todas ellas visiones sociales e integradas en la comunidad, de modo que producen intensos discursos como Candy Bar (2017), que intenta mostrar el modo en que la comida esta atravesada por relaciones sociales, dirigido por la argentina Alejandra Szelpaki, que ahonda para ello en la vida de seis mujeres.

También cuenta con documentales mundialmente premiados como Los ofendidos (2016), que aborda el conflicto militar en El Salvador, reivindicaciones necesarias de derechos humanos y sus ausencias. Cuentan también con comedias que transitan entre la risa y el drama como la cubana El techo (2016) dirigida por Patricia Ramos Hernández o propuesta con otro tipo de humor que juegan con la estética brutalista de la destrucción ambiental como El Sitio de los sitios (2016), dirigida por Natalia Cabral junto a Oriol Estrada desde República Dominicana. Pueden consultar su programación entre la que también hay films españoles, argentinos, mexicanos y colombianos.

Son ya muchas las noticias de festivales que poco a poco se adaptan a los nuevos patrones de consumo que nos deja la pandemia y ofrecen sus servicios en streaming. Todavía son mayoría los que se resisten al formar parte de cadenas de distribuidoras que poseen sus propios cines y que esperan sobrevivir al virus.

Pero la realidad es que la situación mundial parece que durará más de lo que creemos y por ello es de agradecer que, entre confinamientos y añorando el olor de las salas de cine, desde Seattle se adapten al presente para poder ofrecernos esta variada programación poco habitual. Su programador afirma que “si continúan creciendo esperan poder presentar programas adicionales y presentaciones más allá del festival anual”.

El festival estará disponible durante estos días en streaming por todos los Estados Unidos e incluye películas en inglés y en castellano hechos por mujeres de más de ocho países latinoamericanos distintos, estando disponibles pases para todo el festival o para cintas en concreto. Las sesiones incluyen una sesión de preguntas y respuestas virtuales con la directora que, por otro lado, contribuye en estos tiempos de soledad a aproximarnos esas por desgracia marginales voces femeninas a la intimidad y seguridad del hogar.