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Historias de lo Oculto. Photo: Cristian Ponce.
Historias de lo Oculto. Photo: Cristian Ponce.

El horror paranormal y político de 'Historias de lo Oculto', el thriller argentino que “embruja” festivales

“Los gobiernos no son satanistas, con neoliberales les alcalza”, dice el cineasta Cristian Ponce, con quien hemos hablado sobre conspiraciones, magia y terror…

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“A usted lo usaron para un fin y después lo borraron, por eso, por más que insista…” 

Faltan sesenta minutos para el final de la última emisión de Midnight, un magazine político financiado por una farmacéutica que se ha visto obligado a cerrar por las presiones. Las calles están vacías, las luces parecen más tenues que nunca; todos están enganchados a sus televisores en medio de una opresiva atmósfera. Estática de demonismo digital y distorsiones arcanas en las emisiones. La garra de siniestro misterio que plantea una libreta con rituales y sigilos es en realidad la misma que constriñe el futuro del país y la realidad política mundial. 

Así, en la misma clave gris de su propuesta en blanco y negro, atrapados por la nostalgia de las texturas que añaden al film, nos presenta Cristian Ponce Historias de lo Oculto, este innovador thriller de terror thelémico y horror político-paranormal. Recreando las décadas de oro de la televisión, en la que una nación al completo podía estar atenta a un programa de televisión, los periodistas protagonistas siguen la emisión desde una localización secreta. En ese último programa, un mago e importante empresario, Adrian Marcato, está a punto de revelar el origen de la conspiración que vincula al gobierno con un maléfico aquelarre. Es Marcato quien aparece en el póster promocional recreando la postura del mago más infame del siglo XX, Aleister Crowley, fundador del Thelema y el Ordo Templis Orienti. 

Con una gran actuación de Germán Baudino en el papel de Marcato y Héctor Ostrofsky como director del informativo, al igual que la remarcable tensión que transmite Nadia Lozano, todos ellos interpretan a la perfección el miedo que supone la asimetría de unos pocos redactores contra una conspiración estatal en la que, además, los enemigos cuentan con recursos mágicos. Si el rol mítico del magazine juega un papel crucial en el escenario de los periodistas, igual de importante resulta para la atmósfera en general la música de Marcelo Cataldo. 

Una trama de thriller político muy interesante con sincrónicas relaciones con la actualidad mundial, un manto opresivo que va más allá de la trama hasta los detalles técnicos de la grabación y el juego a media línea entre crítica y estética se mezclan con la nostalgia del antiguo periodismo. 

Entre estática virtual y bajo una similar lluvia de conspiraciones presidenciales, contacté con Cristian Ponce, guionista de La Frecuencia Kirlian (2017-2020) -disponible en Netflix- y de La obra de mi vida (2018), para que nos hable de Historia de lo Oculto (2020), que ahora se presenta en festivales europeos.

¿Cómo fue el rodaje?

Lo hicimos en La Plata, una ciudad que está a cuarenta kilómetros de Buenos Aires. Nosotros necesitábamos sí o sí lo que era el estudio de televisión para después poner eso ya grabado y editado en la casa de los periodistas. Para no estar haciendo efectos de composición o pantalla verde. Primero fueron tres jornadas en mayo en que grabamos la televisión y después en julio grabamos todo lo de la casa, que fue lo más largo, en siete u ocho jornadas. Lo de la calle con Natalia y el teléfono público fueron dos jornadas más. ¡Pasamos mucho frío! Luego vino el montaje de cosas sueltas que no estaban en el guion original, hicimos el primer corte y sentimos que era necesario ponerle cara al presidente que todos mencionaban. 

¿Hacer una película en blanco y negro es un tema diegético relacionado con la resolución de la trama o era una propuesta estética inicial tuya?

Las dos cosas. A mí me gusta mucho el blanco y negro y era parte de la idea. Además, como para la película había muy poca plata, empezamos a adornarla con los cambios de textura, era una manera que pensábamos que la gente iba a comprar más. Todavía queda una idea residual del cine independiente de que rodar en blanco y negro es más barato, como sucedía en las primeras películas de Kevin Smith o Darren Aronofsky. Ahora eso no tiene sentido, pero en el inconsciente quedó ese recurso. 

Sentíamos que era una manera para que el público aceptara mejor los pocos recursos que teníamos y todo el equipo creía que narrativamente funcionaba. Eran sensaciones que queríamos explotar.

El paratexto de la película es el de una película de terror pero he tenido dudas durante el visionado por su parodia política o cinismo. Dentro del terror, ¿dónde encajarías tu propuesta?

Sentíamos que no podíamos sumergirnos en algo de terror clásico porque nos íbamos a quedar cortos presupuestariamente. Por eso adoptamos este formato medio documental. Desde mi punto de vista hay una inspiración fuerte del thelema, ya presente en el póster. Pero es puramente visual, lo que intentamos hacer fue jugar con guiños estéticos. El personaje de Marcato, que tiene el mismo apellido que el personaje de Rosemary’s Baby (1963), lo ponemos a hacer el gesto con las manos de Crowley y sabemos que hay un público que lo va a entender enseguida. Creíamos crear nuestra propia mitología, en la que la realidad aparece como un ser. Por eso me sorprenden algunas reseñas que hablan de satanismo.

El juego siempre fue más estético-cinematográfico que filosófico. Tomar imágenes del inconsciente colectivo y juntarlas. Cuando finalmente el cuarto se vuelve rojo y aparecen los tentáculos era una referencia al universo de H.P. Lovecraft pero tampoco sin meternos de lleno en los Mitos de Cthulhu. Es un pastiche, una propuesta posmoderna, que también agarra de las películas de conspiraciones. 

La TV funciona como vértebra y protagonista de la película. ¿Es también cultura?

Me parece que la aproximación que tenemos todos a la televisión es sumamente nostálgica. Esa televisión no existe más. En su momento era espejo de la cultura, hoy por hoy yo no tengo televisor desde hace seis años. Es una estética que ya no existe más, la película busca recrear nuestra memoria sobre eso, más que hablar de la televisión real. Es una cuestión nostálgica como todo lo demás de la película que intenta tocar ciertas fibras.

Relacionado con la actualidad, Historias de lo Oculto sale justo en medio de una polémica electoral, una fibra que también toca directamente la cinta.

Cuando yo escribí la película estábamos en un gobierno anterior. Argentina está siempre en una situación política complicada, no importa cuando leas esto. También entonces había una conspiranoia que afectaba al gobierno. 

También resulta sincrónico con el debate de las conspiraciones antivacunas el hecho de que al programa de televisión lo financie una farmacéutica. 

Yo lo pensé más como una modernización de la alquimia. Me imaginaba a los promotores del programa como una familia de brujos. Von Merkens son los opositores al presidente Velasco, es de hecho el apellido de una familia extraña que aparece en La hora del lobo (1968) de Ingmar Bergman.

Las conspiraciones siempre están en boga. Sobre todo ahora con la entrada en el congreso de Qanon y su teoría de la conspiración pedófilo-satanista, quería saber tu opinión sobre el poso político de esas cábalas o si crees que funcionan en clave de inconsciente colectivo. 

Las conspiraciones obviamente existen porque siempre hay quien conspira y corrupción. De eso a las teorías al respecto me parece que hay un abismo, no creo en ninguna de ellas. Me divierten mucho como parte de una narrativa, como funcionaba en Expediente X (1993-2002) o en el cine paranoico de los setenta. 

Creo, eso sí, que los gobiernos tratan de jodernos de muchas maneras para su beneficio pero no creo que sean satanistas... No creo que necesiten ser satanistas, con neoliberales les alcanza.