Cuando los chinos regentaban cines en La Habana
El descubrimiento de 300 películas históricas en una polvorienta estantería del Chinatown cubano arroja luz sobre el legado oriental en la isla.
María del Carmen Kouw aprendió a hablar cantonés viendo películas de artes marciales en el cine, cuando de niña acudía con sus padres a los estrenos dque tenían lugar en uno de los cuatro cines de La Habana regentados por chinos.
Ahora, a sus 72 años, esta descendiente de asiáticos es una de las expertas que se ocupa de la filmoteca de la Casa de las Artes y Tradiciones Chinas de la capital cubana, que acaba de hacer un singular descubrimiento, el hallazgo de una colección de 300 películas históricas de factura china encontradas en el popular Chinatown de La Habana.
“Las hemos salvado de la humedad, el polvo y el olvido”, dijo Kouw a Xinhua, refiriéndose a estas singulares cintas que se remontan a la primera mitad del siglo XX y que tras ser traducidas al español muestran títulos como El Tigre desdentado, Los pájaros asustados y Danzas del noroeste de China, aunque las historias que cuentan todavía son un misterio porque no han podido ser digitalizadas.
“Hemos encontrado un tesoro inestimable que se creía perdido para siempre”, afirmó Teresa María Li, directora de esta institución creada en 1995 para preservar libros y documentos que trazan el legado chino en Cuba, y añadió que estas cintas podrían ayudar a las futuras generaciones a ampliar sus conocimientos sobre la historia entre ambos países.
Por su parte, el historiador cubano Rolando Julio Rensoly, señaló a Xinhua la importancia que la cultura asiática ha tenido en la sociedad cubana:
"Los emigrantes y descendientes chinos operaban importantes salas de cine, abrían negocios y compartían su música y su forma de vida con el pueblo cubano", dijo. "Preservar la cultura china es preservar también la cubana".
Los primeros inmigrantes chinos que llegaron a Cuba alrededor de 1847 eran personas de bajos recursos contratadas por los colonos para sustituir la mano de obra esclava en un momento en que las leyes abolicionistas habían cobrado fuerza.
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Según Teresa Li, historiadora de profesión, la mayoría llegaron engañados y trabajaban en condiciones tan míseras que no tenían forma de regresar a su país, perdieron su identidad y su nombre original y “pasaron a ser un número”, produciéndose muchos suicidios.
Pero en torno a 1860, una segunda oleada de migrantes chinos procedentes del suroeste de Estados Unidos, donde habían estado trabajando en la llamada Fiebre del Oro de California, recalaron en la isla huyendo esta vez de las políticas esclavistas de los americanos. Se calcula que pudieron ser, según Li, hasta 150.000 ciudadanos chinos y en su mayoría eran hombres.
Para la historiadora, la presencia de los chinos en el país no puede desligarse de las luchas por la independencia y, de acuerdo a un patriota cubano, Gonzalo de Quesada, "nunca hubo un chino cubano traidor, nunca hubo un chino cubano desertor", ya que combatieron ellos también machete en mano contra el colonialismo español.
La inserción de los asiáticos en la isla fue mucho más profunda que en otros países, donde no lograron integrarse del todo. Ahí empezó la historia del famoso Barrio Chino de La Habana, cuando los nuevos colonos se desplazaron a los campos en busca de un mejor trabajo agrícola y se mezclaron con los nativos, sobre todo negros libertos.
Y aunque el barrio nació fruto del mestizaje, libres de sus contratos originales, estos asiáticos comenzaron a desarrollar otros oficios y establecieron colmados, lavanderías y tiendas de bisutería, e incluso llegaron a tener sus periódicos, el teatro Shanghái y una red de restaurantes y cines.
Impactando, concluye Teresa Li, todos los aspectos de la vida cultural y social cubana, desde la literatura a la música y la cocina, y también al refranero popular con frases hoy tan populares como “a ese no lo salva ni el médico chino” o “parece que escribes en chino”.
Además de la colección de 300 películas chinas, la Casa de las Artes y las Tradiciones Chinas de la capital caribeña también exhibe un centenar de discos de vinilo donados por descendientes chinos, que cuenta además con mensajes enviados por personas en China a sus familiares residentes en Cuba.
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