Los cantos ancestrales con que San Basilio de Palenque, el primer pueblo negro que consiguió liberarse de la esclavitud, despide a sus muertos.

Un centro para refugiados LGBTQ en la selvátiva ciudad de Manaos, donde tres venezolanos se reinventan la vida.

Una anciana que arregla su televisor para sentarse a ver al presidente Barak Obama visitar Cuba y mientras lo ve, recuerda su vida como militante de la revolución.

En un pueblo mexicano, dos hombres se refugian en la música tradicional del son jarocho para huir de las guerras del narcotráfico.

Estas son algunas de las historias que el Festival de Cine Latino de San Francisco CINEOLA va a proyectar por streaming a través de la plataforma de Seed & Spark. Durante los seis días de festival estarán disponibles cortometrajes de México, Colombia, Ecuador, Honduras, Cuba, Venezuela y Brasil.

Las ganancias recogidas por medio de la plataforma servirán para la financiación de CARECEN SF, una organización sin ánimos de lucro que apoya familias latinas inmigrantes y con pocos recursos y al Roxie and Artists' Television Access en San Francisco.

Las boletas para ver los cortos cada sección de la programación (“Recordar” y “Resistir”) cuestan 8 dólares y el pase a toda la programación 12.

Las industrias de la cultura se han visto fuertemente afectadas por la pandemia del coronavirus sin que los gobiernos hayan mostrado mucho interés en llevar a cabo programas para evitar su desaparición.

El cierre de teatros, cines, bares, librerías y auditorios y la cancelación de los festivales han alejado a los artistas y gestores culturales de su público y reducido las oportunidades de divulgación.

Para el caso del cine, los festivales de cine independiente eran una importante oportunidad para dar a conocer trabajos que tenían pocas probabilidades de presentarse en las grandes salas y también de ayudar a financiar nuevas producciones.

Mientras la cancelación de los festivales presenciales puede llevar a un empobrecimiento de la agenda cultural de las ciudades cuando sea posible retomar la vida pública, estas alternativas, al menos, pueden ayudar a personas en otras regiones encuentren historias que de otro modo tal vez no verían.

No todos los días se tiene la oportunidad de acompañar una familia pesquera durante todo un día en el pequeño pueblo de Taganga en Colombia u observar a dos hermanos que recorren la selva ecuatoriana mientras cuentan las veces que han visto a la muerte cara a cara.