Barcelona descubrió el verano pasado, gracias a los datos de los smartphones, que el 83% de los desplazamientos diarios en la ciudad se podían hacer en bicicleta. Además, son trayectos que durarían como máximo 45 minutos. En los últimos 15 años, la ciudad se ha convertido en casi un paraíso para quienes quieren moverse sobre pedales.

La ciudad tiene claras ventajas para ser una capital mundial de las bicicletas. Por un lado, un clima agradable, sin temperaturas extremas ni en verano ni en invierno. Y por otro, una densidad de población muy alta que acorta las distancias. En Barcelona viven casi 16.000 habitantes por kilómetro cuadrado, cuatro veces más que en Filadelfia. 

Las bicicletas viven un boom en toda Europa, desde Amsterdam a París, donde todos los puntos importantes de la ciudad están conectados por carriles bici. En Barcelona se han construido ya muchos de estas vías y los que quedan por señalizar están ya previstos en el presupuesto de la ciudad. 

Para avanzar en que todas las edades utilicen la bicicleta, uno de los barrios del centro de Barcelona ha puesto en marcha el Bicibus. Se trata de una recorrido en bici en el que participan los niños y sus padres, que se desplazan todos juntos de escuela en escuela de la zona. En cada colegio se quedan los niños que asisten a ese centro. 

Lo mejor está por venir. En los últimos tiempos proliferan las empresas que realizan la entrega de paquetes en la última milla con bicicletas. Compañías como Koiki dan trabajo a personas con discapacidad intelectual que recogen en un almacén todos los paquetes de diferentes compañías que han de entregarse en un barrio y los distribuyen en bicicleta. Así, se evita que las furgonetas de las empresas de reparto entren en las calles, contaminándolas y haciendo el tráfico más denso. 

El futuro de la ciudad llegará pedaleando. Y probablemente, con mejor estado de salud entre sus ciudadanos y visitantes, que harán más deporte y respirarán menos humo.