El Passeig de Gràcia de Barcelona cumple 200 años
La calle más majestuosa de Barcelona, que reúne edificios emblemáticos como La Pedrera y la Casa Batlló, lleva dos siglos dinamizando el centro de la ciudad
En el año 1821 Barcelona se vio afectada por una terrible pandemia de fiebre amarilla, que dejó decenas de muertos y la ciudad sumida en una crisis económica. Por suerte, un año después se inauguraba el Passeig de Gràcia (Paseo de Gracia), una majestuosa nueva vía en el centro de la ciudad que serviría para revitalizar el comercio de la capital catalana.
Dos siglos después de su inauguración, el Passeig de Gràcia sigue siendo uno de los centros más concurridos de la ciudad, con centenares de turistas y ciudadanos locales recorriendo a pie sus amplias aceras para hacer compras de ropa, almorzar en alguno de los restaurantes o simplemente disfrutar de un paseo y observar los edificios y monumentos modernistas, entre los que se encuentran los emblemáticos La Pedrera y Casa Batlló, de Gaudí.
Ahora, Barcelona se dispone a celebrar por todo lo alto los 200 años de existencia de su “Milla de oro”, con un programa de actividades y eventos que se alargarán durante tres años y que se esperanza que sirvan para recuperar el pulso de la ciudad una vez superada la pandemia.
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"Es un proyecto ilusionante", dijo a Efe Lluís Sans, presidente de la Asociación del Paseo de Gràcia, una de las organizaciones encargadas de la programación. Sans añadió que las celebraciones servirán para atraer de nuevo a los barceloneses y a los visitantes al centro de Barcelona e incrementar tanto la actividad del tejido económico del paseo como la percepción "optimista e innovadora" de la ciudad.
Desde el principio, aristócratas y burgueses escogieron el Paseo de Gracia para construir ahí sus palacetes modernistas. Y es que ya conocían el espacio, puesto que era lugar de paseo y recreo. La conversión del Paseo de Gracia en una de las vías comerciales más lujosas de la ciudad coincide con la aplicación del Plan Cerdà, un plan urbanístico que implicaba la expansión de la ciudad más allá de los extramuros, con el barrio del Eixample.
En un primer momento abrieron tiendas comerciales de moda y complementos, más adelante llegaron los los bancos, lo que provocó la disminución de la afluencia de viandantes a sus aceras. Después del traslado de estas entidades a otras zonas, volverían a florecer las tiendas más prestigiosas.
El redescubrimiento del patrimonio modernista convertiría la calle en una cita ineludible, incluida en todos los programas turísticos internacionales. Hoy en día, hacerse un hueco en el Paseo de Gracia es un hito por el que luchan las firmas más prestigiosas del mundo. Una tarea nada fácil, dada la competencia y la significación que para ellas tiene contar con un punto de venta en esta calle barcelonesa. El distrito del Eixample cuenta con el catálogo más importante de edificios modernistas y el Paseo de Gracia, por su lado, atesora los más reconocidos internacionalmente. Y eso tiene una explicación: a raíz del proyecto urbanístico de Ildefons Cerdà, las grandes familias barcelonesas dejaron atrás las estrecheces de la ciudad antigua y apostaron por este nuevo espacio, más amplio y prestigioso. Los que querían figurar a finales del siglo XIX tenían que dejarse ver y no solo luciendo los mejores vestidos y sombreros, sino también encargando la casa a los arquitectos más atrevidos, como lo fueron Domenech i Muntaner o el mismo Gaudí.
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