El Coronavirus contra la Economía: La única forma de contener la pandemia es golpeando el bolsillo
“El éxito del distanciamiento social para controlar epidemias se ha demostrado una y otra vez, pero va a lastimar la economía”
En un país que ha demostrado tener un sistema económico y de salud desigual y frecuentemente injusto, una pandemia tan agresiva como la del COVID-19 es la peor de las noticias.
Con más de 5.700 casos reportados en el país (y contando), el divisionismo de la Administración Trump se ha quedado corto frente a la agresividad de un virus que no distingue clases sociales ni estatus migratorios.
Durante la última semana de febrero, mientras el COVID-19 comenzaba a extenderse en Washington, Oregón y California, los funcionarios del Centros de Control de Enfermedades (CDC) todavía estaban midiendo su alcance.
Sabían que las poblaciones de edad avanzada eran más vulnerables y recomendaron cuidados extremos en su nombre, pero sólo mencionaron brevemente la idea del "distanciamiento social" como posible recomendación que las autoridades locales podrían sugerir a los residentes.
La cancelación de grandes eventos se consideraba en el estado de Washington, pero en ningún otro lugar. En los días siguientes, los casos aumentaron de 22 a 60 y empezaron a aparecer en estados de la Costa Este como Florida, Rhode Island y Georgia.
Para el 10 de marzo, los casos de COVID-19 se multiplicaron por diez en los EE.UU., hasta más de 500 en 34 estados. En este punto, el CDC volvió a aconsejar a los residentes que evitasen las aglomeraciones y desarrollasen planes de contingencia para vivir en casa durante un período de tiempo y entonces los gobiernos estatales y locales, así como algunos agentes del sector privado, comenzaron a adoptar medidas de contención del virus como la cancelación de eventos y el cierre de establecimientos.
La contención de la pandemia, el esfuerzo por allanar su curva de crecimiento exponencial, necesariamente golpea la economía: la única manera de disminuir los contagios es haciendo que la gente se relacione menos entre sí –y este viejo truco ha sido probado desde las epidemias más antiguas que registra la historia– pero una menor circulación y un menor consumo afecta a las empresas y productores, lo que deriva en los trabajos de la gente una vez pasada la epidemia.
Para disminuir los estragos causados por la disrupción de las cadenas de distribución y la radical disminución en el consumo de la población, la Reserva Federal ha reducido las tasas de interés hasta casi cero.
A medida que el shock económico se cierne sobre Estados Unidos, diversas medidas han venido tanto del aparato legislativo como ejecutivo del gobierno y de la Reserva Federal para disminuir su gravedad lo más posible, así como para aliviar la capacidad de respuesta de las agencias federales de salud.
El 6 de marzo se anunció que el Congreso había aprobado la liberación de un presupuesto de 8,3 mil millones de dólares para la contención epidemiológica del COVID–19. Este fondo estará distribuido de la siguiente manera: 3,1 mil millones para el Departamento de Salud y Servicios (HHS por sus siglas en inglés), 950 millones para los departamentos locales de salud, 300 millones para invertir en el desarrollo de vacunas y tratamientos y 1,25 mil millones para contribuir a la financiación internacional del control de la pandemia.
Hay que imaginar el problema primero a pequeña escala, para entender cómo afecta en mayores proporciones: piensen en el barrio en que viven; les piden que se queden en casa, hagan provisiones para un par de semanas y no salgan. Van a la tienda, compran lo necesario (o lo que pueden, dada la avalancha de personas que han comprado de más y desabastecido a los otros) y se quedan en casa.
Al mismo tiempo, los lugares que venden otro tipo de productos (zapatos, ropa, gimnasios, tecnología, etcétera) no pueden hacer transacciones porque sus clientes están confinados y los mismos trabajadores deben estarlo también, así que sus finanzas se desequilibran y muchos de ellos cierran.
Entre tanto, en las fábricas que nutren de insumos la tienda de barrio, los trabajadores empiezan a enfermarse y tienen que mandarlos a casa; en consecuencia, la producción para y tampoco pueden vender, ni aunque quieran y haya gente dispuesta a comprarles. Y esto se está repitiendo por todas partes.
Los gobiernos tienen muchos mecanismos diseñados para inyectar dinero a la economía de las personas, para ayudar a ese trabajador cuya tienda de electrodomésticos tuvo que cerrar porque no le estaban comprando. Pero en este escenario la cadena productiva se rompe por todos lados y para suplir la cadena de producción hay poco que se pueda hacer: producir toma más tiempo que entregar dinero.
Dado que no hay forma de contener la pandemia sin que la economía se afecte, gobiernos centrales a lo largo y ancho del globo han anunciado medidas paliativas, pero lo que estamos viendo es que no van a dar abasto.
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La Casa de Representantes presentó una ley en respuesta a la crisis llamada “Families First Coronavirus Response Act”, que contará con un presupuesto de más de 3,6 mil millones de dólares para subsidiar necesidades tales como alimentación infantil, alimentación a madres embarazadas con pocos recursos, el pago por incapacidad a prestadores de servicios de salud y a otros sectores de la población (aunque para este punto sólo contemplaron 5 millones para todo el país), mil millones de dólares para compensaciones por el desempleo causado por la epidemia y 500 millones en subsidios a estados en los que el desempleo crezca un 10% o más. Esta ley fue firmada por el Presidente Trump el sábado 14 de marzo.
Otra de las medidas que se están contemplando es una reducción radical en impuestos a la población. No obstante, esta opción es vista con más precaución por los Demócratas, pues podría implicar una reducción de hasta 800 mil millones en los ingresos del Estado.
Adicionalmente, la Reserva Federal anunció una baja en las tasas de interés hasta llegar casi a cero. Esto, en términos concretos, lo que busca es hacer más viable para las personas acceder a préstamos y pagarlos, o pagarlos sin que su deuda crezca; esto aplicará para deudas tales como las hipotecas inmobiliarias, préstamos estudiantiles y las tarjetas de crédito (aunque el impacto en este punto tardará un par de meses en sentirse). En última instancia, el objetivo de esta medida es aliviar la carga económica de las personas, para que puedan consumir más y alimenten la economía.
Al pensar en el impacto que esto puede tener en los negocios latinos, hay dos puntos para empezar a tener en cuenta: según el reporte para el año 2019 de la Graduate School of Business de Stanford sobre el emprendimiento latino en Estados Unidos, los negocios latinos generan alrededor de 470 mil millones de dólares en ganancias al año y emplean un estimado de 3,2 millones de personas (según datos del 2016), lo que corresponde a un 4% de las ganancias generadas por negocios al año y un 5,5% de los empleos de la nación.
A pesar de esto, hay dos aspectos en que los negocios latinos se distinguen: el primero, recogido en la edición de 2018 del informe, es que en general los negocios latinos son más renuentes a asumir deudas con bancos y dependen más de ahorros personales. En este sentido, es muy probable que para superar la crisis muchas empresas latinas tengan que cambiar su perspectiva y asumir deudas nuevas para financiar su operación durante un tiempo.
El segundo aspecto, señalado por el informe de 2019, es que aproximadamente la mitad de los negocios de latinos tienen liquidez suficiente para operar durante cinco meses o más. No obstante, esta liquidez suele ser inversamente proporcional al número de empleados que tienen. Es decir, que los negocios latinos más pequeños tienden a estar mejor preparados para resistir las épocas de vacas flacas, pero también son aquellos de los que menos personas dependen directamente y, en esa medida, es posible que el financiamiento tarde más en llegar a ese tipo de empresas.
El problema de fondo con esta crisis económica que se está cerniendo sobre nosotros es que afecta tanto el consumo como la oferta de productos y todo el tejido productivo necesario para el funcionamiento de la economía y, en consecuencia, para la continuidad de nuestra forma de vida.
La complejidad del tema es tal que Noah Feldman, en entrevista con Stefanie Stantcheva, profesora de economía de Harvard, lo comparó con la caída de Roma y cómo esto dio paso al inicio de la Edad Media. Stantcheva, sorprendentemente, dijo que el impacto podría llegar a ser equivalente.
La equivalencia de ese golpe quiere decir que, por la magnitud de la pandemia, la complejidad y variedad de efectos que está teniendo, es posible que una vez la crisis sanitaria se supere (como ha sucedido siempre a lo largo de la historia), puede suceder que la forma en que nuestras sociedades se reconfiguren sea radicalmente distinta a la que tenemos hoy en día.
Como señalaba Stantcheva, no solamente hay que allanar el crecimiento de la curva epidemiológica, sino también el de la crisis económica. Aun así, en un mundo tan interconectado y vertiginoso como el que habitamos, será interesante ver cómo se transforma nuestra sociedad ante el imperativo de tener que parar.
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