Por qué no debemos perder de vista a Pete Buttigieg
El joven candidato presidencial ha escalado súbitamente en la carrera por la nominación demócrata, dibujando importantes similitudes con el fenómeno Obama.
Las primarias demócratas para las presidenciales del 2020 no sólo han sido una de las más concurridas en la historia estadounidense, sino también una de las más competitivas.
Los tempranos anuncios de candidaturas y la diversidad de postulantes han hecho que la batalla para vencer a Donald Trump se vuelva cada vez más desesperada.
Nombres como Bernie Sanders, Kamala Harris y Elizabeth Warren, han repleto todo el espectro de posturas políticas, desde la izquierda más radical hasta la centro izquierda conservadora.
Si bien todos los candidatos coinciden más o menos en propuestas de base para el Partido – atención médica asequible, inmigración y educación, por ejemplo – pocos candidatos han podido sobrellevar el escrutinio público sin desencantar a muchos votantes en el camino.
Pero un candidato pareciera subir a ritmo constante en los índices de aceptación.
Su nombre es Pete Buttigieg, mejor conocido como “Mayor Pete”, para quienes no logran pronunciar su apellido.
Este joven alcalde de Indiana que cuenta con tan sólo 37 años, se dio a conocer durante los primeros meses del año por un asunto trivial: es el primer candidato demócrata abiertamente homosexual para la presidencia estadounidense.
Aún cuando este rasgo pudiera sonar las alarmas de los más conservadores y de quienes persisten en mantener tradicionalismos caducos en la política del siglo XXI, lo más impresionante de Buttigieg tiene que ver con muchas otras cosas.
A pesar de ser un desconocido en la política nacional, el candidato recaudó una impresionante cantidad de siete millones de dólares en tan sólo el primer cuarto de su recaudación de fondos, trabajando como hormiga desde la base para hacerse conocer tanto en las redes sociales como en sus mítines de campaña.
Su formación académica (egresado de Harvard), su impecable desempeño como alcalde de South Bend (donde fue reelecto con más del 80% del voto para un segundo período), su carácter religioso y su perfil de progresista con aires de conservador, le han hecho despegar en las redes gracias a la curiosidad que ha inspirado tanto en liberales como republicanos escépticos.
Tal ha sido su impulso, que hasta Google Trends anunció el pasado lunes la escalada del fenómeno en la plataforma.
Here you can see how @PeteButtigieg has risen in search interest this year.https://t.co/yaz7Sm5f8g pic.twitter.com/78pxqB7TkJ
— GoogleTrends (@GoogleTrends) 1 de abril de 2019
Esto no es, sin embargo, garantía alguna.
Si algo es cierto en la política es que lo que brilla hoy, mañana puede sencillamente desaparecer.
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Pero es inevitable hacer paralelismos entre este intrigante candidato y otro joven político que tomó a Estados Unidos por sorpresa hace algunos años.
En el 2008, el senador de Illinois, Barack Obama, surgía en las encuestas no sólo como un imposible candidato afroamericano que pretendía hacerse con el puesto de George W. Bush, sino como un político que ofrecía soluciones atractivas para todos y en un amplio abanico de ideales.
Para Zack Beauchamp, esta capacidad de Buttigieg de ser “un guerrero partidista de la base” mientras presenta “una imagen atractiva para los moderados”, es precisamente lo que le transforma en esa opción “nuclear” para el Partido Demócrata.
En su análisis para Vox, Beauchamp describe al joven candidato como “ni tímido centrista probado en una encuesta, ni parte de una facción atrincherada del partido, sino un ejecutivo competente cuya visión aborda directamente sus ansiedades de la era Trump y su ira partidista”.
Sin embargo, nadie describe mejor sus capacidades para tomar las riendas del país que el mismo candidato.
Durante el programa de cabildo abierto emitido por CNN, Buttigieg argumentó su candidatura de la siguiente manera:
“Tengo más años de experiencia gubernamental bajo el brazo, que el presidente”, dijo detonando carcajadas en la audiencia. “Sé que la barra ahí está muy baja, lo sé. Pero también he tenido más años de experiencia en el gobierno ejecutivo que el vicepresidente. De hecho, soy la persona con más experiencia militar a la hora de entrar a esa oficina que cualquier persona desde George H.W. Bush”.
“Entiendo que soy el chico joven en la conversación, pero la experiencia es lo que me califica para sentarme en esta mesa”, concluyó.
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