Que el tabaco es perjudicial para la salud, tanto del fumador como de los que le rodean, es probablemente el argumento más usado para convencer a los consumidores de la urgente necesidad de renunciar a esta sustancia. También son de conocimiento popular las demoledoras cifras que contabilizan 480.000 muertes al año en el Estados Unidos por enfermedades derivadas del consumo de tabaco. Lo que quizá no todo el mundo sabe es que, por cada una de esas de esas muertes hay 30 norteamericanos conviviendo con enfermedades directamente relacionadas con su consumo. Desde el cáncer (no solo de pulmón o de garganta, es factor de riesgo en toda clase de tumores) hasta asma, enfermedades coronarias o diabetes, por nombrar solo algunas de las dolencias con la que antiguos fumadores, pero también fumadores pasivos (aquellos que les rodean) tienen que combatir. 

Sin embargo, como no es lo mismo vivirlo que que un familiar preocupado o su médico le advierta de sus efectos, el Centers for Disease Control and Prevention (CDC) ha decidido invitar a las víctimas reales del consumo de tabaco a narrar su historia. 

El resultado es una nueva edición de su campaña nacional ‘The Tips’. En ella recogen testimonios de antiguos fumadores como Julia, diagnosticada con un cáncer de colón a los 49 años; Marlene, quien necesita realizarse inyecciones oculares cada mes para evitar quedarse ciega; Shawn, quien superó un cáncer de garganta pero perdió su laringe (ahora tiene que vivir con un implante de laringe que le permite hablar y una abertura en la garganta para poder respirar); o Jamason, el joven de 18 años que padece asma desde niño por culpa de los fumadores que vivían a su alrededor.