Para desarrollarlo los investigadores analizaron los rostros de 332 voluntarios chinos de entre 17 y 77 años con la ayuda de un escáner facial, bautizado 3dMDface System. El resultado fue una especie de algoritmo o mapa facial que permite adivinar la edad de una persona, con un margen de error de unos seis años (arriba o abajo), elaborado en base a cuatro parámetros: el equipo descubrió que al envejecer el tamaño de la boca aumenta, la nariz se ensancha y la distancia entre boca y la nariz crece, mientras que las comisuras de los ojos se caen. Aunque estos no son los únicos indicadores observados, el análisis en 3D de estos rostros también demostró que los más jóvenes son más lisos y delgados, mientras que las caras maduras acumulan más grasa y poseen unas mejillas más gruesas. 

Otra de las concusiones extraídas es la relación entre la edad del rostro y el estado de salud interior de un individuo. Junto con la imagen 3D, los investigadores extrajeron muestras de sangre de los participantes que mostraron una correlación entre marcadores biológicos de la sangre y marcadores de la edad. Así, las mujeres con rostros más maduros tenían nivel más altos de 'colesterol malo’ y los hombres con caras más ‘envejecidas’ presentaron menos niveles de albúmina; al contrario que los rostros más jóvenes. 

La aplicación de este estudio, sin embargo, no tiene ninguna relación con el campo de la estética, sino con el de la medicina. Uno de los principales fines del mismo sería aplicar los resultados en el campo de enfermedades asociadas a la edad.