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El escritor colombiano Antonio Ungar en Barcelona, el pasado febrero. Foto: Anagrama
El escritor colombiano Antonio Ungar en Barcelona, el pasado febrero. Foto: Anagrama

“No estoy seguro de que la identidad latina exista”

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Antonio Ungar (Bogotá, 1974) es uno de los autores contemporáneos más destacados de la escena literaria colombiana. Nieto de los fundadores de la legendaria Librería Central, la  mayor librería de Bogotá, Ungar creció rodeado de libros y cultura, aunque su primera profesión fue la de arquitecto, como su padre. Su novela más conocida es Tres Ataúdes Blancos, premio Herralde de novela en 2010, traducida a siete idiomas). Acaba de presentar Mírame (ya disponible en Amazon), una novela sobre el rechazo social que sufren los inmigrantes cuando llegan a una ciudad europea. 

 Casado con una escritora palestina, Ungar se convirtió al islam y vive desde hace unos años en Jaffa, un enclave palestino dentro de Israel, bajo la amenaza permanente de atentados suicidas. Antes de vivir en Israel vivió seis años en Barcelona, trabajando de traductor y escritor, y en Iowa, EE.UU, donde participó en un programa internacional de escritores y conoció a su esposa.

¿Cuándo se marchó de Colombia y por qué?

  Me fui la primera vez en 1999. Gané una beca para hacer una maestría en Literatura comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona. En mi profunda ignorancia creí que eso me daría tiempo pagado para leer y escribir. Cuando me di cuenta de que ese tipo de programas alejan de la lectura y la escritura en vez de acercar (en la universidad se lee la teoría de la crítica de la teoría de la historia de la crítica de la teoría, sin llegar nunca a los libros...), me salí y me puse a trabajar y a escribir.

Desde entonces todos los viajes han sido accidentes: un trabajo ofrecido en México DF, visitas a París con una actriz, una invitación para escribir en Iowa, mi mujer y mis hijos en Jaffa, (Israel)...

En cualquier caso, no es fácil escribir en Colombia. La calle siempre llama y es más intensa y más interesante que el escritorio. También más atroz y más sangrienta. No es casualidad que ningún escritor colombiano relevante haya escrito en Colombia durante los últimos cien años.

Después de varios años entre Barcelona y Iowa, ahora vive en Jaffa, enclave palestino en Tel Aviv. ¿Sigue sintiéndose inmigrante todavía?

Sí, vivo en Israel, un país en el que quien no es judío siempre será inmigrante, sin importar cuántos años se quede (tal vez más inmigrante que en ninguna otra parte: como su nombre lo indica, Israel es el Estado Judío: la gran mayoría de la población nunca se mezcla ni se comunica con los pocos inmigrantes). Mi mujer es además parte de la minoría palestina dentro del Estado, lo que hace la condición de extranjero sea todavía más determinante.

¿Vivir en el extranjero le ha servido para reconocer en sí mismo una "identidad latina" o lo contrario, una cada vez más global?

Las dos. Creo que no son excluyentes.

No estoy seguro de que la 'identidad latina' exista, creo que se trata más bien de una suma de identidades fragmentadas dentro de esa geografía. En Colombia, mi país, por ejemplo, hay cinco o seis culturas muy distintas una de la otra. La distancia entre mi cultura bogotana y la cultura de alguien en un pueblo de la costa del Pacífico es abismal. La realidad de un pescador o un agricultor del Pacífico se parece más a la de los habitantes de algunos países africanos, que a la que llevaba yo en un barrio de clase media en el centro de Bogotá (más parecido a barrios similares en ciudades grandes de todo el mundo). Y las mismas diferencias existen entre otras regiones del país.

Volviendo a la pregunta, creo que esa 'micro-identidad' de un barrio dentro de una ciudad dentro de un país latinoamericano, no se contradice con la 'identidad global' (que está determinada por intereses y amigos y gustos comunes, gracias en gran parte a internet y las redes sociales). Me parece que, como en la buena literatura, en la vida se puede ser profundamente local para ser global (y tal vez es eso que está pasando cada vez con más frecuencia).   

 Ha explorado la inmigración y la xenofobia desde Europa. ¿Qué opina de EE.UU.?  

Estados Unidos está cambiando muy rápidamente. Trump es sólo la manifestación de un fenómeno más grande y profundo.

La población blanca se siente sitiada e invadida por un país cada vez más lleno de 'oscuros', un país radicalmente distinto al que esos blancos de edad mediana vivieron en su infancia. Se están dando cuenta de que muy pronto la mayoría será latinoamericana-árabe-asiática-negra, y tienen pánico. Un país construido por la inmigración (blancos, casi todos, y sus esclavos), quiere de repente cerrar las puertas y ya es demasiado tarde. Eso sumado a una riqueza global cada vez más concentrada, a la violencia rampante en el 'tercer mundo' y a la facilidad para moverse geográficamente, crean una bomba de tiempo. Si además EEUU está en una crisis de desigualdad interna y en un momento de gran incertidumbre, esa bomba explota en la forma de Trump (es casi una onomatopeya...). 

El imperio estadounidense está en crisis, en decadencia, y como todas las caídas de los grandes imperios, esta tampoco va a ser pacífica ni ordenada. Trump es uno de los últimos emperadores, el más decadente hasta ahora.   

¿Cómo impacta en sus libros el hecho de vivir lejos de su país?

Vivir lejos me da una perspectiva más clara de mi país (sin vivir lejos, por ejemplo, no habría podido escribir mi novela anterior, Tres ataúdes blancos, una comedia negra sobre la política y la violencia colombianas). También me permite identificar más claramente los conflictos e historias.

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