Tinta roja: El género de terror en la literatura latinoamericana
El pasado 13 de septiembre acompañé a mi padre al cine. Era el día de su cumpleaños y nos sobraban algunas horas muertas antes de la cena familiar para celebrar sus 68. La idea era sumergirnos en una sala con el aire acondicionado a tope para huir del bochorno de Barcelona y disfrutar de una película de acción, como a él le gusta. Sin embargo, por un tema de horarios, la peli que mejor nos encajaba era IT, el último “remake” de la novela de terror de Stephen King. Mi padre no estaba muy convencido, pero le insistí.
“Venga, nadie me acompaña a ver películas de miedo, ni siquiera mis amigos varones”, le dije. Accedió, algo dudoso, y nos metimos en el cine para disfrutar de las aventuras de un grupo de chavales de un pueblo perdido de EEUU intentando cazar al payaso Pennywise. Como filme que intenta recuperar el ambiente ochentero, al estilo “The Goonies”, me pareció un gran logro, pero miedo, lo que se dice miedo, no pasé.
“Me has hecho ver una película para niños”, protestó mi padre, medio en broma, medio en serio. Le prometí que al día siguiente le regalaría la novela original de Stephen King, para que comprobara si el libro conseguía despertarle más miedo que el filme o, si tiene mente de psicópata.
A la mañana siguiente, en la librería, vi que la sección de “terror y policíaca” está llena de obras de autores internacionales: desde It o El Resplandor, de Stephen King, a Drácula, de Bram Stoker, El Exorcista de William Peter Blatty o las novelas de HP Lovecraft. Pero, ¿existen autores latinoamericanos conocidos en este género?
Sí, los hay. Y es muy probable que en cualquier librería cerca de su casa encuentre algunos clásicos de este género traducidos al inglés, como Aura, una novela de misterio del mexicano Carlos Fuentes, y Doce cuentos peregrinos, de Gabriel García Márquez.
“Sus historias son comunes. Todo gira dentro de un mundo normal y nada parece salir de lo habitual; pero, de un momento a otro, la historia da un vuelco tenebroso que hace que los personajes centrales terminen hundidos en la tragedia”, escribe la crítica Julieta Sanguino en la web Cultura Colectiva.
En Doce cuentos peregrinos, por ejemplo, Gabriel García Márquez compila una serie de historias en las que combina el realismo mágico con el mundo del suspense y el terror psicológico. Una de las más conocidas es Sólo vine a hablar por teléfono, en el que una mujer entra en un psiquiátrico para hacer una llamada y termina atrapada ahí dentro.
La noche boca arriba, del argentino Julio Cortázar, también está considerado un relato de terror psicológico mezclada con fantasía. El cuento, publicado en el año 1956, cuenta la historia de un joven que sale de un hotel en su motocicleta y mientras recorre la ciudad una mujer cruza la calzada y tiene un accidente al intentar no atropellarla. Ella sale ilesa, mientras que el hombre sufre varias heridas y es llevado al hospital. Allí se queda dormido y sueña que está en un lugar oscuro. Al despertar, está confundido ya que cada vez que dormía percibía olores: “Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores”, escribió el fallecido Cortázar.
También hay autores contemporáneos menos conocidos, especialmente mexicanos, que han trabajado el género del horror.
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Está por ejemplo Bernardo Esquinca, autor de la llamada Saga Casasola (La Octava Plaga, Toda la Sangre, Carne de Ataúd). Las tres novelas están protagonizados por Casasola, un periodista de la sección de cultura de un diario local, que al cerrar su sección es obligado a adentrarse en el periodismo de investigación criminal, o “nota roja”, como se llama este género periodístico en México. Mientras se embarca en investigar casos misteriosos y no resueltos, los espíritus perturban su sueño para comunicarse con él. En la novela, Esquinca mezcla ritos prehispánicos, comportamientos animales y otros símbolos del imaginario mexicano.
El escritor mexicano Francisco Tario, fallecido en 1977, publicó un recopilatorio de cuentos bajo el nombre La noche, en el que da habla a objetos y animales, aparecen seres humanos enajenados, al borde de la locura o, incluso fantasmas.
“En los relatos de La noche lo imposible convive con lo rutinario, lo trágico se vuelve agriamente cómico y lo absurdo, irremediablemente lógico”, escribió el crítico Alberto Manguel en El País.
La escritora mexicana Amparo Dávila, originaria de Zacatecas, es la autora de Cuentos reunidos, “historias sobre la pérdida de la cordura, la muerte y una constante sensación de peligro desde una perspectiva femenina”, reporta la revista Gatopardo, que describe a Dávila como una escritora marcada por los intensos temores que sintió durante su infancia.
En el género de terror más actual también destaca la obra de Alberto Chimal, autor de Los atacantes. Publicado en 2015, se trata de siete relatos de terror relacionados con amenazas al confort de nuestra vida cotidiana: Internet, hipervigilancia en las redes, una super-bacteria.
“Las cámaras de seguridad de un hotel pueden ayudar a comprender qué pasó con una persona muerta, pero si esta actúa raro en el ascensor, ¿son amigas o enemigas, útiles o una poderosa herramienta para la sugestión?”, escribió Sara Terrero en su reseña de Los Atacantes en la revista literaria Libros Prohibidos.
“Desde el miedo, Chimal hace una revisión a las oscuras aristas que componen la sociedad actual, aprovechando algunos recursos fantásticos y de horror, no tan comunes en la literatura latinoamericana”, concluye la revista Gatopardo.
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