Trump sigue sin saber escoger a sus amigos
En lo que la Casa Blanca ha calificado de “parte de una rutina diplomática para alcanzar a los líderes del sureste asiático”, Donald Trump tuvo una “conversación muy amistosa” con uno de los líderes más autoritarios en el panorama político mundial.
Duterte ha sido acusado por el asesinato de supuestos narcotraficantes, en una acérrima batalla contra el tráfico interno de estupefacientes, así como también ha sido criticado por su violenta retórica, en una campaña populista que lo llevó al puesto más importante en el país.
Parte de la supuesta estrategia diplomática cuenta con la recuperación de las relaciones entre los países, después de que el gobierno de Filipinas se sintiera desplazado ante la intervención norteamericana en asuntos de la zona, dándole preferencia a China y Japón, a causa de la tensión con Corea del Norte.
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Pero la afinidad de Trump por Duterte, según sus críticos, viene dada por las similitudes entre ambos jefes de estado: “ambos presidentes son líderes populistas insurgentes, con una tendencia a hacer declaraciones provocadoras. Ambos hicieron campaña apoyados en la promesa de medidas enérgicas contra la militancia islámica y el tráfico de drogas. Y ambos muestran impaciencia con las cortes”, asegura el NY Times.
La estrategia diplomática también tendría que ver con la disputa entre Estados Unidos y China por el favoritismo de Filipinas, obstaculizando de esta manera el “expansionismo” de China en la zona.
Sin embargo, los intereses de Donald Trump podrían ser personales, considerando su conexión comercial con el país, en cuya capital el Presidente tiene un edificio de 150 millones de dólares con su nombre en la fachada.
Si bien el presidente norteamericano se ha distanciado de figuras como la de Bashar-Al Assad, entre sus amistades se cuentan personales de tilde totalitario que parecieran reafirmar el dicho de que los amigos se juntan. Con su llamada a felicitar al Presidente de Turquía, Tayyip Erdogan, su devoción inicial por Vladimir Putin y su apoyo a candidatos radicales como Marine Le Pen (Francia) y Theresa May (Reino Unido), el nuevo Presidente de los Estados Unidos demuestra que aún no sabe la diferencia entre una relación personal y una diplomática.
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