México, presente en la primera fila de la misa papal
La misa en el Parkway Benjamin Franklin de este domingo fue quizá el evento más ceremonioso, por razones obvias, de todos en los que el papa Francisco participó en su visita a Filadelfia. Algo que en cierto modo también se trasladó al ánimo de los peregrinos que estuvieron horas esperando la llegada del Santo Padre, más callados de lo que cabría esperar. Sin embargo, entre esa multitud aquellos que no pararon de animar y cantar fueron fácilmente reconocibles: las consignas sonaban la mayoría de las veces en español, ante la mezcla de fascinación y gozo del resto de asistentes.
Casi en primera fila, vestidos con la misma camiseta de color marrón y ondeando una bandera mexicana, varias decenas de feligreses venidos desde la parroquia de San Patricio en Norristown, Pensilvania, esperaron a Jorge Bergoglio desde las 7:00 a.m. "Hemos salido a las 5:30 a.m.", explicó Mirta Frias.
Entre cantos, Frias explicó que no era la primera vez que veían a Francisco, puesto que ya habían disfrutado del encuentro papal con los inmigrantes y del Festival de las Familias. En ambos días tuvieron una compañía muy especial, la de las Misioneras de la Caridad, una orden religiosa de la que formaba parte la Madre Teresa de Calcuta. Las hermanas, venidas de todo el mundo, cuentan con una congregación que vive también en Norristowny ambos grupos compartieron viajes en tren, esperas y también algún que otro rosario durante todo el fin de semana. Para Mirta, "todos nos volvemos uno, aquí no hay naciones, simplemente amamos a Jesucristo y lo amamos como mensaje de esperanza y paz", la misma que pide para su país, México.
"Llegué a Estados Unidos con mi familia en el año 1993, a Norristown", dice. Allí, donde se instaló para siempre, pronto acudieron a la parroquia San Patricio. "Una iglesia que nos abrió las puertas cuando no había otras", afirmó. Entonces apenas se juntaban 20 hispanos. Ahora cada fin de semana se celebran tres misas en español. "En nuestra parroquia somos muchos: de Puerto Rico, de Perú, de Colombia...".
La historia de Frias es la misma que desgraciadamente comparten muchos de los venidos desde la nación azteca, la de una familia arrasada por las leyes migratorias. "A mi papá lo agarró inmigración, así que mi mamá se quedó sola". De esta forma, la madre de Mirta llegó a tener hasta tres trabajos simultáneos para poder sacar adelante a sus tres hijas. Aunque ahora todos cuentan con la ciudadanía estadounidense, ella asegura seguir viviendo de primera mano el dolor de las deportaciones: "Nosotros conocemos a gente que tiene familias rotas". Son estas experiencias las que esta mexicana de Acapulco reconoce que le acercan a Su Santidad: "nos identificamos con él porque él también es inmigrante". "Me llegan sus palabras, el papa Francisco nos transmite esperanza".
En uno de los lugares más cercanos al escenario principal, una familia mexicana reza el rosario #PopeInPhilly pic.twitter.com/EY4stwkmgF
— AL DÍA News (@ALDIANews) September 27, 2015
Quizá el momento en el que el público comenzó a desperezarse fue cuando el poco espacio que permitía ver el escenario, gran parte tapado por las gradas de los medios de comunicación, desapareció tras el montaje de una carpa que pretendía proteger a la Orquesta de Filadelfia de la posible lluvia. Ante los gritos de take it down, estos feligreses de Norristown comenzaron también a corear un "¡¡el papa no nos ve!!". ¡Y otros muchos les siguieron! Una vez retirada la molesta estructura ante la presión de los asistentes, este grupo de mexicanos no dejó de celebrar y de alentar a los que estaban a su alrededor: "¡¡Se ve, se siente, el papa está presente!!". ¿Qué alguno de sus miembros no recordaba bien la letra de una canción? Sin problema, rápidamente la buscaban en internet y comenzaban a entonarla, lo que les terminó valiendo las felicitaciones de muchos, que incluso se esforzaron a agradecerles en español sus ánimos.
Para todos, al final, la espera valió la pena. "Es una experiencia hermosa", aseguraba Mirta. Antonia, que cuando vio al papa dar la comunión a los diáconos y los curas que luego ayudaron a repartirla exclamó "¡yo quiero!", pudo también recibirla. Al igual que la propia Frias. Ninguna de las dos pudo reprimir las lágrimas tras comulgar. Cuando el papa se despidió, todos se apresuraron a decir adiós a aquellos con los que habían permanecido más de once horas en el Parkway. El tren de vuelta a Norristown se iba. Eso sí, no se marcharon sin gritar por última vez: "¡¡Y que viva el papa!!".
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