María Quiñones: Del "¡coño, carajo!" al pragmatismo político
La carrera política de María Quiñones-Sánchez empezó mucho antes de 1999, cuando se lanzó por primera vez a la contienda por un escaño en el Concejo de Filadelfia.
Tenía 32 años y no le importaba darse "cantazos", como ella dice, contra el mundo entero. Ya había tenido suficiente con los problemas de su barrio que se extendían por décadas.
"Esa muchacha desde que tenía nueve años ha bregado con cosas de ayudar a la gente", recuerda su madre, doña Bienvenida Neris. Entre risas agrega que la vena política de María "es una herencia del abuelo, Bonifacio Quiñones", quien, en su opinión, "era bien politiquero".
"Le lavaba los pies a [José Luis] Muñoz Marín".
Cuenta que a los doce días de nacida, don Bonifacio, en sus últimas horas de vida, pidió que le llevaran a la niña para conocerla. "Le dije: Boni, aquí está la nena, porque me dicen que usted está bien malito y se va morir. Pero usted no se va a morir; va a verla corriendo por ahí".
Doña Bienvenida dice que las palabras de "Boni" ese día marcaron la vida de su hija para siempre:
"Échale la bendición y ayúdala porque va a servir para algo..."
María la del barrio
El tiempo pasó. Corrían los primeros meses de 1999 y Quiñones acababa de renunciar a Aspira, después de tres años como la primera mujer -y miembro más joven- al frente de la organización educativa que a mediados de los noventa estuvo a punto de irse a la quiebra.
Nadie más que ella conocía las necesidades de un distrito que lentamente ha venido convirtiéndose en el asentamiento latino más numeroso de Filadelfia.
En la edición de AL DIA del 10 de febrero de 1999, la entonces candidata primeriza le dijo a este periódico que su distrito había sufrido de una falta de representación real ante el Concejo y que su carrera al cuerpo legislativo sería "una camapaña a nivel de vecindario, puerta por puerta. Yo sí voy a tocar la puerta de una manera que Rick Mariano lo ha hecho".
Quiñones coprotagonizaba lo que en la época se calificó como un "momento histórico" para la comunidad latina de Filadelfia: Ángel Ortiz buscaba su reelección, Juan Ramos era el llamado a ganarse un puesto en la misma mesa y Quiñones se metía con fuerza.
Por primera vez, tres candidatos hispanos intentaban quedar en la foto del Concejo.
La concejal recuerda que aquellos eran tiempos en los que "los hombres que dominaban la política de la ciudad no permitían que las mujeres se sentaran en la mesa a discutir".
Eran tiempos en los que figuras políticas, como la del tristemente célebre Vicent Fumo, ponían y sacaban concejales a su antojo. Rick Mariano, su ficha, era el heredero natural del Distrito Siete. Hoy, ambos le hacen honor al dicho popular que parece más una sentencia: From Seven to jail (del Siete a la cárcel).
Perder unas elecciones no siempre significa el fin de una carrera política. A Quiñones, la derrota en su debut le ayudó a ganar perspectiva y proyección.
"En esa campaña me dieron una paliza".
Pese a que todo el mundo estuvo en mi contra, logré el segundo lugar (3.675 votos), quedando por encima de John Sabatina (3.239 votos). Ese día establecimos que el Distrito Siete algún día sería latino".
Hoy, doce años después de su primer intento, la concejal no solo tiene garantizada una de las 17 sillas del legislativo; su carrera política sigue avanzando -"from potholes to policy"- montada en la confianza que ha logrado forjar con su comunidad.
La demócrata paria
"Filosóficamente demócrata, pero no de partido". De esta manera es como Quiñones autodefine su militancia al interior de una colectividad que califica de racista, "porque nunca ha apoyado realmente a un candidato latino".
"El partido es racista. El hecho de que tengamos dos ward leaders latinos, de 69, significa que no nos han tenido en cuenta. Para cambiar eso vamos a tener que exigir y tomar nuestro poder, para que nos respeten y podamos proveer soluciones a nuestra comunidad".
Si llegar al Concejo fue difícil, mantenerse allí ha sido peor. Por un lado, su fortaleza radica en la relación directa con la comunidad. Aunque históricamente el nivel de abstencionismo del Siete ha sido alto -de poco más de 70 mil personas habilitadas, ni siquiera el 25 por ciento vota (el pasado 18 de mayo se registraron 14.993 votos)-, para Quiñones, la clave de su éxito es que ha logrado cambiar la cultura política en su zona.
La lenta recuperación del tejido social junto con una creciente cultura de la participación ciudadana le han dado satisfacciones que compensan las dificultades. No en vano pesos pesados como Edward Rendell y Michael Nutter la apoyaron en 2007 y 2011, respectivamente.
Incluso el periódico más influyente de la ciudad, el Philadelphia Inquirer, ha acompañado sus aspiraciones desde 1999. En su editorial del 29 de abril del presente año, hizo público su apoyo a la latina y la calificó como una "candidata respetable que ha mantenido su independencia".
Pero no todo ha sido flores. En el primer semestre de 2011, el partido repitió amores con Savage, quien buscaba recuperar la curul que había obtenido en 2006 tras la condena por corrupción en contra de Rick Mariano, el mismo que en 1999 -con el apoyo demócrata- le dio la bienvenida a Quiñones al mundo de la política con "una paliza" de 8.929 votos contra 3.675.
Incluso latinos de la talla del representante estatal Ángel Cruz y Emilio Vásquez prefirieron adherirse a Savage. El Inquirer registró el ambiente caldeado y le auguró tiempos difíciles. "Con el aplastante poder demócrata respaldando a Savage, Quiñones tiene una dura batalla por delante".
Con todos estos años de rifirrafe, la pregunta que queda en el tintero es ¿por qué María Quiñones Sánchez se quedó en una colectividad que siempre le dio la espalda?
Su respuesta es la de una mujer curtida en las lides por el poder local. Sabe que Filadelfia es azul y su táctica para lograr cambios en el sistema es ser parte de él.
"Aquí no se puede competir como independiente porque es muy difícil enfrentarse a la maquinaria desde afuera. Aquí los demócratas controlan todo. Lo que tienes que hacer es ganarle a tu propio partido".
Quiñones, aunque sigue peleando, ya no se da los mismos cantazos de antes. "Anteriormente el '¡coño, carajo!' se me salía rápido. Ahora sé cómo mandar el mismo mensaje sin utilizar malas palabras".
Una concejal "callejera"
Cuando la concejal sale de su casa en Norris Square, la gente del barrio la saluda. No porque su cargo la haya convertido en una figura pública, sino porque ha vivido en el norte de Filadelfia toda su vida.
Creció en el 4158 de la calle Reese, en Hunting Park. Fue a las escuelas Bridesburg, Roberto Clemente y Jules Mastbaum. Aunque pasó su juventud en un ambiente difícil -como dice doña Bienvenida- "salió buena; no dio problema".
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Tal vez por eso entiende que su rol como funcionaria es trabajar para solucionar problemas. Reconoce que los temas más urgentes del Distrito Siete siguen siendo los de hace 12, 20 y 30 años: 60 por ciento de la población vive hoy en condiciones de pobreza; el narcomenudeo sigue suelto en las calles; el desempleo se ve sentado en los 'porches' de las casas; y los índices de deserción escolar no tienen recreo.
La organización Comité de los Setenta afirma en su página que estos "serán los temas neurálgicos del Distrito Siete durante los próximos años". ¿Cuántos más? Ni Quiñones lo sabe.
Mientras lo averigua, no pierde tiempo. La mujer de 42 años, madre de dos hijos y abuela de uno, va organizando todos los días una casa que nunca termina de estar limpia; el Siete es su obsesión y pesadilla. Afirma que Filadelfia no avanza si su distrito no sale adelante.
La clave para lograrlo es empoderar a su gente. Para ello, Quiñones le apuesta a dos cartas. "No quiero que el desarrollo de esta sociedad sea a través del servicio social; tiene que ser a través de educación y (desarrollo) de nuestra propia economía".
Escuelas recientemente inauguradas, como Willard Elementary School, Kensington CAPA High School y Sankofa Charter School, son muestras de su enfoque.
El otro frente de batalla contra la pobreza está en las plenarias del Concejo. La propuesta para reformar el sistema de recaudo de impuestos ha levantado callos entre los sectores más conservadores y privados.
"Cuando me metí en lo de la reforma, todo el mundo dijo que me había enloquecido. La gente me preguntaba qué tenía que ver eso con los problemas del barrio. Descubrí que empresas como Comcast terminan pagando menos impuestos que una bodega de la esquina".
La ecuación tributaria es simple: hoy se graba un mayor porcentaje de impuestos sobre las ganancias netas, mientras existe un impuesto estandar para ingresos brutos. Esto, según Quiñones, incentiva la evasión.
Su idea -junto a su colega James Kenney- es la de invertir el orden de los factores para cambiar el producto: pagar un porcentaje por los ingresos brutos sin importar los netos. "Así tu no escondes el dinero y registras más. Cuando registras más dinero, puedes coger un préstamos. Cuando coges un préstamo, puedes expandirte".
Para Quiñones, la fórmula es simple: "Si voy a tranformar la economía de mi barrio, tengo que reformar ese sistema para que mis pequeños negocios salgan adelante".
¿Para dónde va María?
María Quiñones-Sánchez cumplió sus primeros cuatro años como concejal. Su viaje al órgano legislativo empezó en las calles de Hunting Park hace más de 20 años, cuando se vio parada en una esquina sosteniendo una propaganda que invitaba a votar por Ángel Ortiz a mediados de los ochenta.
Hoy vive en la calle Hancock, a pocos pasos del Parque Norris Square, donde todavía se ven jóvenes en edad estudiantil fumando marihuana desde las 9 de la mañana.
El trayecto desde Kensington a la alcaldía dura normalmente 20 minutos. Mientras Julio, su chofer, maneja el carro oficial, ella no pierde las riendas de su oficina. Desde el Blackberry va repartiendo instrucciones a su equipo, organizando citas y comunicándose con los líderes de su zona.
De Lunes a jueves en la alcadía, viernes y sábados en las calles, la procesión de su vida pública va por dentro. Los costos que ha tenido que asumir la concejal a nivel personal han sido altos. "Con todo el apoyo de mi familia, no hemos encontrado el balance familiar".
Dice que los domingos son de su familia: va a misa y lava ropa. Su esposo, Tomás Sánchez, le dice que lo hace para lavar la culpa de no gastar más tiempo con ellos.
Cuatro años quedan por delante y "muchas derrotas antes que victorias", y desde ya su nombre suena en los corredores del City Hall para responsabilidades más altas. Hasta el Daily News la declaró "una persona para tener en cuenta" en la baraja de futuros candidatos a la alcaldía. Sin embargo, como política curtida que es, María prefiere concentrarse en el presente.
"No digo que nunca lo voy a hacer, pero mi aspiración es tranformar el barrio".
La concejal Quiñones se siente tan o mejor preparada que quienes suenan hoy para reemplazar a Nutter en la alcaldía.
La pregunta no es si quiere hacerlo. La pregunta es, si para abrirse un espacio en el Concejo Quiñones tuvo que esperar casi diez años, cuántos más pasarán para que una latina gobierne a Filadelfia.
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