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Edmundo González y María Corina Machado. Foto poster de campaña tomado de su página web.
María Corina Machado y Edmundo González en un poster de su campaña presidencial.

Vivir en el exilio: lecciones de liderazgo de los expatriados

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El pasado fin de semana tuvo lugar un nuevo episodio que parecía inevitable para todos aquellos interesados en la situación social y política de Venezuela: el asilo de Edmundo González. La persecución iniciada por el régimen de Nicolás Maduro iba a terminar así, o peor. El hecho se precipitó por la decisión del juez Edward Briceño quien ordenó la detención del dirigente opositor, en respuesta a la solicitud de la Fiscalía General de la República. González fue acusado de usurpación de funciones, falsificación de documentos públicos, instigación a desobedecer las leyes, conspiración, sabotaje de sistemas y delitos de asociación. Estaba claro que el régimen no aceptaría que González permaneciera libre, sobre todo después del escándalo por los resultados electorales del 28 de julio.

Pocos reconocieron el triunfo de Maduro y el resto piensa que González ganó las elecciones con creces. El líder opositor ha prometido, desde Madrid, que continuará su trabajo y se pondrá la banda presidencial: algunos de sus compañeros de partido llegaron a decir que se juramentará como presidente el próximo 25 de enero de 2025 para ostentar el poder democrático durante los próximos seis años.

¿Es esto posible o abandonará González sus esfuerzos por mantener la democracia en Venezuela? La difícil situación nos ayuda a reflexionar sobre qué tipo de liderazgo se necesita en momentos tan críticos. He aquí algunas lecciones para las personas que esperan liderar en contextos tan complejos.

  • Primero. El liderazgo es una cuestión de representación: la gente ve a González y a sus compañeros de lucha política como un símbolo de su deseo de liberación. El régimen de Maduro ha subestimado el descontento de la gente y cómo políticos como González o María Corina Machado representan el sentir general de la población. En este punto, el deseo de cambio superó al miedo. "Vencerán pero no convencerán", decía el filósofo español Miguel de Unamuno y eso es especialmente cierto en este momento. Siempre se puede decidir si liderar con grandes ideas o con violencia. El régimen ya ha hecho su elección.
  • Segundo: El liderazgo es una cuestión de resiliencia. La vocación de liderar es un asunto a largo plazo. Exige paciencia y resistencia. Paradójicamente, todas las decisiones tomadas por el régimen refuerzan la idea de resiliencia de sus perseguidos, lo que legitima la posición de González.
  • Tercero: El liderazgo es realismo. Aunque la gente necesita un símbolo, también necesita soluciones. Este es, quizás, el error más importante del régimen: el descontento ciudadano se basa en la realidad y resulta falso que, como intenta demostrar el gobierno de Maduro, todo se trate de una conspiración.
  • Finalmente, el liderazgo implica tener las ideas claras. Por más difícil que sea el proceso, los líderes siempre mantienen la mente en el camino que deben seguir para alcanzar una meta. Nunca se rinden a pesar de los obstáculos.

La situación política y social en Venezuela sigue siendo compleja. En este contexto, está absolutamente claro qué tipo de liderazgo necesitan los ciudadanos para no perder la esperanza. La elección está hecha.

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